lunes, 23 de septiembre de 2024

Poesía de Dios: Salmos

Hace cuatro meses emprendí la tarea de seleccionar un versículo de cada uno de los 73 libros bíblicos. El criterio es muy subjetivo, ya que se trata de mis gustos, de mi percepción, de mi experiencia... o de mi espiritualidad, que evidentemente serán distintas a la del resto de los mortales.

Lo cierto es que al acometer la empresa con el libro de los Salmos (no voy siguiendo ningún orden concreto, sino completamente aleatorio) la elección se antoja muy complicada. El libro de los Salmos se compone de 150 textos muy variados, con una riqueza espiritual y poética que hacen casi inviable la tarea de seleccionar un solo versículo. Quien sabe, a lo mejor en otra ocasión lo justo será escoger al menos un versículo de cada uno de ellos. Mientras llega ese momento -y aún sabiendo la injusticia que cometo seleccionando un versículo de un Salmo y dejando atrás muchos versículos interesantes de los otros 149- voy a tomar mi decisión. 

Para ello he escogido poesía pura, el Salmo 131. Se trata del Salmo más corto de todos (únicamente 3 versículos) de los que he seleccionado dos, pues forman una unidad textual. Se conoce como una oración de abandono confiado en Dios, unas líneas bellísimas en las que el salmista recoge verbalmente una ternura casi infinita. Espero que os guste:

Salmo 131, 1-2

"Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos, 
como un niño en brazos de su madre".

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