lunes, 18 de abril de 2022

La historia más grande jamás contada (The Greatest Story Ever Told, EE.UU., 1965)

La pasada Semana Santa visualicé esa película que tenía bastante olvidada en mi colección de DVDs. Tan es así que creo que es la primera vez que la veo completa, y la verdad es que no me ha defraudado, aunque tiene sus luces y sus sombras, lo que la hacen acreedora de un comentario reposado.

Las primeras palabras relatadas por el narrador ya son bastante sugerentes, pues son un parafraseo del prólogo del Evangelio de San Juan:

Narrador: "En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Yo soy Él. Él estaba en el principio con Dios. Todas las cosas fueron hechas por Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En Él estaba la vida, y la vida era la luz del hombre. Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no lo recibieron. La historia más grande jamás contada...".

Con este prólogo se da comienzo a una superproducción en Technicolor de 200 minutos que resume la vida de Cristo, desde su nacimiento en Belén hasta su ascensión a los Cielos. Su duración es relativa, ya que la versión original constaba de 260 minutos pero su poco éxito comercial hizo que se fuera recortando sucesivamente su duración, llegando incluso a existir una versión posterior de 141 minutos. No acaban ahí las peculiaridades de este título, ya que aunque la mayoría del mismo está dirigido por George Stevens, algunas escenas fueron rodadas por David Lean y otras por Jean Negulesco. Con veinte millones de dólares de presupuesto consiguió recuperar sólo dieciséis, siendo en este sentido un mal negocio para sus productores. Parte de ello se debe al excelso -y costoso- casting de la época, contando con lo mejorcito de Hollywood en papeles principales y secundarios: Max von Sydow (Jesucristo), Charlton Heston (Juan el Bautista) Telly Savalas (Poncio Pilatos), Angela Lansbury (Claudia Prócula), Sidney Poitier (Simón de Cirene) y John Wayne (Centurión romano) -entre otros- configuran una auténtica pléyade digna del mejor proyecto cinematográfico.

La película (a partir de ahora me referiré a la comercializada en 200 minutos) consta de dos partes desiguales, separadas por un interludio. La primera, de 130 minutos, abarca desde el nacimiento de Cristo hasta la la resurrección de Lázaro y la segunda (apenas dura 70 minutos, supongo que es la parte más recortada) transcurre desde la conspiración del Sanedrín para matar a Cristo hasta su Pasión, Muerte, Resurrección y Ascensión a los Cielos. 

Vamos con las luces y sombras que comentaba anteriormente. Como aspectos más destacados hay que mencionar todos lo referente al ámbito técnico del la película, que no en vano fue acreedor de cinco nominaciones de la Academia: vestuario, decorado, efectos especiales, escenografía y BSO. Algunos planos son extraordinarios y muy adelantados a la época, grabaciones aéreas a las que Hollywood no estaba acostumbrada, pues los medios técnicos no lo habían permitido hasta esos años. La BSO de Alfred Newman, sin ser muy original (emplea varias piezas de música clásica) está muy conseguida, destacando la obertura, el Hossanna del Domingo de Ramos y -muy especialmente- el Aleluya de Hendel, empleado en las resurrecciones de Lázaro y del propio Jesucristo, clímax ambos de la primera y segunda parte respectivamente. 

Como escena muy interesante espiritualmente me quedo con la de las tentaciones, en las que un personificado Satanás come ávidamente al tiempo que tienta a Cristo, que ha pasado cuarenta días en el desierto:

Ermitaño-Satanás: "Una larga subida, ¿no? Una subida larga y dura... Sabes, algunas personas piensan que toda la vida debería ser así, mmmm... ´Una vida fácil es una vida pecaminosa´. No es así, amigo mío... La vida de un hombre puede ser tan fácil como desee. Y puede ser fácil, amigo mío. Si uno conoce el camino al poder y la gloria en este mundo".

De manera original las tres tentaciones están cambiadas de orden, y como comentaremos luego no es esa la única licencia que se permite el director. Esta escena se une íntimamente con la enseñanza del Padrenuestro. En ella, el director ha añadido también intencionadamente una doxología final que no pasa desapercibida. Tras el "líbranos del mal" se añade "Porque tuyo es el Reino, tuyo el Poder y la Gloria por siempre. Amén". Esta coronilla, habitual en el padrenuestro protestante y anexada como respuesta del pueblo al de la misa católica, quiere resaltar que el Poder y la Gloria pertenecen a Dios y no a Satanás como él se había atribuido en la escena de la cueva. 

