El domingo pasado fui a misa como todos los domingos. Llegamos casi una hora antes de comenzar, como hacemos siempre, para charlar un rato con los amigos. Las caras eran de preocupación, como en las últimas semanas. Pero en esta ocasión se podía cortar la tensión con un cuchillo. Casi todo el tiempo estuvimos comentando los últimos ataques en la zona. Más de seis en los que llevamos de año, con más de 1.200 cristianos muertos. Sidi, para cambiar el tema, nos contó que la semana anterior había estado en España, y que por fin pudo estar en una misa sin temor a que fuera asesinado. Dice que la misa no le gustó demasiado. No hubo cantos, ni bailes, y sólo había un niño con el que el sacerdote parecía estar incómodo cada vez que lloraba. La mayor parte de la gente era muy mayor, y más de uno bostezó durante una homilía bastante larga de un sacerdote anciano. La misa duró unos 45 minutos, y nos contaba Sidi que allí nadie parecía conocer a nadie. Cada uno estaba sentado en un banco distinto, y a la hora de dar la paz, nadie le besó ni le abrazó. Sus rostros no reflejaban alegría ni felicidad, le dio la sensación de haber asistido a un espectáculo monótono y rutinario. Él había llegado una hora antes, al igual que aquí, y a la salida se quedó en la puerta para conversar con los asistentes, como es costumbre en nuestra tierra. Dice que todos se fueron corriendo, casi sin despedirse, como si tuvieran cosas muy importantes que hacer, pero que una mujer se paró un momento, abrió su monedero y le dio un Euro porque debió confundirle con un mendigo. Trató de explicarle que él es un prestigioso cirujano cardiovascular, que había ido a visitar a unos familiares en Andalucía, pero la mujer se fue tan rápido que no pudo darle explicaciones. Nos reímos un rato con Sidi, que nos mostraba el Euro para certificar que su historia era verdadera.
Las risas duraron poco, pronto volvimos a acordarnos que la situación era muy delicada. Algunos han dejado de venir a misa, aunque son los menos. Este domingo la misa era especial, con presencia de muchos jóvenes universitarios cristianos. En seguida comenzó la Eucaristía, y con ella, la tragedia. Estábamos apenas en la procesión de entrada. Las mujeres, con sus niños y jóvenes, entraban danzando y cantando mientras el sacerdote terminaba de revestirse. El ambiente era el habitual, de fiesta y alegría. Todo sucedió muy rápido, casi no puedo recordarlo, creo que mi memoria ya ha intentado borrarlo como si todo hubiera sido una horrible pesadilla. Oímos gritos en el fondo de la Iglesia, al principio casi imperceptibles por los cantos. Pero enseguida las mujeres dejaron de cantar. Ya sólo se oían los gritos. ¡Alá es grande, muerte al infiel!, ¡Alá es grande, muerte al infiel!. Se oyó una fuerte explosión, a la que siguieron varias ráfagas de ametralladoras, y luego, la histeria. Fui inmediatamente con Sidi a ver lo que había pasado. Íbamos de un lado para otro, tratando de contener hemorragias y de asegurarnos de que los supervivientes se fueran a la sacristía. Llantos, gritos de rabia, cuerpos mutilados y mucha sangre, es todo lo que puedo recordar. Los ojos tan abiertos e inexpresivos de muchos de nuestros amigos nos hacían temer lo peor. El recuento fue doloroso. 18 muertos y más de 50 heridos. Todos conocidos, todos amigos que simplemente querían celebrar pacíficamente su fe en un país donde oficialmente hay libertad religiosa.
Igual de dolorosa fue la conversación que ayer tuve con Sidi. Dice que el domingo llamó para tranquilizar a sus familiares, pero que allí se sorprendieron y le dijeron que no sabían nada. La noticia no había sido dada en los telediarios, dicen que monopolizados por los resultados de los Juegos Olímpicos y de lo que ellos llaman “la crisis”. Para mí crisis es lo que vivimos aquí, en Nigeria. Matanzas continuas de cristianos mientras el gobierno musulmán mira para otro lado. Sidi, estaba muy enojado, indignado. Este domingo asegura que volverá a ir a misa, dice que a él no le importa morir por su fe. Pero me comentó que en la llamada telefónica le dijo a su sobrina Jasmine: “Vete el domingo a misa de 12, y si ves a alguien bostezar, le dices de mi parte que aquí no nos aburrimos en misa, sino que damos nuestra vida por ella. Y que, aunque no salgamos en los noticieros, nos están matando por el mero hecho de ser cristianos”. Yo también iré el domingo a misa, aunque no sé si será la última vez que lo haga. No es que piense abandonar, es que creo que volverán. La matanza ha quedado impune, y volverán a por nosotros. Cuando vea elevar el Cuerpo de Cristo recordaré los cuerpos inertes de mis 18 compañeros. De seguro ya están junto al Padre, ya que murieron como Él. Un escalofrío me recorrerá el cuerpo cuando piense que cualquiera de nosotros puede ser el siguiente en acudir a su encuentro.
Reflexión que intenta recrear un hecho real, tristemente tan real como la vida misma: http://www.libertaddigital.com/mundo/2012-04-29/al-menos-8-muertos-en-un-atentado-contra-universitarios-cristianos-en-nigeria-1276457129/
Ante todo muchas gracias por Visitar mi blog.
ResponderEliminarEscalofriante relato y cierto lo que cuenta Sidi.Nosotros por desgracia somos diferentes a ellos en lo que menciopna sobre la misa.
Un cordial saludo.
Gracias, Martín, el relato es una invención mía tras impactarme la noticia, me gusta contar las cosas en primera persona aunque lo cierto es que nunca he estado en Nigeria.
ResponderEliminarGracias por tu visita e invitación.
ResponderEliminarImpresionante relato, aunque sea imaginario, creo que en otros lugares es peor de terrible.
Gracias!!
DTB!!
Una buena recreación de lo que está sucediendo ante nuestras narices.
ResponderEliminarMe alegro de saludarte, Jaime.
No se aprecia nunca lo que se tiene, como en nuestro caso la libertad de culto. Lo malo es que aquí no se te mata, sino que se te menosprecia, insulta y ningunea, para al final comprarte por treinta monedas, terminando al final en la peor de las muertes: la del alma... Ojalá fuéramos menos de la mitad de valientes que los cristianos perseguidos con violencia, aprendiendo a no acomplejarnos por los insultos y dar testimonio de nuestra fe y, sobre todo, a no vendernos al enemigo. Otros lo tienen mucho más difícil que nosotros.
ResponderEliminarMR (Monárquico y Republicano)
Muchas gracias por tu mensaje, con mucho gusto veremos tu bello blog.
ResponderEliminarUn abrazo en Cristo
CATOLICIDAD
Creo que ser cristiano en países no cristianos te puede costar la vida.Aunque las noticias que nos llegan no son muy convincentes con la realidad.
ResponderEliminarAcá en USA yo ando proponiendo a mis conocidos en los coros de Misa que agreguen unos 10 miembros extras, pero sin instrumentos, que envíen a esos 10 a cantar, alabar cómo se debe, a que animen, aunque de principio parezca incómodo a los demás!
ResponderEliminarActualmente, yo soy el gritón, para gloria de Dios, que es verdadero y esta Vivo en nuestra iglesia Católica!