El cine no hay quien lo entienda, porque pasados muchos años la película se mantiene fresca y exhibe dos grandes interpretaciones, la de Charlton Heston (Miguel Ángel) y Rex Harrison (Julio II). Los exteriores de Roma y Carrara seguramente elevaron bastante el presupuesto y pusieron difícil el recuperar la inversión realizada.
El argumento está basado en la obra literaria del mismo nombre de Irving Stone. El film narra los años (1506-1513) de la decoración de los frescos de la Capilla Sixtina por parte de Miguel Ángel Buonarotti por encargo del Papa Julio II. Un año antes (1505), el pontífice había encargado al toscano la construcción de su tumba, en la que se hallaba sumergido Michelangelo cuando el Papa le hizo el nuevo encargo de pintar los techos de la capilla. Contrariado al considerarse mejor escultor que pintor, el film narra las desavenencias y los desencuentros entre uno y otro, dos figuras magnas con fuertes temperamentos e intereses diversos.
La época reflejada es una de las más prolíficas en obras de arte (el Renacimiento), en el que Papas y reyes actuaban de mecenas de los grandes artistas de la época. De ahí la relación tan tensa entre ellos, si bien el film también deja entrever una especie de relación paterno-filial en el que la confianza y el humor también tienen cabida, como en este diálogo:
Julio II: Lo que has pintado aquí, hijo mío, no es un retrato de Dios. Es una prueba de fe.
Miguel Ángel: No había pensado que la fe necesitara pruebas.
Julio II: No si eres un santo o un artista. Yo soy simplemente un Papa.
Julio II, conocido como el papa guerrero -por algo sería...- apremiaba a Miguel Ángel constantemente, dado que no veía avances en la obra. En ese contexto se produce el diálogo más famoso de la película, repetido en muchas ocasiones, una perla de ironía y sarcasmo...:
Miguel Ángel: "¿De qué otra manera debería verlo?"
J.: "Tal como es: corrupto y malvado, con las manos chorreando sangre, destinado a la condenación. Tu pintura es hermosa, pero falsa".
M.Á.: "No puedo cambiar mi concepción".
J.: "Me has enseñado a no perder el tiempo tratando de cambiar tu concepción. ¿Cómo llegaste a esta conclusión?"
M.Á.: "Bueno, mi idea para la pintura fue pensar que el mal lo aprendió el hombre por sí mismo, no de Dios".
M.Á.: "Quería pintar al hombre tal como fue creado: inocente, todavía libre de pecado, agradecido por el regalo de la vida".
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