lunes, 24 de junio de 2024

Escucha Israel: El Deuteronomio

El Deuteronomio (segunda ley) contiene una de las confesiones de fe más repetidas a lo largo de la historia. Se trata de un libro -como su propio nombre indica- lleno de preceptos y leyes, con un contenido espiritual menos relevante para un cristiano que para un judío. Pero esta confesión mosaica del único Dios sí es digna de ser subrayada en el texto sagrado. Es conocida con su nombre hebreo, más o menos, "Shemá Israel Adonai":

Deuteronomio 6, 4-9: 

"Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón estas palabras que yo te dicto hoy. Incúlcalas a tus hijos, y háblales de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas de viaje, al acostarte y al levantarte. Átalas a tu mano como un signo, y que estén como una marca sobre tu frente. Escríbelas en las puertas de tu casa y en sus postes".

lunes, 17 de junio de 2024

Una lectura de la providencia divina: el Génesis

El Génesis es uno de los libros más extensos de la Biblia. No solo en cuanto a capítulos, sino desde el punto de vista de los abundantes siglos que transcurren y los personajes tan interesantes que aparecen. Seleccionar unos versículos de cada libro de la Biblia (tarea que me autoimpuse y comencé hace cuatro semanas) no es cuestión sencilla. He descartado a Adan y Eva, Caín y Abel, Noé, Abrahán, Isaac, Esaú y Jacob... De todos ellos me voy a quedar con José. Tentado estuve en seleccionar el sacrificio de Isaac (texto que se puede malinterpretar, no va sobre un padre sádico que va a asesinar a su hijo, sino sobre la fe...) pero finalmente  me quedo con estas palabras tan bonitas del penúltimo hijo de Jacob. En ellas se realiza una lectura optimista y confiada en Dios de una historia personal trágica. Traicionado y vendido por sus hermanos como un animal, es capaz de reconocer en ello la mano de Dios y de sus misteriosos planes: 

Génesis 45, 4-8

"Entonces José volvió a decir a sus hermanos: «Acercaos un poco más». Y cuando ellos se acercaron, añadió: «Sí, yo soy José, vuestro hermano, el mismo que vendisteis a los egipcios. Ahora no os aflijáis ni sintáis remordimiento por haberme vendido. En realidad, ha sido Dios el que me envió aquí delante vuestra para preservaros la vida. Porque ya hace dos años que hay hambre en esta región, y en los próximos cinco años tampoco se recogerán cosechas de los cultivos. Por eso Dios hizo que yo os precediera, para que vuestra descendencia se perpetue en la tierra y salvaros la vida, librándoos de una manera extraordinaria. Ha sido Dios, y no vosotros, el que me envió aquí y me constituyó padre del faraón, señor de todo su palacio y gobernador de Egipto"

lunes, 10 de junio de 2024

Dios es perdón: Evangelio de San Lucas

Cuarto libro de la Biblia que comento. Primero del Nuevo Testamento y directamente he escogido un Evangelio ¿Cómo se puede seleccionar unícamente unos versículos de un Evangelio sin menospreciar al resto...? Evidentemente, el criterio no puede ser la importancia o el contenido del texto, sino mi impresión subjetiva. Quizás por ello he decidido comienzar por el Evangelio de San Lucas, porque la parábola del hijo pródigo (del padre que perdona, mejor dicho) solo fue recogida por uno de los cuatro evangelistas. La parábola da para un libro (de hecho, uno de los mejores libros de espiritualidad que conozco es El regreso del hijo pródigo, de Henry J.M. Nouwen) pero yo no voy a ser tan pretencioso, únicamente resalto las palabras en las que se acentúa el carácter de un padre que es infinito amor y perdón:

Evangelio de San Lucas, 15, 20-24:

"Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo". Pero el padre dijo a sus servidores: "Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado". Y comenzó la fiesta"

martes, 4 de junio de 2024

Todo es vanidad: El Eclesiastés

El tercer libro de la Biblia del que selecciono un trozo es el Eclesiastés, uno de mis favoritos. Un poema amargo que no pasa de moda sobre los sinsabores de la vida, al que ya dedique una extensa entrada hace unos años. Si alguien quiere buscar escepticismo y posmodernidad en el Antiguo Testamento puede recrearse a gusto leyendo este libro tan corto como intenso. Imposible seleccionar solo un versículo, para dotar de sentido al texto he tenido que entresacar al menos seis:


Eclesiastés 1, 2.9., 2, 16-17., 5,17., 11,9

¡Vanidad, pura vanidad!, dice Cohélet. ¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad!

Lo que fue, eso mismo será; lo que se hizo, eso mismo se hará: ¡no hay nada nuevo bajo el sol!

Porque no perdurará el recuerdo ni del sabio ni del necio: con el paso de los días, todo cae en el olvido. Así es: ¡el sabio muere igual que el necio!

Y llegué a detestar la vida, porque me da fastidio todo lo que se hace bajo el sol. Sí, todo es vanidad y correr tras el viento.

Yo he comprobado esto: lo más conveniente es comer y beber y encontrar la felicidad en el esfuerzo que uno realiza bajo el sol, durante los contados días de vida que Dios le concede a cada uno: porque esta es la parte reservada a los hombres.

Alégrate, muchacho, mientras eres joven, y que tu corazón sea feliz en tus años juveniles. Sigue los impulsos de tu corazón y lo que es un incentivo para tus ojos; pero ten presente que por todo eso Dios te llamará a juicio. Aparta de tu corazón la tristeza y aleja de tu carne el dolor, porque la juventud y la aurora de la vida pasan fugazmente.