Me dispongo a completar un injusto vacío que se había producido en las más de 200 películas comentadas hasta el momento en este Blog. He decidido aprovechar esta Cuaresma para ver y comentar tres películas sobre el Padre Pío que tenía en mi colección y que no había tenido oportunidad de visionar hasta el momento. Las dos primeras, curiosamente, son italianas, del mismo año -2.000- y presentan un formato de miniserie de 180 minutos. Es curioso que se lanzaran casi al mismo tiempo estos dos productos tan parecidos, lo cual fue debido, sin duda, a la beatificación del santo en 1999.
Comienzo hoy por Padre Pío. Entre el Cielo y la Tierra, dirigida por Giulio Base (Su primera experiencia en el cine religioso, después vendrían En busca de la tumba de Cristo, San Pedro y María Goretti) y protagonizada por Michele Placido (Karol II. El Papa. El hombre). Lo más destacado -de lejos-es la magnífica Banda Sonora de Ennio Morricone, que me atrevería a decir es una variación de La Misión, con muchas reminiscencias de esta si bien los instrumentos y la orquestación son distintas.
Como he apuntado anteriormente, no se trata de un largometraje, sino de dos capítulos de 90 minutos cada uno destinados a ser emitidos en televisión, en este caso, por la Radio Televisión Italiana (RAI) en noviembre del año 2.000. La versión de Mediaset se había estrenado en abril de ese mismo año, por lo que a nivel de audiencias quedó muy por debajo de la que comentaremos la semana que viene.
La teoría de la manta es perfecta para esta película. En cinco minutos te das cuenta de que la música es excelsa, los vestuarios y decorados decentes y el maquillaje muy deficiente. El presupuesto es el que es y si te lo gastas en un concepto tienes que recortarlo de otro. Dicho esto, el conjunto es visualmente agradable, la trama está bien hilvanada y las interpretaciones son convincentes. Únicamente el detalle de envejecer 50 años a la actriz que narra la trama se me antoja desafortunado. Es como si a Kate Winslet le hubieran hecho lo mismo en Titanic. Ridículo. Mejor contratar a una actriz anciana, que las hay y muy buenas.
El argumento está narrado a forma de flashback por Emilia Sanguinetti (interpretada por Barbora Bobulova) hija espiritual del Padre Pío y esposa de Guglielmo, un médico colaborador del capuchino (se puede decir que su brazo derecho) y testigo de todos los hechos que se narran. La acción comienza en 1918, en San Giovanni Rotondo, un pueblo del este de Italia, en el que un fraile de 31 años proveniente de una familia humilde, Pío de Pietrelcina (Michele Placido), se ofrece ante un crucificado a sufrir en sus carnes todo el dolor de la Primera Guerra Mundial, recibiendo a cambio de esa oración los estigmas de Cristo. A partir de ahí se narra una sucesión de hechos sorprendentes tales como el desarrollo de las propias heridas, la capacidad del Padre Pío para predecir el futuro, averiguar lo que le los penitentes le ocultan en confesión, los milagros que se le atribuyen, exorcismos, luchas con el diablo... Esta primera parte termina con un informe bastante negativo del Padre Agostino Gemelli sobre los hechos sucedidos y el intento infructuoso de cambiar al Padre Pío de convento. La segunda parte, sin dejar a un lado muchos de estos temas, está más enfocada a la construcción de la Casa Solievo (Alivio), la relación personal y epistolar con Karol Wojtyla (el futuro Juan Pablo II) así como la persecución que tuvo que sufrir por parte de compañeros, del Santo Oficio y de algunos miembros de la autoridad eclesiástica.
Los detalles religiosos del film están tremendamente cuidados, con la ropa litúrgica y las posturas adecuadas, el uso del latín en los momentos litúrgicos y devocionales (Misas, avemarías, exorcismo, bautismo, padrenuestro, confesión, extremaunción (su nombre antes del Concilio Vaticano II). No en vano, al comienzo de cada capitúlo se puede leer "Con el asesoramiento de los padres menores capuchinos". En este sentido, no se le puede reprochar nada a la labor de contextualización de la obra.
