sábado, 4 de julio de 2020

Domingo 14 Tiempo Ordinario (Ciclo A)

Presume nuestro mundo de ser la sociedad del bienestar. Desde mi posición privilegiada que me permite conocer a muchas personas en la intimidad, creo que sería más acertado decir que nuestra sociedad es la sociedad del malestar en el "bienestar". Detrás de la apariencia de felicidad que aparecen en nuestros perfiles de las redes sociales, muchísimas personas, más de las que te imaginas, viven situaciones de hastío, desesperanza, frustración, vacío y aburrimiento.

No sé si te encontrarás entre ese numeroso grupo de personas. Si es así, escucha -o lee- con atención, lo que te dice hoy el Maestro:

"Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré". 

El Señor promete alivio de todos nuestros cansancios y agobios. Pero no vale pretender ese descanso y continuar viviendo de la misma manera. En Él, que es la medicina, está el antídoto para nuestros males: vivir con mansedumbre y humildad:

"Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso".

Luego, para experimentar ese alivio que Cristo nos promete, habría que ir a las raíces de esa experiencia de frustración: Tendríamos que preguntarnos hasta qué punto nuestra vida está asentada en la mansedumbre y en la humildad, y si no es así, si no será esa la causa de nuestro malestar.

¿Pero qué significa ser manso y humilde y por qué esa forma de vivir puede hacernos vivir mejor?

El ser humano está sometido a dos tipos de cansancio y agobios:

- Los agobios derivados de su propia finitud: el miedo al futuro, la tristeza, la soledad e incomprension, las enfermedades, (propias y ajenas) y en último caso la muerte (también propia y ajena).

- Y los agobios derivados de su yo. El tratar de reafirmarse continuamente frente al otro, cosa que le lleva a chocar con el prójimo y ver constantemente en él un enemigo... son cansinos los roces con el marido, con la esposa, con los hijos, con el vecino o el compañero de trabajo... este luchar contra los otros genera cansancio, tristeza y frustración.

Estos cansancios y agobios solo serán contrarrestados eficazmente desde la propuesta vital que nos hace el Señor:

- La mansedumbre, que no es el pasotismo, sino la confianza en el Señor que hace vivir serenamente, aún en medio de la adversidad: "Todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Flp 4, 13)

- Y la humildad de corazón: Nuestros problemas con los demás suelen estar provocados por la soberbia de creernos más y mejores que los demás: La humildad de corazón no es la aceptación de que no se vale nada y no se poseen virtudes, sino que es la aceptación de las virtudes propias como don y regalo de Dios y no como vanagloria y arma arrojadiza contra el otro.

Ya sabes el camino... Confia y apóyate en el Señor con mansedumbre y no pretendas siempre llevarte el gato al agua y vive con humildad, considerando superiores a los demás: No sufras sin necesidad.

Luis Salado de la Riva

No hay comentarios :

Publicar un comentario