2. Hoy mismo estarás conmigo en el paraíso (Lc. 23,43)
Poco después de perdonarnos a todos vuelves a darnos una lección de amor y misericordia. Dos bandidos hay a tu lado. Uno te recrimina y te dice que te bajes de la cruz y lo bajes a él. El otro, al que llamamos el Buen ladrón reconoce que tú no has hecho nada para morir crucificado. Tú lo perdonas y le prometes la salvación. De nuevo desafías nuestro concepto de justicia. Ha bastado un minuto de arrepentimiento en la vida de ese malvado para darle la salvación. El buen ladrón no había sido bueno hasta ahora. ¿Qué habría hecho para morir en la cruz? Posiblemente nada bueno. La cruz estaba reservada para los peores malhechores, aquellos que atentaban contra la paz romana o contra el orden judío establecido: asesinos, ladrones, revolucionarios, blasfemos… ¿Cuál de ellos sería el buen ladrón? Lo ignoramos, pero podemos asegurar que no era un santo, como él mismo se reconoce: “Y lo nuestro es justo, pero éste ¿Qué ha hecho?”. Su pasado lo borra Cristo de un plumazo. Basta un momento de lucidez para recibir toda la misericordia de golpe. El buen ladrón es uno de esos trabajadores de la parábola contratados al anochecer. Recibe su denario igual que el que trabajó desde el amanecer. La misericordia de Dios choca de nuevo con nuestro concepto de justicia. El buen ladrón es el hijo pródigo que recibe todas las atenciones de su padre, que recupera el anillo, las sandalias, el vestido y que recibe una fiesta por que ha regresado a su casa. Y todo ello ante la incomprensión y los celos de su hermano mayor, el “justo” que no ha hecho nada malo, pero cuyo corazón está cerrado a su propio egoísmo. No valora lo que es la alegría de estar siempre en la casa de Dios. Esto se repite constantemente en nuestros días. ¿No llevo yo toda mi vida en la Iglesia?, ¿No mereceré yo los primeros puestos en el Reino de los cielos?, ¿no estaré yo mejor pagado que aquellos que se conviertan a última hora? Fantasías de nuestras cortas mentes…
El perdón de Dios es inmediato. El “Hoy” nos hace ver la inmediatez de la salvación. No se le pregunta al buen ladrón cuantas veces había ido al templo en su vida ni cuantas oraciones había realizado. La misericordia de Dios no entiende del pasado, solo atiende al presente de salvación. En esto, los hombres tenemos más memoria que Dios. Nos gusta ver el pasado de los demás para condenarlos, para encontrar una motivación para no perdonarlos. Somos como los ancianos que acudían a Cristo a que condenara a la prostituta: “Esta mujer ha sido sorprendida en adulterio y la ley de Moisés dice que debe ser lapidada, ¿tú que dices?”. Nosotros tenemos también la tentación de creernos que no tenemos pecados. Pecadores son los otros. Echamos las culpas a los políticos a la sociedad, a los mayores, a los jóvenes, a los niños, a los extranjeros, a todo el que no sea como yo… seguimos viendo la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Pero la respuesta de Cristo sigue teniendo validez para todos: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Nadie la tiró en tiempos de Cristo y nadie la tiraría hoy… nos volveríamos a nuestras casas con la piedra en la mano pero esperando que te crucificaran para poder tirarla… A los pecadores no les damos la oportunidad de cambiar. Porqué lo mismo nos sucede con nosotros mismos. Muchas veces nuestro pasado nos paraliza. No nos perdonamos a nosotros mismos, ¿Cómo vamos a perdonar a los demás? No cambiamos o no nos convertimos por que ya ni siquiera creemos en nosotros mismos.
Jesús, ¡que en mi último día también me asegures que estaré contigo inmediatamente en tu paraíso!
Buena reflexión.- El "buen ladrón", que no sería ni bueno ni ladrón, sino alguien a quien Roma consideró peligroso y lo envió a la cruz por ello, reconoce dos cosas: Es culpable de delito y merece el castigo que está recibiendo; hizo daño y ahora lo paga.- Lo segundo que reconoce es que Jesús es inocente y, además tiene un Reino.- Y por eso está en la cruz: por ser Rey, por estar al servicio de los suyos, como consta en la tablilla, en tres idiomas, para que se entere todo el mundo.-
ResponderEliminarY el "Buen Ladrón", desde el momento mismo en que tiene su encuentro con Jesús, vive reconfortado con la Esperanza de una Vida futura en Plenitud, que trasciende al tortuoso presente.-
El otro, el "Mal Ladrón", que sería, más o menos, igual que el "bueno", sigue en la cortedad de miras del "aquí y ahora" (sálvate y sálvanos, pero ahora, de inmediato, bajándonos de la cruz).- No ha tenido su encuentro con Jesús; no espera nada; su proyecto acaba aquí...
Naturalmente, Jesús muere por él también.- Igual que por el otro; igual que por tí y por mí... pero su compañero de cruz no lo sabe... y muere sin esperanza.-
Qué distinto debe ser ver acercarse el final de la vida como un "hasta aquí llegué" o como un "voy a cruzar la puerta de la Casa del Padre".-
Hola mi Amigo sacerdote Soy el p. Milton de Buenos Aires.
ResponderEliminarHoy visite tu blog en el cual lei tu reflexion sobre unas de las siete palabras. Que bueno es saber que todavia existen personas que piensan asi, sobre la realidad de nuestra sociedad hipocrita y astuta ala hora de actuar y sobre todo a la hora de justificar sus hechos y sus miserias para con los demas.
El Buen labron es un buen reflejo de nuestra sociedad contemporanea que se viste de gala para allanar sus penas sus tristezas sin darse que cuenta que el mundo se va terminando y nosotros seguimos m irando nuestro pasado.
Latinoamerica padece este desliz de su vida sucumbe en la angustia del pasado, queriendo hechar la culpa a sus ansestros por todo lo que les va sucediendo en su vida cotidia. que bueno seri a que todos nosotros seamos capaces de reconocernos debiles frente al rostro de Jesus, sentir parte de su historia. ¿no les parece?
Hoy dia america padece de lideres como jesus de persons creibles a los cuales se puede seguir por un camino novedoso y sobre un camino que condusca a vivir la aventura de Dios.
Seamos malos o buenos Dios siempre estara jundo a nosotros que Dios bendiga tu labor amigo
P.Milton desde buenos aires - argentina