Al tratarse de cine independiente, su ficha técnica no tiene tampoco mucho que comentar. Un director que no ha pasado a la historia del Cine (John Asher) y unos actores de segunda (Gene Bicknell, Matt Keeslar, Jenny McCarthy) conforman un elenco mejorable. Vestuario y decorados son los justos y una BSO en la que solo es destacable un karaoke del Like a Virgin de Madonna.
No obstante sus carencias, el film es original y bienintencionado. Con un eslogan atractivo ("Y el séptimo día... Dios jugó al golf") y un argumento que promete, se podía haber sacado mucho jugo de la idea, pero lo cierto es que a nivel de comedia se queda corta y a nivel reflexivo tampoco da mucho de sí.
Jack Lander trabaja en una televisión local sin mucho éxito, compartiendo lugar de trabajo con su exnovia con la que comparte una hija. Un día, jugando al golf con sus amigos, golpea en la cabeza a un anciano. Al despertar, éste no recuerda quién es ni cómo se llama. "Rebautizado" como "Arnie" (en un claro homenaje al golfista Arnold Palmer) comenzará a realizar milagros a su alrededor, mientras en el Cielo se organiza su búsqueda para traerlo de vuelta.
La temática es sugerente, el guion interesante, pero las interpretaciones no fluyen. Desmejorada aún más por un pobre doblaje (el cine independiente es lo que tiene...) al film se le ven las costuras por todas partes. Afortunadamente su corta duración (79 minutos) hace que sea llevadera, pero uno termina de verla con la sensación de que se ha perdido una oportunidad de hacer algo más interesante.
Arnie-Dios es interpretado por Gene Bicknell, un actor que a mí personalmente me recuerda en lo físico al genial Luis de Funes, aunque en lo interpretativo esté a años-luz del galo. La película deriva finalmente hacia la comedia romántica o familiar, sin dejar ni siquiera una conversación interesante de ese Dios que no sale de su aturdimiento por el pelotazo recibido al principio de la trama.
Si acaso un "¿Crees en Dios?" o un "Eres buena persona" son las únicas frases destacables de quien hace milagros allá donde su brazo toca pero que no justifica su omnipotente actuación. Una verdadera lástima.
Lo único que creo que sí se puede alabar del film es el haber abierto un camino por el que después transitarían con mayor éxito otros títulos con un argumento parecido. Sin ir más lejos, no me cabe duda de que los creadores de Como Dios (2003) tuvieron en cuenta esta película para acentuar lo bueno y suprimir lo prescindible de esta cinta. El trabajo como periodista de Bruce Nolan (Jim Carrey), el Dios ocioso que se toma unas vacaciones (Morgan Freeman), o una novia en plena crisis de pareja (Jennifer Aniston) son demasiadas casualidades como para que sean meras coincidencias. Por si fuera poco, la escena del atasco en la que los coches se apartan para dejar paso al vehículo de Dios será literalmente calcada un par de años más tarde. En ese sentido, insisto en que sí se puede hablar de un cierto mérito de esta película, aunque solo sea como germen inspirador de otros títulos más acertados. Algo es algo, aunque reitero en que la idea de oportunidad perdida es la que fundamentalmente queda tras su visionado.
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