Todavía no he digerido bien el accidente de tren que se ha cobrado 78 víctimas mortales en Santiago de Compostela. Tampoco estoy en disposición de valorar las JMJ que aún no han terminado. Por ambos motivos, y sin pretender ser monotemático, voy a comentar otra película que he visto por primera vez en estos días.

La película comienza con su llegada a Roma procedente de
Florencia. Como sacerdote ermitaño pretendía incorporarse a la Orden de los Jesuitas
y marcharse a evangelizar a las Indias. Su propuesta es rechazada por Ignacio
de Loyola –al frente de la nueva Orden- y decide instalarse en los suburbios de
Roma. Allí encontrará sus propias “Indias”: un grupo de muchachos y muchachas -huérfanos
o hijos de prostitutas- con quienes comienza a formar una comunidad u
“Oratorio”. Tratar a todos por igual, dejar que niños y niñas sean educados
juntos, confesar en medio del campo y no en los templos… va a comenzar a generarle
la envidia y el recelo de los Cardenales y del mismo Papa (la familia Medici), inmersos en plena
Contrarreforma y más preocupados de combatir la herejía que de anunciar el
Evangelio. En su camino, Felipe Neri tiene que luchar más contra el sistema
establecido -y contra las personas que no quieren que el sistema cambie- que
contra la falta de fe o de compromiso de “sus” niños. Será espiado, analizado
con lupa cuanto dice y hace, pero San Felipe Neri vivirá siempre desde la
obediencia, la fe, la humildad y la paciencia, cualidades todas ellas que
marcan la santidad. Se le prohíbe
confesar, se le pone a prueba, es traicionado… pero nunca se queja, ni una sola
vez, nunca. A lo largo de la película va realizando diversos milagros que
consiguen el cariño y el respeto incluso de sus máximos detractores. “Sed
buenos, si podéis…” se convierte en la coletilla de a quien le resulta más
fácil perdonar pecados que juzgarlos. Los personajes secundarios se van sucediendo entre el grupo de niños adoctrinado por Neri recibiendo una lección: Michele (superar sus miedos) Ippolita (igualdad de sexos), Pierotto (la humildad de servir, tremenda la escena donde Neri recrea la parábola del hijo pródigo), Aurelio (la codicia y la vanidad), Mezzapagnotta (el perdón de uno mismo), Alessandro (la aceptación de uno mismo). Mención aparte merecen dos personajes. Por un lado, el compañero de fatigas de Neri, el padre Persiano Rosa, que aporta un toque de humor al tiempo que protagoniza uno de lo milagros en vida del sacerdote: ser revivido unos minutos antes de su muerte para poder así confesar sus pecados y alcanzar el ansiado Paraíso. El segundo personaje que me gustaría destacar es Camilo, ya que me parece muy oportuna la introducción del personaje de San Camilo de Lelis, quien tras dedicarse a las armas se convirtió al cristianismo devoto y fue dirigido espiritualmente por Felipe Neri. En la serie no aparece todo este proceso pero entiendo que es él el aludido, si bien su conversión no llegó hasta los 31 años.
La imagen que se transmite de la jerarquía no es demasiado positiva. Gregorio XIII sí sale bien parado, con un aspecto bonachón y entrañable, aunque rodeado de una curia que parece de todo menos espiritual. Peor parado sale Sixto V de quien si se dice que la cara es el reflejo del alma no se puede esperar nada positivo. Su semblante permanentemente enfadado y amargado se corrobora con sus palabras de lucha contra la herejía y la reforma. De nuevo sus colaboradores aparecen como sediciosos y preocupados de las cosas mundanas.
Tras múltiples muestras de su valía como educador, como
sacerdote y como fundador de esa nueva Congregación dedicada a los niños y
jóvenes más necesitados, Gregorio XIII le propone ser Cardenal de la Iglesia
Católica. Desde la humildad -no desde el rencor ni desde el desacato- la
respuesta de San Felipe Neri (que pasó a la posteridad) lanzando el capelo
cardenalicio al aire da nombre a la película: “¿Cardenal yo?... Lo siento, Su Santidad,
pero… Prefiero el Paraíso”.
No desvelo ningún secreto, ya que es lógico: La película
termina con la muerte de Felipe Neri, pero no una muerte triste, no una muerte
que produzca llantos ni amarguras, sino una muerte alegre porque todos los que lo rodeaban entendieron que era
su momento de llegar al Paraíso que durante tantos años había predicado. Los niños juegan, cantan y bailan conscientes
-o no- de que se iba un santo en vida, y que su testimonio quedaba para la
eternidad. La cancioncilla "Preferisco el Paradiso" es pegadiza como ella sola y acompaña perfectamente el desarrollo de la acción junto al resto de la música de Marco Frisina. Neri sería posteriormente canonizado en Roma en 1622 por Gregorio XV.
Ahora mi pena, mi queja o mi pataleta. Sé que estoy pesadito
con el tema, pero… ¿No se puede hacer una película así en España para demostrar
que también estamos orgullosos de nuestros santos?, ¿Qué tienen que envidiarle
San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, San Juan de la Cruz o Santa Teresa
de Ávila (por citar unos cuantos) a los santos de otros países?, ¿Cuánto tiempo
habrá que esperar a que alguien haga una versión decente de alguno de ellos?... Sí, lo sé, vosotros
también lo estáis pensando… Son preguntas absurdas, quedan muchos filmes patéticos por hacer en nuestro país antes que contar la biografía de personas que han dedicado su vida a los demás... Lamentable.