"Y ahora, la película", es el slogan promocional de un film que adaptó el exitoso musical de Brodway a la gran pantalla. En España fue durante años interpretado genialmente por Camilo Sexto, pero en el Cine nos tenemos que conformar con la versión anglosajona subtitulada.
La película fue dirigida por Norman Jewison, quien ha muerto este pasado mes de enero a la edad de 97 años. El longevo cineasta estuvo activo hasta comienzos del milenio, con obras reseñables como Huracán Carter (1999). El elenco de actores es más desconocido, pues casi todos ellos -debido al éxito del film- consagraron su carrera a seguir interpretando el musical en los teatros, caso de Ted Neeley (50 años haciendo el papel de Cristo, apenas tuvo tiempo para aparecer en 8 películas como secundario) Carl Anderson (Judas Iscariote) o Yvonne Elliman (María Magdalena). Escapó de este encasillamiento Barry Dennen (Pilato), quien apareció posteriormente en 14 largometrajes dilatando así su carrera cinematográfica.
Rodada integramente en Israel, el paisaje desértico dell Mar Muerto es casi un personaje más de la película. La aridez, el calor, el viento y la polvareda son elemento común de toda la trama. Con temperaturas cercanas a los 40º, el elenco necesitaba refrescarse continuamente para evitar deshidrataciones. Los decorados y el vestuario son intencionadamente anacrónicos, reflejando un conjunto hippie de los años 70 que se traslada a la tierra que vio nacer a Jesús. El pacifismo imperante en la cultura hippie es el contexto en el que deben ser entendidos los elementos bélicos del siglo XX que aparecen en el film (tanques, ametralladoras, aviones) así como numerosos elementos del atrezzo. En una de las canciones hay también una crítica feroz a los manipuladores medios de comunicación. Un autobús con matrícula 666 (el número de la bestia) traslada a los miembros del conjunto. Entre ellos destacan un Judas Iscariote de raza afroamericana y una María Magdalena con facciones asiáticas.
Vamos con el apartado espiritual, con bastantes cosas que comentar.
En primer lugar, el papel principal está bastante repartido entre Cristo y Judas Iscariote. Protagonista y antagonista se reparten los duelos interpretativos más interesantes. Cristo es tratado con bastante fidelidad a los relatos bíblicos, aunque es criticado por Pilato como querer su auto-sacrificio a toda costa. En esta línea, Judas aparece más como una víctima de los planes sádicos de Dios. Es presentado como un apóstol desencantado del liderazgo de Cristo ("Todos tus seguidores están ciegos, demasiado Cielo en sus mentes, era hermoso pero ahora es amargo, sí, todo se ha vuelto amargo"). Su libertad queda en entredicho y es presentado más como víctima que como verdugo. María Magdalena, por su parte, asume el rol femenino del film, sin que en éste aparezca María, la Madre de Cristo. Enamorada platónicamente de Cristo, se la identifica con la prostituta que cambió de vida al conocerlo ("Es un hombre, es sólo un hombre. Y he tenido tantos hombres antes, en muchos sentidos, que él es sólo uno más"). El papel de San Pedro es bastante secundario (en línea con la teología protestante) y completamente irrelevante el de San Juan. Anás, Caifás, el díscolo Herodes (en el musical una Drag Queen, en el film más suavizado) y Pilato configuran a los jueces y responsables de la muerte de Cristo, con un orden en el proceso muy cercano al evangélico. Todo ello encaja bastante bien en las corrientes teologicas de los años 70 dentro de la llamada "Teología ascendente".
Varias escenas me han llamado poderosamente la atención, algunas en negativo y otras en positivo. La que menos me ha gustado fue presentar la Última Cena como picnic campestre. En la Biblia queda claro que es en un lugar cerrado, si bien la justificación es que todo el film se desarrolla al descubierto. La expulsión de los mercaderes del Templo ("¡Mi templo debería ser una casa de oración, pero vosotros lo habéis convertido en cueva de ladrones! ¡Salid! ¡Salid!"), el suicidio de Judas y los 39 latigazos suponen, cada uno de ellos, una escena impactante. De entre todas ellas, la más acertada (a mi gusto) visualmente hablando, es el lavatorio de unas manos ensangrentadas de Pilato. Nunca me lo había imaginado así, y aunque no es históricamente probable, es artísticamente conmovente. A nivel de letras, me parece muy poderosa la oración de Cristo en Getsemaní, un desarrollo espiritual de las palabrass bíblicas "Que pase de mí este cáliz, pero que no se cumpla mi voluntad sino la tuya": "Dios, tu voluntad es dura. Pero tienes todas las cartas. ¡Beberé tu copa de veneno, clávame en tu cruz y rómpeme, desángrame, golpéame, mátame!, ¡Llévame ahora, antes de que cambie de opinión!".
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