Este verano volví a ver Los jueves, milagro, un clásico del Cine español dirigido por Luis García Berlanga (autor de los inolvidables El verdugo, Plácido o Bienvenido Mr Marshall y protagonizada por muchos de los grandes actores de la época como Pepe Isbert, José Luis López Vázquez, Manuel Alexandre o Mariano Ozores, entre otros.
Lo primero que se me viene a la cabeza a la hora de comentarla es un pensamiento nostálgico. Aquello era Cine de verdad, con guiones bien hilvanados -aunque presupuestos escasos-, contando con actores vocacionales e interpretaciones espectaculares. Luego vendrían los años de la transición (en el Cine español llamados "del destape" por razones obvias) y se perdió la frescura de aquellas cintas que fueron sustituidas por un cine soez, monotemático (mejor dicho, bitemático: República o sexo, teniendo también cabida una conjunción de ambas). No obstante, parece que desde hace unos años esta tendencia ha cambiado y vuelven a apreciarse productos de cierta calidad, lo que permite confiar en que verdaderamente ese sea el futuro...
Hecho este desahogo, y tratándose éste de un Blog religioso vamos a la miga, al contenido espiritual del film. Para quien no conozca a Berlanga, es preciso aclarar antes que sus películas en los años de la dictadura intentan ser un reflejo crítico de una sociedad costumbrista, clasista y conservadora. Todo ello realizado desde la sátira y la ironía, para esquivar la censura del periodo franquista. Esta película -y las mencionadas anteriormente- son fiel reflejo de ello. En España se vivía por aquel entonces un nacional-catolicismo que imponía unas normas y costumbres que muchas personas interiorizaban pero que otras vivían como un barniz superficial bajo el que se ocultaban sentimientos no muy acordes con la moral cristiana. Aprovechando esta característica un poco esquizoide, el film puede tener siempre dos lecturas, una la directa (afín al cristianismo, de ahí que los censores la permitieran) y otra subliminal, con un mensaje soterrado de crítica a la institución y a la fe en sí.
El argumento nos presenta varias claves. Las "fuerzas vivas" de un pueblo perdido, Fontecilla (alcalde, maestro, barbero y varios empresarios) deciden inventar un milagro al estilo de Lourdes o Fátima para aprovechar el balneario del pueblo y dar un impulso a la escasa actividad económica en que el pueblo está sumido desde que el tren no pasa por allí. Para ello organizan apariciones de San Dimas (Pepe Isbert) al loco del pueblo y la posterior venta de recuerdos y agua del balneario. Lo que comienza siendo un engaño mal urdido se transforma en un negocio excelente ante la llegada de un extraño personaje y la aparente curación de varias personas del pueblo.
Como digo, es al terminar la película cuando el espectador tiene la duda (de ahí el genial trabajo de Berlanga) de si lo que ha visto refuerza o ridiculiza la temática tratada. ¿Es una película "pro" o "anti" lugares de apariciones espirituales?. Por un lado, cabe pensar lo primero, ya que en palabras de los propios ciudadanos la "farsa" de sus dirigentes había servido para despertar la fe de los habitantes del pueblo, consiguiendo a través de esa fe lo que anteriormente era inalcanzable. La fe es presentada de este modo como un gigante dormido, poderosa pero ajena también a la liturgia de la Iglesia, apareciendo el sacerdote del pueblo (José Luis López Vázquez) como un elemento meramente decorativo. Por otro lado, la intención del cineasta es claramente presentar la posición interesada de todos personajes respecto al elemento religioso: unos por el beneficio económico que esperan obtener, otros, por las curaciones o milagros que son lo único que despiertan su interés religioso.
Como toda obra genial, la película fue acogida con desagrado por todos. Fue un fracaso total en la taquilla, con solo 10 días en cartel en Madrid y 236 espectadores. La crítica especializada no se ponía de acuerdo. Los más conservadores se quejaban de las aviesas intenciones que el film deja entrever. Los más progresistas, por el contrario, criticaban a Berlanga por haber realizado una película aparentemente favorable a la fe cristiana y ser cómplice de esa manera de la propaganda franquista. Más de 60 años después, la película sigue viva, fresca como una lechuga y abierta a todo tipo de interpretaciones, lo que la convierte sin duda en una joya del Cine de nuestro país.
Como curiosidad se puede añadir que en 1994 se descubrió en la Cinemateca Real Belga una copia con dos minutos más de duración que la original, con escenas que no fueron censuradas como un milagro durante un partido de fútbol, alusiones a Fátima o cánticos marianos. Los Blue Ray actuales han rescatado esas diferencias que hoy pueden ser visualizadas como se rodaron inicialmente. Entre ellas destacan también la escena inicial, con la voz en off que contextualiza la película (ausente en la obra original) y un final alternativo, en la que la fotografía que se muestra del extraño personaje es una ficha policial, con lo que se deja entrever que es un criminal.
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