lunes, 11 de marzo de 2024

Padre Pío (Padre Pio, Italia, 2000)

Vamos con la segunda parte de este "Triduo Cuaresmal" sobre el Padre Pío que me he propuesto hacer. La semana pasada comentaba el telefilm de Giulio Base y esta semana le toca el turno al de Carlo Carlei. A partir de aquí las comparaciones serán frecuentes e inevitables, dado lo similar de las dos teleseries. Como ya adelanté, el año de estreno es el mismo (2.000, un año después de su beatificación) aunque la cadena destinataria en este caso fue Mediaset Italia. Se trata de una producción de 200 minutos (20 más que la anterior) que abarca en este caso toda la vida del santo, desde su infancia hasta su muerte. Por ello, el papel del Padre Pío es interpretado por tres actores: Loris Pazienza (niño) Elio Germano (joven) y Sergio Castellitto (adulto). La B.S.O. no es tan deslumbrante como en el film de Carlei y a nivel interpretativo -aparte del triple protagonista principal- destaca la presencia de Jürgen Prochnow (el Visitador).

El argumento vuelve a ser la vida y milagros (nunca mejor dicho...) de Francesco Forgione, Pío de Pietrelcina. Al igual que la comentada la semana pasada, también está narrada con la técnica de flashback, aunque en este caso son el propio Padre Pío y el Visitador de la Santa Sede los que en los últimos días de la vida del santo hacen un recorrido a toda su existencia. Los detalles litúrgicos también están bien cuidados, alternando la Misa de espaldas al público (antes de 1965) con las de cara al público (especialmente la última de 1968, de la que se tiene constancia audiovisual).

Hay que destacar que -de nuevo a diferencia de la otra versión- los hechos están narrados con mucha calma, con bastantes momentos de silencio, diálogos breves y escasos; además de una sugerente música de fondo adornaos con paisajes y silencios interpelantes. Su visionado es más complejo por este motivo, intentando transmitir la interioridad del santo y no tanto sus acciones externas. 

La primera parte abarca desde su infancia en una familia humilde de Pietrelcina hasta su llegada a San Giovanni Rotondo. Francesco Forgione es presentado como un niño/joven distinto a los demás, con una clara vocación a la vida religiosa y sacerdotal desde que era un infante, con sueños premonitorios, luchas contra el demonio y acciones milagrosas que rodean toda su existencia. Cuenta con la ayuda de su familia y de varios compañeros para lograr sus propósitos y no aparece una hostilidad clara hacia su persona, quien más bien es visto como algo excéntrico (vive en su pueblo natal, fuera del convento) enfermizo y con una espiritualidad recia y sobrenatural. Los estigmas aparecen en su juventud y el diablo se le aparece para disuadirlo de sus propósitos como un perro rabioso o como un sacerdote con el alzacuellos manchado de sangre. 

La segunda parte abarca su labor caritativa en San Giovanni Rotondo, pasando por los momentos duros de la muerte de su madre, la dolorosa investigación sobre sus estigmas/milagros y la construcción de la Casa Alivio para enfermos tras la Segunda Guerra Mundial. Sus últimos días -terminado el flashback- suponen el final de la teleserie y el comienzo de la leyenda. 

Espiritualmente ya marqué unas claves de interpretación de la figura del santo en el anterior film. Aquí se repiten -obviamente- muchas de ellas, aunque creo que se profundiza más en su interioridad. DE esos rasgos destaco sobre todo estos:

- El Padre Pío era un hombre de oración. De nuevo son innumerables las escenas en las que Rosario en mano -o sin él- aparece rezando en cualquier lugar imaginable. Un hombre en búsqueda de su identidad, como deja claro en sus oraciones: "¿Qué quieres de mí?". La primera vez que recibe los estigmas realiza esta plegaria: "Dios mío ¿Qué clase de sacerdote soy? Dímelo tú ¿Que sacerdote soy? Aún no estoy preparado. No estoy preparado para lo que tú quieres". La segunda vez esta otra: "Señor, Tú sabes cuánto te amo, Tú lo ves todo. Yo quisiera cargar con el sufrimiento de los demás, como hiciste tú. Aunque tú sabías cómo hacerlo, yo en cambio, no. Jesús, Tú ves el sufrimiento, la miseria que hay entre nosotros. Yo solo no puedo soportar tanta miseria. Dime tú qué debo hacer. Dímelo". Pero quizás lo más característico de esta versión es que gran parte de su vida espiritual es expuesta como una lucha contra el demonio, quien física y espiritualmente lo machaca, lo tienta y le intenta confundir. Tanto los exorcismos como las apariciones del Maligno son más explícitos que en la otra cinta. 

- A pesar de teer un carácter agrio y brusco para quienes buscan en el algún provecho, es amable y atento para los más cercanos. En su interior se libra una potente lucha entre la soberbia de ser un elegido y la humildad ("Yo solo soy un pobre fraile"). Incluso en los momentos de persecución que sufrió por parte del Santo Oficio, siempre se sintió parte de la Iglesia a quien quería como a una madre:

Visitador: "La Iglesia no necesita hombres como tú"
Padre Pío: "Soy yo quien necesita a la Iglesia"

Dicha persecución la soportó con obediencia y resignación activa. Le redujeron el tiempo en el que debía decir Misa, lo confinaron en su celda, le prohibieron las Misas públicas, confesar, relacionarse con sus grupos de oración y con sus mujeres devotas... Todo ello lo soportó desde el silencio y la oración de su celda. Por cierto, en esta versión no se expone de manera tan clara la influencia de su grupo de colaboradores, centrándose más en sus acciones individuales.

- El sufrimiento físico y espiritual de los estigmas -así como su naturaleza enfermiza- le produjeron una empatía especial con los enfermos, lo que le llevó a emprender una obra social ingente, la Casa Alivio. Sus palabras al respecto son preciosas: "En el enfermo está Cristo, pero en el enfermo pobre está dos veces"

- Sus milagros, estigmas, premoniciones, sueños... son atribuidos siempre a la gracia de Dios y no a sus méritos: "Yo nunca he tenido ningún poder. He sido un simple espectador de los milagros del Señor". En ocasiones, incluso, usando el humor: "Algunas veces Dios me deja leer su cuaderno". El mismo humor que usaba para referirse al negocio que se montaba en torno a su persona: "Voy a tener que comprarme una estampa del santo ese"...

En resumen, una profundización más en la figura de este santo. Ni mejor ni peor que la comentada la semana pasa, sino complementaria a ella. Dos telefilmes que, a pesar de su extensa duración (200 minutos), no terminan de desvelar la personalidad y la santidad de quien se autodescribió así: "Soy un misterio incluso para mí mismo". Una figura, que a día de hoy, sigue siendo enigmática y que no se agota a pesar de los intentos por exponer su obra y mensaje. 

No hay comentarios :

Publicar un comentario