lunes, 19 de septiembre de 2022

La Profecia (The Omen, EE.UU., 1976)

"La semilla del diablo" plantó una semilla (perdón por la redundancia, pero viene al caso...) propicia para que "germinasen" todo tipo de películas cuyos argumentos comenzasen justo cuando terminaba aquella. De entre todas ellas la que hoy nos ocupa podría bien ser una continuación temporal de aquella trama, ya que retoma la acción justo en el nacimiento del "Anticristo". No siendo excesivamente original su argumento, la calidad de sus interpretaciones y el suspense que mantiene a lo largo de toda la trama la convierten en una de las referencias del cine de terror. "Nuestra última advertencia" rezaba un atractivo eslogan publicitario que no dejaba a nadie indiferente.

La Profecía supone, además, el comienzo de una saga de cuatro películas. No es de extrañar analizando el dato económico en frío. Con un presupuesto de 3 millones de dólares recaudó 61, con lo que evidentemente un buen puñado de secuelas estaba más que garantizado. Las secuelas en general fueron bastante dignas aunque como suele suceder en estos casos la calidad fue decreciendo progresivamente. No fueron esas las únicas continuadoras de la obra, sino que además hace unos años se estrenó un infructuoso remake dirigido por John Moore "La profecía: Omen 666" cuya mayor virtud fue exclusivamente la de ser estrenada el 06 del 06 de 2006. 

A nivel de críticas La Profecía es todo un referente del cine de terror y misterio. A pesar de ello únicamente ganó un Oscar "menor" a la Mejor Banda Sonora Original a cargo de Jerry Goldsmith, siendo también nominada en la categoría de Mejor Canción por "Ave Satani". Como comentaba anteriormente, no le hicieron falta más premios para encumbrarla en el Olimpo de las películas de miedo. La crítica especializada sí fue unánime y la consagró como el clásico que ya es a día de hoy.

El director, Richard Donner, ya había dirigido algunos títulos exitosos de acción y aventura (aunque aún no se hubiera consagrado con "Superman" o "Los Goonies"), pero nunca se había adentrado en el ámbito religioso o espiritual. Quizás por ello, a la hora de abordar el film, decidió prescindir de todo elemento sobrenatural en las escenas de muertes, por lo que todas ellas se podrían achacar en principio a la "mala suerte" o al azar. Además de ello, la película es un alegato "anti-gore", ya que en ningún momento el pánico está asociado al derramamiento de sangre. Sin embargo, la ausencia de escenas sangrientas no es óbice para que al espectador se le encoja el corazón en más de una ocasión. 

El reparto -de autentico lujo- se compone entre otros por Gregory Peck, Lee Remick Harvey Stephens. Es curioso el caso del primero, ya que viendo el potencial del film aceptó ser su protagonista principal teniendo uno de los salarios más bajos de su carrera. A cambio se garantizó por contrato el 10% de los ingresos por taquilla, ganando más de 6 millones de dólares de la época, lo que se convertiría en el mayor salario en toda su carrera cinematográfica. 

Vamos con el argumento. El matrimonio formado por el embajador de Estados Unidos Robert Thorn y su esposa Kathy acaba de tener un hijo que nace muerto. Un sacerdote, el padre Spiletto, le entrega a Robert otro niño a cambio y ambos convencen a la madre de que es su hijo. Cuando el niño -Damien- tiene 5 años, comienzan a sucederse una serie de muertes "casuales" alrededor suya. Estas extrañas circunstancias, junto a la advertencia del Padre Brennan, hacen sospechar a Robert que su hijo adoptado es en realidad el Anticristo.

Las interpretaciones de los tres protagonistas -como ya he comentado- son soberbias, destacando la dificultad del papel de Harvey Stephens como el niño Damien, quien concede una credibilidad impresionante a su actuación. La película contiene un buen número de muertes accidentales inmortalizadas como parte de la historia del cine, de entre las que emerge como paradigmática la escena de la decapitación. Aún recuerdo la impresión que me produjo cuando vi la película por primera vez como adolescente. Es difícil explicarlo pero aún me impresiona cada vez que la veo. 

Espiritualmente la película no tiene mucho nuevo que comentar, salvo algo que ya he apuntado anteriormente. Si la acción de Dios es vista en la historia como providencia que no se impone sino que siempre respeta la fe de la persona, creo que el film quiere transmitir la idea de que la acción del demonio en el mundo es igualmente interpretable. Desde el punto de vista de un ateo todo lo que sucede en el film es una mera conjunción de situaciones desafortunadas explicables desde un punto de vista científico. Que todas ellas se produzcan en el mismo entorno es lo que hace concluir al hombre de fe que lo que allí pasa no es accidental sino un plan diabólico escrupulosamente programado y ejecutado. Pero lo cierto es que Damien no se "mancha las manos" matando directamente a nadie, lo que lo convierte en más siniestro si cabe. 

Los diálogos juegan con esa incertidumbre, por lo que carecen en su mayoría de un contenido espiritual. Se puede rescata la cita con la que termina el film, que es del libro del Apocalipsis 13, 18: "Aquí está la sabiduría. El que tenga entendimiento, cuente el número de la bestia, porque es número de hombre, y su número es 666", y un par de frases del padre Brennan, pero poco más:

Padre Brennan: "Cuando los judíos regresen a Sion / Y un cometa rasgue el cielo / Y el Sacro Imperio Romano Germánico se levante, / Entonces Tú y yo debemos morir. / Del mar eterno se eleva, / Creando ejércitos en ambas orillas, / Volviendo al hombre contra su hermano / Hasta que el hombre ya no exista".

Robert Thorn: [ignorando las advertencias de Brennan sobre Damien] ... "Yo le he escuchado. Ahora Quiero que me escuche: nunca quiero volver a verle".
Padre Brennan: ..."Me verá en el infierno, Sr. Thorn. Allí, compartiremos nuestra oración".

El último apunte espiritual está unido al final alternativo que se rodó para enmendar al primero y que finalmente es el que podemos ver en la versión definitiva. En un principio, en la escena final del cementerio se podían ver tres ataúdes en el cementerio, dando a entender que los tres protagonistas -incluido Damien- mueren en el incendio final. Teológicamente, es cierto que el maligno no será derrotado en esta vida sino en el Juicio Final con la Segunda Venida de Cristo, por lo que me parece muy acertado que dicho final se cambiara a como lo vemos en la actualidad, únicamente con los dos ataúdes de los padres. De paso, así se tenía el final perfecto para introducir la segunda parte, de la que hablaremos en breve...

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