1: Cada año estamos un año más cerca de nuestra propia muerte, esa certeza es indiscutible aunque a veces queramos posponer esa realidad o no queramos pensar en ella. Nuestra existencia terrena es finita, y en la medida que nos hacemos autoconscientes de ello aprovechamos mejor el tiempo presente.
2: Como decíamos la semana pasada, nuestro contexto existencial, personal, familiar, laboral o social -al menos alguno de ellos- es distinto cada año, por lo que nunca puede haber dos Pascuas idénticas. Por muy estable que sea nuestra vida siempre hay un matiz diverso al año anterior.
La Pascua es un tiempo para repetir: Cristo ha resucitado, ¡Aleluya!. Esa alegría no nos la puede arrebatar nadie, y ¡Ay de aquellos que no lo han descubierto aún en sus vidas!. Nuestra misión como bautizados es trasladar esa noticia al mundo, ya que no hay situación política, guerra, terremoto o pandemia que pueda acabar con esa ilusión y esa esperanza.
No hay comentarios :
Publicar un comentario