sábado, 11 de julio de 2020

Domingo XV Tiempo Ordinario Ciclo A

"La Palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que espada de dos filos; penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón". (Hb 4, 12)

La Palabra de Dios es viva y eficaz, tiene poder para transformar la vida de una persona,... sin embargo, es relativamente frecuente escuchar en la confesión o en el acompañamiento espiritual, (ambas prácticas cada vez más abandonadas) que alguien se queje amargamente de vivir una fe anodina y estancada. Hay fe, incluso fervor,... pero no hay progresión. Siempre los mismos pecados, los mismos miedos, y por tanto, las mismas caídas y las mismas parálisis. 

En juego está, no el poder transformante de Dios y su Palabra, sino la recepción que se hace de ella.

El Evangelio de este Domingo nos propone revisar tres actitudes para con la Palabra de Dios, que llevan a esta esterilización de su fuerza y al consiguiente desencanto de quién la escucha.

1. - "Si uno escucha la palabra del Reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino". 

De nada sirve escuchar la Palabra de Dios, si no se entiende. Entender la Palabra de Dios requiere, además de atención y concentración, estudio. Y estudio a fondo: Familiarizarse con ella. Ser un experto en Sagradas Escrituras que aunque nunca estudió en una Universidad, tiene los Evangelios o la Biblia de casa muy manoseados... 

Así mismo, la Palabra de Dios requiere capacidad de asombro y sorpresa: Hay que leerla desde la certeza de que esa Palabra, aunque quizás haya sido leída muchas veces, es siempre nueva, y ha sido escrita para mí, aquí y ahora. 

2.- "Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la Palabra, sucumbe".

De nada sirve escuchar la Palabra de Dios si no se interioriza. Si no se medita. Si no se reza. Si no se hace propia delante de Dios.

La Palabra de Dios requiere silencio, pausa, oración... Aparcar las prisas internas y saborear lo que Dios dice. Meditarlo. Rezarlo.

Si no profundizamos en la Palabra, convertimos nuestra vida cristiana en fuegos artificiales ... después de la traca no hay nada... sólo humo. Hay tantos cristianos en los que en su vida hay sólo humo... quizás comenzaron leyendo con fe, pero con prisas, la Palabra de Dios.

3.- "Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la Palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril"

De nada sirve la escucha de la Palabra de Dios, si no se le da la máxima importancia. Si se escucha la Palabra de Dios como una palabra más entre muchas otras. La Palabra de Dios ha de ser central y desde ella hay que darle sentido a todo. La Palabra de Dios tiene que tener la máxima influencia en nosotros. Y ha de ser respetada y obedecida. 

La Palabra de Dios no puede coincidir siempre con mis criterios. Seria una mala señal: Si la Palabra de Dios no me desinstala, puede que más que escuchar la Palabra de Dios me esté escuchando a mi mismo.

En resumen: estudia, medita y obedece... La Palabra de Dios se encargará del resto: Transformar tu vida.

Luis Salado de la Riva


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Anexo: La Lectio divina

Lectio Divina (en latín: lectura divina, ‘lectura orante’) es una metodología de reflexión y oración de un texto bíblico utilizado por los católicos desde los primeros años del Cristianismo. El primero en utilizar la expresión fue Orígenes (aprox. 185 - 254), teólogo, quien afirmaba que para leer la Biblia con provecho es necesario hacerlo con atención, constancia y oración. En el centro de la práctica de la lectio divina se encuentra una actitud receptiva y reflexiva de lo que Dios dice por medio de la Palabra.


Contempla cuatro partes: lectio, meditatio, oratio y contemplatio (lectura, meditación, oración y contemplación). Estas deben realizarse en silencio y contemplativamente. Durante el medioevo, esta metodología era utilizada principalmente entre el clero monástico. Con el tiempo se extendió a los fieles. Actualmente es una práctica común entre los católicos practicantes.

En cada parte hacemos las siguientes preguntas :

LEER.- ¿Qué dice el texto? ¿Que sucede en este pasaje del evangelio?

MEDITAR.- ¿Qué me dice Dios en este texto?

ORACIÓN.- ¿Qué le quiero decir yo a Dios sobre este texto ?

CONTEMPLACIÓN.- ¿Qué hacer como resultado de la oración?

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