La historia de los hechos se remonta al 24 de marzo de 1944, cuando toda la familia fue fusilada junto a los ocho judíos que escondían en su casa, convirtiéndose así en mártires de la fe al tiempo que en ejemplo de valentía para quienes no hemos tenido que pasar por una prueba tan terrible. Primero fueron fusilados los judíos, a continuación los padres, luego los hijos (no cabe mayor crueldad) y posteriormente quemada la casa. No obstante, entre los restos de la casa de los Ulma se encontró una Biblia abierta por la parábola del buen samaritano, con la historia subrayada y con la palabra "sí" escrita al lado. Sobran los comentarios, salvo añadir que desde entonces esta familia es conocida como los "samaritanos de Markowa".
Pienso en aquellos que los delataron: ¿Cómo pudieron sus conciencias permitírselo?. Pienso en aquellos que los fusilaron: ¿Cómo se puede tener esa sangre fría de asesinar a una familia completa, a niños inocentes e incluso a una mujer embarazada?, ¿a qué grado de locura y de fanatismo hay que llegar?. Pienso también en los Ulma. ¿Qué sentirían cada uno de ellos en los momentos antes de ser asesinados simplemente por haber realizado un acto de misericordia y de amor?. Pienso también en esos ocho judíos que además de ser también asesinados se sentirían culpables por haber provocado (indirectamente, es evidente) la muerte de esta familia. Por más que busco, me resulta difícil encontrar nada positivo en esta historia, salvo la defensa de la fe, de unos principios y de muchos valores por parte de los Ulma y la beatificación producida 78 años después de los hechos, título que se añade al de "Justos entre las naciones" que el Estado de Israel otorgó a todos los defensores de los judíos en el holocausto. En el Ángelus de ese día, el Papa Francisco los definió como "un rayo de sol en la oscuridad de la Segunda Guerra Mundial".
Siguiendo el protocolo a la beatificación le sucederá -si Dios quiere- la canonización, si bien para ello es necesario demostrar un milagro que se produzca por la intercesión de esta familia. Ojalá lleguen pronto a los altares, la Iglesia necesita estos ejemplos de valentía y de coraje en los tiempos que corren, en los que en muchos países no se producen por cuestiones de fe fusilamientos físicos, pero sí mediáticos.
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