Esta semana tenemos una doble celebración. El sábado es el día de Todos los Santos, y el domingo la Iglesia conmemora a los Fieles Difuntos. El sábado nos alegramos de aquellos que la Iglesia ha declarado santos, hombres y mujeres que en vida fueron fieles al Evangelio y que ya gozan de la presencia de Dios, por lo que les pedimos que intercedan por nosotros. Y el domingo pedimos por aquellos que han fallecido y no sabemos a ciencia cierta cuál ha sido su suerte. Pedimos al Señor que tenga misericordia de ellos y recordamos especialmente a nuestros familiares y seres queridos que ya no están entre nosotros.
Para "ambientar" esta doble celebración os propongo un cuento que, como todos los buenos cuentos, tiene un mensaje profundo y puede hacernos pensar en estos temas:

Al abrir una de las puertas, el hombre miró dentro y vio que en medio del cuarto había una mesa redonda. Encima de la mesa había una gran olla de comida que olía tan deliciosa que al hombre se le hizo la boca agua. Las personas sentadas alrededor de la mesa estaban muy delgadas, hambrientas, y de muy mal humor. Cada uno tenía atado a su brazo una cuchara con un mango muy, muy largo. Todos eran capaces de meter la cuchara en el guiso y llenarla, pero ya que el mango era más largo que sus brazos, ninguno podía meter la cuchara dentro de su boca.
Luego fueron y abrieron la siguiente puerta. Era exactamente igual que el primer cuarto. Había otra mesa redonda con la misma gran olla de comida que volvió a hacer sentir apetito al hombre. La gente estaba equipada con las mismas cucharas de mangos largos, pero aquí la gente estaba bien alimentada y llena de salud, riéndose y hablando.
El hombre dijo: Señor… ¡……No lo entiendo........!
"Es simple…." dijo el Señor: ".....La situación aquí es un reflejo de la vida en la tierra. Los que están en el cielo usan sus cucharas para darse de comer los unos a los otros, mientras que los castigados en el infierno únicamente piensan en ellos mismos".