lunes, 22 de agosto de 2022

El tormento y el éxtasis (The Agony and the Ecstasy, EE.UU., 1965)

Comentamos hoy esta película de Carol Reed (El tercer hombre) que a pesar de ser una superproducción con uno de los presupuestos más elevados de la época tuvo una acogida dispar para la crítica especializada y fue un fracaso en taquilla. De hecho, se le calcularon más de ocho millones de dólares de pérdida total, no obteniendo tampoco ningún Oscar de las cinco nominaciones -de los llamados menores- a los que aspiraba. 

El cine no hay quien lo entienda, porque pasados muchos años la película se mantiene fresca y exhibe dos grandes interpretaciones, la de Charlton Heston (Miguel Ángel) y Rex Harrison (Julio II). Los exteriores de Roma y Carrara seguramente elevaron bastante el presupuesto y pusieron difícil el recuperar la inversión realizada. 

El argumento está basado en la obra literaria del mismo nombre de Irving StoneEl film narra los años (1506-1513) de la decoración de los frescos de la Capilla Sixtina por parte de Miguel Ángel Buonarotti por encargo del Papa Julio II. Un año antes (1505), el pontífice había encargado al toscano la construcción de su tumba, en la que se hallaba sumergido Michelangelo cuando el Papa le hizo el nuevo encargo de pintar los techos de la capilla. Contrariado al considerarse mejor escultor que pintor, el film narra las desavenencias y los desencuentros entre uno y otro, dos figuras magnas con fuertes temperamentos e intereses diversos.

La época reflejada es una de las más prolíficas en obras de arte (el Renacimiento), en el que Papas y reyes actuaban de mecenas de los grandes artistas de la época. De ahí la relación tan tensa entre ellos, si bien el film también deja entrever una especie de relación paterno-filial en el que la confianza y el humor también tienen cabida, como en este diálogo:

Julio II: Lo que has pintado aquí, hijo mío, no es un retrato de Dios. Es una prueba de fe.
Miguel Ángel: No había pensado que la fe necesitara pruebas.
Julio II: No si eres un santo o un artista. Yo soy simplemente un Papa.

Julio II, conocido como el papa guerrero -por algo sería...- apremiaba a Miguel Ángel constantemente, dado que no veía avances en la obra. En ese contexto se produce el diálogo más famoso de la película, repetido en muchas ocasiones, una perla de ironía y sarcasmo...:  

Julio II: "¿Cuándo vas a acabar?"
Miguel Ángel: "Cuando termine".

En efecto, Miguel Ángel, como todos los artistas, necesitaba tiempo para su obra maestra. Necesitaba inspiración y silencio, confesando de manera bellísima que amaba la soledad para inspirarse con estas palabras:

"Jamás estoy menos solo que cuando estoy solo"

Siendo una película que incide más en el apartado histórico de los hechos, nos deja perlas teológicas y espirituales como este diálogo entre los protagonistas. Las palabras de Buonarotti parecen estar sacadas de un manual de antropología teológica, dejando en evidencia al Papa una vez más...:

Julio II: "¿Y así ves al hombre? ¿Noble, hermoso, sin miedo?"
Miguel Ángel: "¿De qué otra manera debería verlo?"
J.: "Tal como es: corrupto y malvado, con las manos chorreando sangre, destinado a la condenación. Tu pintura es hermosa, pero falsa".
M.Á.: "No puedo cambiar mi concepción".
J.: "Me has enseñado a no perder el tiempo tratando de cambiar tu concepción. ¿Cómo llegaste a esta conclusión?"
M.Á.: "Bueno, mi idea para la pintura fue 
pensar que el mal  lo aprendió el hombre por sí mismo, no de Dios".
J.: "Sí".
M.Á.: "Quería pintar al hombre tal como fue creado: inocente, todavía libre de pecado, agradecido por el regalo de la vida".

Son también preciosas las palabras del Papa alabando el trabajo final del florentino. Siendo consciente de sus muchos pecados afirma cerca de la conclusión:
 
"Cuando esté delante del trono de Dios, arrojaré tu techo en la balanza para contrapesar mis pecados. Quizás eso acortará mi tiempo en el purgatorio".

Para mi gusto se trata de una película infravalorada en su época pero que el tiempo ha puesto en su sitio. Merece la pena su visionado para conocer mejor a estas dos grandes figuras del Renacimiento. 

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