De entrada, el comentario técnico. La dirección corre a cargo de Imanol Uribe, contrastado director de cine con doble nacionalidad española y salvadoreña, educado además en escuelas jesuítas del País Vasco. Obviamente y con este background, no parece haber nadie más cualificado para ponerse delante de una cámara en este proyecto, si bien es cierto que desde Días contados se han sucedido en su filmografía una serie de películas intrascendentes con más pena que gloria. En el reparto destacan Carmelo Gómez (el actor fetiche que lo acompaña en casi todas sus películas), Juana Acosta en el papel principal (aunque está más acostumbrada a papeles secundarios) y el polifacético Karra Elejalde, quien por su inexpresividad sirve tanto para una comedia como para un drama. La banda sonora te mete en todo momento en el contexto cultural, destacando la pegadiza canción "La verdad quiere ser dicha" de Javier Ruibal.
Premios no obtuvo ninguno, a pesar de estar muy bien hilvanada y con actuaciones sobrias. El hecho de tener una temática religiosa la excluye de cualquier reconocimiento por parte de una industria bastante sesgada como hemos mencionado anteriormente. "Hasta aquí podía llegar la broma", pensarían en la selección de los nominados de ese año a los Goya, mientras optaban a buen seguro por otros títulos de inferior calidad pero más acordes con el pensamiento único reinante.
Vamos con el argumento. Los acontecimientos descritos (a pesar de continuos flashbacks) se sitúan en el interrogatorio al que es sometido Lucía Barrera, perteneciente al servicio doméstico de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) de San Salvador. La noche del 16 de noviembre de 1989 presencia la irrupción del ejército en el campus universitario para asesinar a seis sacerdotes jesuítas y dos refugiadas. El gobierno afirma que la autoría es de la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), pero la testigo afirma una y otra vez que eso no se corresponde con lo que ella vió esa noche. "Mentir le hubiera resultado más fácil", reza el slogan promocional de la película, ya que ciertamente (según se desarrolla la película) con su actitud se complica tanto su vida como la de su familia, permaneciendo testarudamente fiel a la verdad y deseando que triunfe una justicia que para ella -más que nunca- es completamente ciega.
Vamos con el apartado espiritual, religioso y teológico, que al tiempo nos sirve para esclarecer el porqué de esta película en el panorama actual cinematográfico español.
Como primer elemento nuclear el film propone la defensa de la verdad como unico camino de felicidad posible. En este sentido, nada que reprochar. Como su director indica, pretende ensalzar este valor fundamental frente a un mundo cada vez más dominado por las fake news y donde la mentira se presenta como el camino más corto para la resolución de los problemas. La verdad, sin embargo, es la coherencia entre lo que se predica y lo que se vive. Una verdad que exige sacrificios y renuncias. Una verdad que es adalid de la justicia y que implica toda la existencia de quien la defiende. La verdad de los seis sacerdotes jesuítas y también la de la protagonista principal de la trama, Lucía. La verdad que requiere, en última instancia, entregar la vida por aquello en lo que se cree. "He venido para dar testimonio de la verdad" (Juan 18,37) son precisamente las palabras de Jesucristo con las que comenzaba la homilía de los funerales de los seis sacerdotes asesinados.
Este es el segundo punto nuclear del film. El martirio de los seis sacerdotes jesuítas (Ignacio Martín, Segundo Montes, Amando López, Juan Ramón Moreno, Joaquín López e Ignacio Ellacuría) se debió única y exclusivamente a cuestiones políticas y teológicas. Especialmente este último padre, era un prestigioso teólogo español defensor de la llamada Teología de la Liberación, movimiento de los años 60 afín al marxismo que promovía el Evangelio como contenedor de una opción preferencial por los pobres y que anunciaba a Jesucristo como liberador de todo tipo de opresiones, pero especialmente de la socioeconómica. Como detalle revelador vemos que la noche que es asesinado estaba leyendo el libro "El dios crucificado", del teólogo protestante Jürgen Moltmann. Debe quedar claro (la película así lo hace, en honor a la verdad) que Ellacuría era fundamentalmente un filósofo-teólogo, no un político. En el film se deja patente su apoyo ideológico a la guerrilla pero su discrepancia en cuanto a su proceder en la respuesta que da a un alumno durante una clase: "Haríamos bien en cuestionar los métodos de la guerrilla y no sus motivaciones". Su posicionamiento ideológico fue siempre desde el pacifismo y la no violencia, en oposición a otros teólogos que sí llegaron a justificar la resistencia armada como respuesta a la opresión y la injusticia. No obstante esta actitud pacifista, el gobierno salvadoreño lo vio como una incómoda oposición que debía ser eliminada por la fuerza junto a sus compañeros. Aquí es donde entra el interés en contar ahora esta historia. El film deja entrever un claro apoyo al gobierno de Cristiani por parte de EE.UU. y la CIA en su lucha contra el comunismo. Los repugnantes métodos coercitivos que supuestamente emplearon con la testigo es lo que hace que esta historia sea atractiva para el sector político español que maneja la industria cinematográfica, que sin simpatizar excesivamente con la figura de los sacerdotes antepone el mal lugar en el que queda el gobierno capitalista salvadoreño y el republicano estadounidense de George Bush padre. Una escabechina política en la que los únicos que se salvan son los socialistas Felipe González y François Miterrand, los dos presidentes de izquierda de aquel entonces en España y Francia respectivamente. Ya tenemos resuelto el misterio de a quien interesa contar esta historia...
Termino con dos apuntes. El primero, una última curiosidad. El film se iba a llamar en un primer momento "La mirada de Lucía", pero finalmente se cambió su título a "Llegaron de noche", en referencia a la frase que Ignacio Ellacuría pronunció durante la úlima cena previa a los asesinatos y que Lucía escuchó: "Si me matan de día sabrán que ha sido la guerrilla, pero si llegan de noche, serán los militares".
El segundo es una actualización de las condenas por el caso, ya que aún está vigente. El presidente por aquel entonces de El Salvador, Alfredo Cristiani, se encuentra en busca y captura por muchas causas abiertas (entre ellas esta) desde marzo de 2022. Inocente Orlando Montano, coronel y Viceministro de Seguridad Pública de El Salvador durante los hechos, cumple una condena en España de 133 años tras ser extraditado desde los EE.UU. El autor material del asesinato, Guillermo Benavides, fue puesto en libertad en noviembre de 2022 tras cumplir 10 de los 30 años a los que fue condenado por la justicia salvadoreña.
En resumen, una película sorprendente, bien ejecutada en lo técnico y lo interpretativo y que sirve para conocer mejor los asesinatos que tanta repercusión tuvieron en los finales del siglo XX. La Iglesia, sin comerlo ni beberlo, se encuentra con un magnífico homenaje a seis sacerdotes mártires que dieron su vida por Cristo y su Evangelio. Cierto que no se profundiza en exceso en sus vidas y sus mensajes, pero como ya hemos mencionado, es obvio que la finalidad última del film es otro...
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