Fachada de la Basílica de San Pedro |
El segundo día comienza con buenas noticias. El Hotel cuenta
con un desayuno buffet excelente, lo cual –junto con la piscina- era uno de los
motivos por el que lo habíamos escogido a pesar de su distancia al centro
histórico. Además yo había preparado todos nuestros desplazamientos en Metro y bus, pero el recepcionista nos informa que hay una parada de tren cerca que nos deja en la estación de San Pedro en 10 minutos. Eso nos va a agilizar mucho los desplazamientos. Genial.
La Piedad de Miguel Ángel |
Así que bien desayunados, con las fuerzas casi intactas y la ilusión por las nubes nos plantamos en el Vaticano en un abrir y cerrar de ojos. Allí nos aguarda una cola de casi un par de horas para poder entrar en la Basílica. Hace 15 años uno entraba y salía de ella como le daba la gana, pero la amenaza de atentados ha traído consigo estrictas medidas de seguridad y los detectores de metal ralentizan mucho la cola. Así que decido dejar a mi esposa en la cola e irme al centro de la plaza para tomar unas fotos. Como hay tanta gente, tomo de referencia a un guía pakistaní con un pañuelo rojo más grande que una plaza de toros. Localizar a Patricia posteriormente iba a ser coser y cantar. Varias fotitos después -para mi que no pasaron ni 10 minutos- acudo al punto en el que intuía que estarían Patricia y el pakistaní. Qué raro, no veo ni a uno ni a otra. Recorro la fila hasta el final y ni rastro. Decido volver al inicio de la cola y realizar el mismo recorrido, pero tampoco a la segunda tengo suerte. Es entonces cuando empiezo a sospechar que quizás me he entretenido con el tema de las fotos, la cola ha aligerado y mi esposa ya está dentro de los controles de seguridad. Debe ser eso, seguro. Así que pido permiso a unos japoneses muy amables que no entendieron nada y me pongo delante de ellos justo delante del control de seguridad. Lo paso sin problemas y subo directo a la Basílica, que seguro que Patricia está allí esperándome. Una vez dentro, Basílica arriba, Basílica abajo... y nada. Ni veo a Patricia ni al pakistaní, que a esas alturas empezaba a dejar de ser una referencia válida. Como unos 10 minutos más tarde (el tiempo real no es el verdadero sino el psicológico...) la angustia ya se había apoderado de mí. No tanto en este caso por mi suerte sino por la de ella. Yo llevaba el dinero, sé italiano, se volver al Hotel... pero ella no gozaba de ninguna de esas facilidades. Así que me dirijo al Servicio Vaticano de la Policia Italiana para que la localicen y se ponen en su búsqueda. Como llevo la cámara les muestro una foto y comienzan a peinar la zona. Eso sí, mucho empeño tampoco le pusieron, porque una hora más tarde y después de haberla buscado incluso dentro del mini-coche de policía que ronda por la plaza me la encuentro tan tranquila delante de uno de los múltiples detectores de metales un poco tensa porque he tardado mucho en hacer las fotos... Al pedirnos explicaciones mutuas me entero que el pakistaní se impacientó a los 5 minutos de estar en la cola -su grupo posiblemente era de los de un crucero con prisas- y había desertado de la fila al poco de yo irme. Yo me quedé sin referencia y Patricia entabló amistad con unas colombianas que le hicieron la fila tan amena que apenas se había dado cuenta del tiempo que había pasado, por lo que el mal rato solo me lo había llevado yo...
Vista desde la Cúpula de San Pedro |
En fin, que deshecho el nudo de la garganta reanudamos la jornada turística entrando ya por fin juntos en la Basílica, saludando a los amables Policías que a esas alturas ya eran como de mi familia, haciendo la visita turística pertinente, una oración en el Sagrario y subiendo a la cúpula para disfrutar sin duda de las mejores vistas de Roma.
Dado que el tren nos deja tan cerca del Hotel, decidimos comer en los alrededores, pegarnos una siestecita y continuar la marcha por la tarde. Antes de la siesta, un baño reparador en la piscina del Hotel, aunque descubrimos que el nombre le viene grande. Quizás el término alberca resulte más apropiado. Afortunadamente con el desayuno las referencias sí habían sido las correctas. A fin de cuenta, de la piscina al final íbamos a hacer poco uso...
Fachada del Pantheon |
Retablo de Santa María in Trastevere |
La ruta de la tarde la voy a simplificar al ser menos ajetreada. Comenzamos de nuevo en Piazza Venezia, entramos en el Pantheon que a esa hora estaba abierto, nos pasamos por Santa María Sopra Minerva, que en este caso estaba cerrada y vemos por fuera las ruinas de Largo di Torre Argentina, el lugar donde Brutus apuñaló a Julio César. Tomamos un autobús hacía el barrio más animado por la noche en Roma, el Trastevere, y visitamos su Iglesia principal, Santa María en Trastevere, donde posteriormente hacemos una oración con la Comunidad de San Egidio a las 20:30 hs. Cenamos una pizza en Cavecanem, tomamos un helado dando un paseo por los concurridos puestecitos y nos vamos al hotel a reponer fuerzas, ya que al día siguiente cogemos el tren a Florencia bien tempranito...
No se que me ha pasado con la primera cronica de Roma: queria dejar mi comentario en el blog, hice clik no se donde, y todo me desaparecio! pero me ha gustado leer las aventuras! la 2ª cronica de visita a San Piedro es muy interesante por lo que han visitado, mas tambien por la aventura de perdida y preocupacion de saber donde estaba tu esposa! me imagino tu preocupacion! lo bonito es que la encontraste tranquila, entretenendose con buena compañia... Gracias por compartires...
ResponderEliminarMe ha gustado mucho la primera y segunda cronica de la Peregrinacion a Roma porque la describes bien, de forma simple, pero alegre y leteraria en tu idioma tan bello. Me gusta leerlo tambien porque ya estube en Roma y segun describes, lo recuerdo y me parece acompañaros mientras visitan los munumientos y lugares especiales. Os agradezco por compartir esos dias de Peregrinacion y de gozo.
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