lunes, 3 de enero de 2022

Señales (Signs, EE.UU., 2002),

Señales es una película de la que se pueden realizar muchas lecturas. Aparentemente se trata de una película de cine fantástico, de ciencia ficción o incluso de terror. Pero el mundo de los monstruos o los extraterrestres es solo el envoltorio en el que Michael Night Shyamalan nos ofrece un producto mucho más profundo. Los protagonistas -como casi todos los de el genial director- son lacónicos y tristes. Viven en ambientes cerrados y pequeños. La melancolía, la nostalgia y la mentalidad depresiva son los rasgos en los que se desenvuelven habitualmente. La verdadera temática la vamos descubriendo lentamente en el drama humano de los protagonistas y -me atrevería a decir- en sus facetas espirituales. En última instancia creo que Shyamalan nos quiere hablar de tres cuestiones esenciales en la vida de todo ser humano: la fe, el amor y la familia. 

Al frente del reparto contó con dos grandes de la pantalla, Mel Gibson y Joaquin Phoenix, interpretando a los hermanos Graham y Merrill Hess. El primero es un ex-pastor protestante que aparentemente ha perdido su fe y ha renunciado a su ministerio debido a la reciente muerte de su esposa en un accidente. En las primeras escenas vemos que ha adoptado una actitud agresiva frente a todo lo sagrado. El resentimiento le ha llevado a ocultar sus fotos de pastor o a prohibir las oraciones de bendición. Su hermano menor Merrill ha acudido a llenar ese vacío en el núcleo familiar y para ayudarlo a sacar adelante a sus hijos. Al mismo tiempo intenta sacarlo del pozo en el que se encuentra hundido.

Vamos a analizar el apartado espiritual desde el principio. Al aparecer unas extrañas señales en el jardín de su casa se produce la primera confesión de fe -inocente, en este caso- de su hijo Morgan:

- "Lo ha hecho Dios".

Lejos de convencer esta frase a su padre, Graham cada vez muestra mayor desprecio por Dios. Ello provoca un tenso enfrentamiento entre los hermanos que termina con estas emotivas palabras de Merrill:

- Hay cosas que puedo soportar, y cosas que no. Una de las que no, es que mi hermano mayor, que es cuanto yo deseo ser, empiece a perder la fe en todo. Te he visto los ojos esta noche. No quiero volver a verlos así.

Pero especialmente hay un diálogo que encierra el significado de toda la película. En un film con conversaciones casi monosilábicas contrasta  un speech tan largo por parte de Graham. Es como si en él dijera todo lo que tiene que decir:

- Muchos seguramente creerán que es fin del mundo
- Tienen razón.
- ¿Crees que podría serlo?
- Sí
- ¿Como puedes decir eso?
- ¿No es la respuesta que esperabas?
- ¿No podrías fingir ser como eras y animarme un poco?
- El mundo tiene dos tipos de personas, y cuando ocurre algo afortunado, los del primer grupo lo consideran mas que suerte, más que casualidad, lo consideran una señal. Una prueba de que hay alguien ahí arriba cuidando del ser humano. La otra gente lo considera pura suerte, un feliz giro del azar. Seguro que la gente del segundo grupo está observando esas catorce luces con recelo. Para ellos, la situación esta mitad y mitad. Podría ir mal… o bien. Pero en el fondo sienten que, pase lo que pase, están solos, y eso, les llena de temores. Si, es lo que piensan. Pero luego hay cantidad de gente del primer grupo que cuando observan esas luces, están viendo un milagro. Y en el fondo sienten que, pase lo que pase, habrá alguien ahí arriba para ayudarles. Y eso les llena de esperanza. Lo que debes preguntarte es en qué grupo estás tú ¿Eres de los que ven señales, de los que ven milagros, o crees que la suerte de la gente es aleatoria? o, plantéatelo así ¿Es posible que no existan las coincidencias?

Es curioso comprobar que el desarrollo de este planteamiento se encuentra desgranado en otra película posterior pero que no tiene nada que ver con esta, la obra de Eduardo Verástegui de 2015 Little Boy.

Otra escena con un alto contenido espiritual es un momento en el que uno de sus hijos está a punto de morir atragantado. Es entonces cuando Graham se descubre creyente, pero rebelde contra Dios. Lo hace con la expresión encolerizada:

- ¡Cuánto te odio!

Evidentemente nadie que odia a Dios puede considerarse un ateo, quien por definición niega su existencia. Graham desvela así que su problema de  no es la falta de fe, sino que ahora piensa que Dios no es bueno o no actúa en su favor. Es un ser superior que se ha llevado a su mujer y ahora está a punto de llevarse a uno de sus hijos. El ex-pastor protestante, por tanto, es alguien que ha perdido su confianza en Dios, no que dude de su existencia. Es alguien que necesita desesperadamente una señal para volver creer en Él

En contraposición a esta actitud, y al arreglarse la situación, tenemos la segunda confesión de fe, en este caso del otro hermano:

- ¡Es un milagro!

La tercera -y definitiva- confesión de fe la realizará Graham al final del film. Al recibir la señal que llevaba tanto tiempo esperando (Comprender el significado de las últimas palabras de su mujer antes de morir, Merril, batea fuerte) su actitud frente a la vida cambia. No verbaliza esa confesión de fe, pero la vuelta de los cuadros en los que aparece vestido de pastor y de las propias vestimentas sagradas nos lo hacen comprender: Graham ha vuelto a creer en la bondad de Dios y es -ahora sí- capaz de volver a ser la piedra angular de su familia.

Es cierto que el final de la película es visualmente menos atractivo que la primera hora, pero no es menos cierto que es imprescindible para que todas las piezas encajen en la trama. Una obra maestra, sin duda. Quienes la critican es porque no la comprenden, o lo que es peor, porque el mensaje que transmite no está en sintonía con su sistema de "in"-creencias.

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