La primera clase en cada grupo siempre la suelo comenzar con dos preguntas que los alumnos me responden por escrito: ¿Por qué he escogido Religión y no Valores? y ¿Quién es para mí Jesucristo? Las respuestas que me dan los adolescentes no dejan de sorprenderme. Es llamativo que una asignatura tan marginal (sin una alternativa evaluable, sin tareas, sin controles...) aún siga siendo interesante para tantos jóvenes que buscan una respuesta a cuestiones existenciales que otras asignaturas no pueden dar. Muchos alumnos me responden que su vínculo con la Religión son las Hermandades, lo que me lleva a afirmar sin reservas que no es poco el valor de la religiosidad popular como freno a la galopante secularización que otras regiones del país padecen de manera más aguda.
Evidentemente también hay alumnos que están en Religión obligados por sus padres (en los cursos inferiores) o que no tienen ninguna motivación religiosa. Están por inercia y punto, sin un compromiso real con su fe y con poco interés. Pero están y hay que aprovecharlo. No son pocas las clases también en las que me encuentro alumnos sin bautizar, que quieren aprender más de una materia que es completamente extraña para ellos. Es cierto que al tener solo una hora lectiva a la semana el contacto con los alumnos es más esporádico, pero a cambio permite dar clases en todos los niveles educativos.
Tras pasar por tres Claustros de profesores (al menos es mi experiencia) el profesor de Religión es uno más, respetado por su trabajo y su compromiso. Muchos son los profesores (no ha sido aún mi caso) que tienen que compartir varios Institutos para completar el horario, lo que propicia que el contacto con los compañeros sea menor y más superficial. No obstante, a mí no me ha faltado allí por donde he pasado alguna conversación profunda con algún compañero que busca algún consejo o compartir alguna experiencia.
A día de hoy, y a pesar de lo maltratada que está la asignatura institucionalmente, me encanta ser profesor de Religión. Creo que es un lugar de trinchera, tanto con compañeros como con alumnos, un lugar para dar razón de la propia esperanza y para transmitir una palabra de esperanza y de sentido a una juventud bastante desorientada.
Me gustaría terminar este post con unas palabras del reformador Martin Lutero, a quien se le podrán discutir muchas cosas pero no estas líneas:
"Por mi parte, si pudiera o tuviera que dejar el ministerio de la predicación y otras cosas, antes que cualquier otro oficio preferiría ser maestro o educador de niños, pues sé que, aparte del ministerio de la predicación, esta ocupación es la más útil, la más importante y la mejor; y además, no estoy seguro cuál de las dos es la mejor. Porque es difícil adiestrar perros viejos y amansar viejos bellacos, que es a lo que se dedica el ministerio de la predicación, muy a menudo en vano. En cambio, es más fácil doblar y enderezar los árboles recién plantados, aun cuando algunos se rompan. Amigo mío, admite que una de las virtudes más excelentes sobre la tierra es la de educar fielmente a los hijos ajenos, cosa que muy pocos, casi nadie, hace con los propios". (Sermón para que se mande a los hijos a las escuelas, 1530)
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