A nivel espiritual, un par de claves son fundamentales para interpretar la figura del santo:
La primera y la más importante, es la oración. De entre todas ellas, destaca la que le proporciona los estigmas: "Todos estos horrores, toda esta sangre, esta guerra terrible. Yo me ofrezco como víctima por los pobres pecadores, me ofrezco para que la guerra acabe. Echa sobre mí los castigos destinados a los otros, echa sobre mí esos castigos cien veces y que ellos se salven". Aparte de esta, son innumerables las veces que el santo aparece de rodillas delante de un crucifijo, rezando el rosario, celebrando la eucaristía o recitando alguna oración. Al comienzo busca el sentido de su misión ("¿Quién soy?, ¿Qué quieres de mí?") A lo largo de su vida aparece celebrando prácticamente todos los sacramentos (Bautismo, Eucaristía, Penitencia, Unción Sacerdotal) realiza exorcismos y mantiene batallas espirituales (algunos comentan que incluso físicas) en su celda con el demonio. Parte de su espiritualidad provenía de su naturaleza enfermiza y proclive a pasar largas temporadas en el lecho del dolor. Esta debilidad física y el agotamiento por la continua pérdida de sangre se transluce en una constante preocupación por el dolor y el sufrimiento ajenos ("El dolor también da sus frutos. Nuestros caminos no son los de Dios. El fruto de este dolor lacerante no podemos entenderlo. Ese es el gran misterio"). Más alla de su talante humano, se apuntan cualidades sobrenaturales, realizando milagros que atribuye siempre a Dios y a la Virgen ("No, no callad, callad, no sabéis lo que decís. Yo no puedo hacerlo. Si decís que yo puedo hacerlo todo, entonces soy un sinvergüenza. Yo solo puedo rezar por vosotros. Solo Dios puede hacer milagros"): cura a un niño ciego, conoce el alma de los penitentes cuando se acercan al confesionario.... El Padre Pío, es presentado, por lo tanto, como un hombre de oración y de fe ("La fe, o la aceptas admitiendo humildemente los límites del hombre ante el gran misterio de Dios o la rechazas. No hay medias tintas"). Se omite (desconozco el motivo) otra de las cualidades especiales que se le atribuía al Padre Pío, el don de la ubicuidad, por la que era visto por distintas personas al mismo tiempo en lugares diferentes. Las últimas palabras que pronuncia en el film (en la charla con una inocente niña) son para alabar a Guglielmo y a quienes son -o al menos intentan ser- humildes:
"En un campo de trigo hay espigas muy altas, lozanas, hermosas… y luego hay algunas que están así con la cabeza gacha. Si tocas las más lozanas, las que son -por decir algo- vanidosas, dentro no hay nada. Pero las que tienen la cabeza gacha están llenas de grano de trigo. Ya ves, la vanidad está vacía, solo el amor llena el mundo".
No obstante todas estas cualidades que adornaban al Padre Pío, el film lo presenta también como un religioso de carácter hosco, casi huraño con los desconocidos y únicamente más amable con su círculo de amistades. Esta actitud y el celo que tenía en el confesionario (en el que había que esperar varios días para poder confesarse con él) le granjearon no pocas enemistades. La cinta no oculta todas las acusaciones que se le realizan, tanto en vida como tras su muerte: Romper los votos de pobreza y castidad, colaborar en los negocios de estampas y cuadros con su imagen, intereses económicos, producirse los estigmas y manipularlos para que las heridas no cerraran, Misas excesivamente largas... Muchas de estas acusaciónes provenían de sus más cercanos, fueran mujeres despechadas, frailes envidiosos de su propia comunidad, sacerdotes seculares que no soportaban la fama del capuchino o miembros de la jerarquía que veían un claro peligro en la idolatración en vida del fraile. La oposición interna, en este caso, fue más potente que la externa, llegando a poner micrófonos en la habitación para espiarlo, prohibirle confesar o celebrar de manera pública, o ser castigado apartándolo de su padre espiritual... Todas estas cosas las soportó con paciencia y fe ("Yo no deseo venganza. Para mí, depender y obedecer es una gloria"). El film refleja que el Papa avaló finalmente su tarea apostólica, dispensandolo para ello -y debe ser una excepción en toda la historia- de los votos de pobreza y de obediencia.
La teleserie termina con imágenes reales del 2 de mayo de 1999, en la beatificación del Padre Pío por parte de Juan Pablo II, y una pequeña parte del discurso papal delante de más de 200.000 personas: "Tened fe en Dios. De esta exhortación de Cristo, se hace eco el consejo que el nuevo beato solía repetir. Abandonaos plenamente en el corazón divino de Jesús como un niño en brazos de su madre. Se lo agradezco al Dios que hoy me da la posibilidad de inscribirlo en el catálogo de los beatos."
En resumen, se trata de una buena manera de comprender una figura tan controvertida, odiada y amada a partes iguales, y que el tiempo y la Iglesia han puesto en su sitio. La canonización del Padre Pío en 2002, dos años después del estreno de esta teleserie, supuso el espaldarazo definitivo al reconocimiento de su vida y de su mensaje, fomentando una devoción que ya por aquel entonces era bastante poderosa.
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