lunes, 23 de octubre de 2023

Carta a Diogneto

Muchas veces he tenido la oportunidad de leer fragmentos de esta carta pero hasta ahora no se me había ocurrido compartirla y comentarla con vosotros. La Carta a Diogneto es un documento extenso (12 capítulos) del que aquí solo voy a comentar el 5 y el 6. Es una obra datada en el siglo II del que sin embargo no se tuvo constancia hasta que fue descubierta en el siglo XV. Fue muy curioso su descubrimiento, pues se hallaba escondida en una pescadería de Constantinopla, de ahí el dibujo que ilustra este post. No deja de ser simbólico, ya que uno de los primeros símbolos del cristianismo fue el pez, escrito en griego ἰχθύς, que es el acrónimo de ησοῦς Χριστὸς Θεοῦ Υἱὸς Σωτήρ, traducido como "Jesucristo Hijo de Dios Salvador". La epístola comienza con las palabras "Veo, excelentísimo Diogneto, que tienes gran interés en comprender la religión de los cristianos", las cuales dan nombre a la Carta. En el texto en cuestión que hoy os presento, se expone el estilo de vida de los cristianos, de una forma muy bella y casi poética. Merece la pena una lectura sosegada, reposada, ya que la carta en sí es casi una oración y una llamada a la santidad, una santidad que desconcierta al resto de habitantes de la sociedad. Creo que en ese sentido no ha perdido actualidad, ya que cuando el cristianismo es vivido con radicalidad suscita miles de interrogantes a su alrededor. Es algo más discutible el dualismo platónico alma-cuerpo que presenta el final de este capítulo, pero haciendo abstracción de la filosofía que subyace -no necesariamente cristiana- su mensaje sigue siendo igualmente bello. Sin más preámbulos, os la comparto para vuestro disfrute/oración:

Los cristianos no se distinguen de los demás hombres, ni por el lugar en que viven, ni por su lenguaje, ni por sus costumbres. Ellos, en efecto, no tienen ciudades propias, ni utilizan un hablar insólito, ni llevan un género de vida distinto. Su sistema doctrinal no ha sido inventado gracias al talento y especulación de hombres estudiosos, ni profesan, como otros, una enseñanza basada en autoridad de hombres. 

Viven en ciudades griegas y bárbaras, según les cupo en suerte, siguen las costumbres de los habitantes del país, tanto en el vestir como en todo su estilo de vida y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble. Habitan en su propia patria, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria como en tierra extraña. Igual que todos, se casan y engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben. Tienen la mesa en común, pero no el lecho. 

Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el Cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se los condena sin conocerlos. Se les da muerte, y con ello reciben la vida.Son pobres, y enriquecen a muchos; carecen de todo, y abundan en todo.Sufren la deshonra, y ello les sirve de gloria; sufren detrimento en su fama, y ello atestigua su justicia. Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y ellos, a cambio, devuelven honor. Hacen el bien, y son castigados como malhechores; y, al ser castigados a muerte, se alegran como si se les diera la vida.Los.judíos los combaten como a extraños y los gentiles los persiguen, y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben explicar el motivo de su enemistad. 

Para decirlo en pocas palabras: los cristianos son en el mundo lo que el alma es en el cuerpo. El alma, en efecto, se halla esparcida por todos los miembros del cuerpo; así también los cristianos se encuentran dispersos por todas las ciudades del mundo. El alma habita en el cuerpo, pero no procede del cuerpo; los cristianos viven en el mundo, pero no son del mundo. El alma invisible está encerrada en la cárcel del cuerpo visible; los cristianos viven visiblemente en el mundo, pero su religión es invisible. La carne aborrece y combate al alma, sin haber recibido de ella agravio alguno, sólo porque le impide disfrutar de los placeres; también el mundo aborrece a los cristianos, sin haber recibido agravio de ellos, porque se oponen a sus placeres. 

El alma ama al cuerpo y a sus miembros, a pesar de que éste la aborrece; también los cristianos aman a los que los odian. El alma está encerrada en el cuerpo, pero es ella la que mantiene unido el cuerpo; también los cristianos se hallan retenidos en el mundo como en una cárcel, pero ellos son los que mantienen la trabazón del mundo. El alma inmortal habita en una tienda mortal; también los cristianos viven como peregrinos en moradas corruptibles, mientras esperan la incorrupción celestial. El alma se perfecciona con la mortificación en el comer y beber; también los cristianos, constantemente mortificados, se multiplican más y más. Tan importante es el puesto que Dios les ha asignado, del que no les es lícito desertar.

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