La Iglesia celebra hoy a Santa Juana de Valois (1464-1505), una santa francesa que llegó a ser reina de ese país y fue fundadora de la Orden de la Santísima Anunciación de la Santa Virgen María cuando su marido obtuvo la nulidad de su matrimonio y la encerró en un convento. Copio una parte de su biografía en la que se cuentan sus penitencias y los sufrimientos de sus últimos días:
Sus ayunos eran largos y durante los mismos (seguramente a causa de ellos) Juana veía a Jesús crucificado, al que se abrazaba fuertemente pidiéndole que la llevase pronto. Pasaba horas y horas arrebatada en el Señor, venerada por sus hermanas anunciatas como una santa ya en vida.
En 1505, poco después de cumplir cuarenta años y convertida en un saco de huesos, Santa Juana de Valois murió. Después de su muerte sus compañeras descubrieron bajo su túnica un cilicio, diseñado por ella misma para conseguir una mayor mortificación. En un trozo de laúd había puesto cinco clavos (por las cinco llagas de Cristo) que le abrían la carne, todo ello sujeto a su pecho por una cadena de hierro. Su exmarido el rey, que en vida la había despreciado, hizo celebrar en su honor un funeral con grandes fastos, en los que ya se la reconocía extraoficialmente como santa.
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