Otra intuición genial referida a Satanás es la llegada a lo lejos de la patrulla que prende a Cristo en el Huerto de los Olivos. Su forma es claramente la de una serpiente que recuerda inmediatamente al espectador la figura del diablo. La simbología es extraordinaria.

Tampoco me parece menor la figura de Judas Iscariote, quien es presentado como un traidor "a medias", pues quiere que apresen a Jesús, pero no que le pase nada malo, ni mucho menos que lo maten. Fruto del ensañamiento de los romanos y del Sanedrín se produce su suicidio, un poco peculiar como veremos más adelante. 

Por último, hay varias escenas con un estatismo casi inverosímil que añade mucha tensión al desarrollo de la trama. Esta rigidez de los actores en varias escenas, especialmente visible en la resurrección de Lázaro, en la Última Cena y la Crucifixión de Jesucristo creo que nos desvela que el film está más preparado para la contemplación religiosa que para un intento de contar los hechos de manera realista. En varios momentos el espectador tiene la sensación de que está contemplando un cuadro en el que solo un personaje se mueve mientras el resto permanece estático. Brillante, sin duda, aunque también arriesgado para el gran público.

Vamos ahora con los aspectos que menos me han gustado.

En primer lugar, uniéndolo a la última reflexión, considero que el doblaje está excesivamente teatralizado. No la he visto en V.O., por lo que no sé si en este sentido es fiel al original o es un exceso interpretativo de los dobladores.

Unido a ello el film presenta elementos extrabíblicos innecesarios, los cuales no son errores casuales sino intencionados por parte del director para llamar la atención del espectador. Cualquier asesor hubiera podido eliminarlos fácilmente para dar mayor autenticidad a la historia, pero creo que el director quería que permanecieran esos elementos "chocantes" en la historia. Enumero algunos de los que yo he detectado: 

 - Lázaro aparece como el joven rico que rechaza la llamada de Cristo, cuando en la Biblia son dos personajes independientes. 

- De la misma manera Santiago el menor y Mateo aparecen como hermanos, lo cual tampoco es correcto. 

- Judas, tras arrojar las monedas en el suelo del Templo, se suicida allí mismo arrojándose a un horno de fuego, mientras que lo Evangelios nos dicen que se ahorcó en el exterior de la Ciudad Santa, concretamente en el Campo de Sangre, en hebreo Haceldama. Supongo que la intención del director es de nuevo simbólica, identificando el infierno con el fuego.

- Finalmente, la película atribuye a Cristo la frase: "Quedan la fe, la esperanza y el amor, la más importante es el amor" cuando esa cita es de sobra conocida de San Pablo en su Primera Carta a los Corintios capítulo 13. 

Aparte de estas cuestiones bíblicas, tampoco me resulta convincente el rodaje de la película en Utah. Los paisajes son bellísimos, pero demasiado desérticos para la realidad de Israel, y también demasiado escarpados. El enclave es precioso, pero para quienes hemos tenido la suerte de estar en Tierra Santa dista mucho de la realidad. 

Hechas esas consideraciones, me gustaría terminar el comentario con tres frases.

La primera es la única frase que John Wayne pronuncia en el film como centurión romano que según la Biblia es el primero en confesar la divinidad de Cristo tras su muerte. Solo por ello creo que merece la pena remarcarla:

El centurión: "En verdad, este hombre era hijo de Dios".

La segunda es una conversación entre los miembros del Sanedrín, que siendo inventada, sí me parece en este caso muy creíble:

"Todo se habrá olvidado dentro de unos días".
"No lo sé".

Y por último, las palabras finales de Jesucristo antes de ascender a los Cielos, una mezcla de la que realmente nos narran los Evangelios añadiendo algunos versículos del capítulo 5 de San Mateo y del discurso sacerdotal del Evangelio de San Juan

Jesús: Id ahora, y enseñad a todas las naciones. Que vuestra primera preocupación sea amaros los unos a los otros y encontrar el Reino de Dios, y todas las cosas serán vuestras sin pedírmelas. No os preocupéis entonces por el mañana; dejad que el mañana se preocupe por sus propias necesidades, porque hoy... los problemas de hoy son suficientes. Y he aquí yo estoy con vosotros siempre, hasta el fin del mundo...".

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