En los dos años que viví en Roma encontré un rinconcito al que cada vez que podía acudía sin dudarlo, ya que me sentía espiritualmente interpelado. En mis viajes posteriores, por muy apretada que tuviera mi agenda, siempre intentaba volver a ir a ese lugar y a ubicarme en ese punto exacto de una profundidad casi indescriptible. No es un lugar especialmente indicado para hacer oración, pues el bullicio del ir y venir de los turistas apenas lo permite. Sin embargo, como en muchos otros lugares de la ciudad eterna, es un lugar donde el arte y la espiritualidad se entremezclan hasta tal punto que es difícil distinguir dónde acaba uno y comienza el otro.
En la concurrida y bulliciosa Piazza del Popolo, hay dos templos que yo los llamaba siempre las Iglesias Gemelas, pues son prácticamente idénticas en sus fachadas: La Iglesia de Santa María de los Milagros y la Iglesia de Santa María en Montesanto. En el sentido diametralmente opuesto de la plaza está otra capilla muy pequeña, la Capilla "Cerasi", que alberga conjuntamente dos de los mejores cuadros de Caravaggio, y que a pesar de ser muy visitada, muchos otros turistas obvian la entrada por la premura de sus viajes y el priorizar otras maravillas del arte inabarcable de la capital trasalpina. A mí, personalmente, me parece que todo cristiano debería dedicar 10 minutillos de su vida (si tiene la suerte de estar en Roma) para la contemplación de estas obras pictóricas y la posterior reflexión espiritual. De los 26 cuadros de Caravaggio que hay en Roma, dos de ellos se encuentran en el mismo punto, a escasos metros de distancia el uno del otro. ¿Azar?, ¿Casualidad?, ¿Providencia?.... No lo sé, pero el mensaje de ambos lienzos no deben dejar indiferente ni al turista ni al creyente, como veremos a continuación...
Las dos obras en cuestión que se pueden contemplar en la mencionada capilla son "La Conversión de San Pablo" y "El Martirio de San Pedro". En un punto de la capilla te puedes poner en medio y tener contacto visual con ambos. Pedro y Pablo, Pablo y Pedro, el apóstol sobre el que Cristo edificó su Iglesia y el "apóstol de los paganos" frente a frente. Y los momentos reflejados de sus vidas no son tampoco cualquiera. La conversión de San Pablo marca el comienzo de su vida cristiana, de su vocación a ser enviado por Cristo a todas las naciones a anunciar el Evangelio. El martirio de San Pedro, por el contrario, marca el dolor, el sufrimiento y la terrible muerte que el primer Papa tuvo que sufrir para alcanzar la gloria. Nacimiento de la fe y el comienzo de una misión, por un lado y la conclusión de la vida y de la misión terrena por otro. Todo cristiano ha tenido un comienzo en su fe y algún día tendrá un final, por lo que a nadie deben dejar indiferentes estas escenas. Cierto que quizás no hayamos experimentado una conversión tan profunda como San Pablo (de perseguir y matar cristianos a convertirse en uno de ellos) y que seguramente no tendremos el final existencial de San Pedro (crucifixión y martirio), pero por simple analogía vital nuestra fe sí tuvo un comienzo y nuestra vida terrena también tendrá un final.
Os invito a que si tenéis oportunidad, os pongáis en ese punto de la tierra donde el nacimiento espiritual y la muerte testimonial se dan la mano. Mientras tanto, se pueden contemplar las dos imágenes que os pongo a continuación, y que si Dios quiere, espero poder algún día volver a ver en vivo.
Interesante. La próxima vez que vaya a Roma me acercaré
ResponderEliminarme alegro que le haya gustado el artículo. Un saludo
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