lunes, 30 de mayo de 2022

Francisco, juglar de Dios (Francesco giullare di Dio, Italia, 1950)

La semana pasada posteaba Hermano sol, Hermana luna (1972) y hoy vuelvo a comentar otra película italiana sobre San Francisco de Asís, si bien en este caso está rodada 22 años atrás. No lo he hecho aposta, pero curiosamente esta película comienza en el momento exacto en el que termina la anterior, con los hermanos franciscanos regresando a Rivotorto desde Roma una vez que el Papa Inocencio III había bendecido su modo de vida y su regla. En ese sentido, y a pesar de ser anterior, es una continuación argumental de la vida de San Francisco. En ambos films -además de los silencios- la estética, la poesía y la oración juegan un papel determinante.

No obstante lo anterior, las películas son en esencia diversas, sobre todo porque el director de la que hoy nos ocupa, Roberto Rosellini, es uno de los máximos exponentes del neorrealismo italiano. Este movimiento se caracterizó por rodaje en exteriores (nunca en platós) y actores no profesionales que tenían total libertad de improvisación. Tras su gran éxito, Roma, ciudad abierta (1945) a lo largo de su carrera dirigió muchas otras películas de temática religiosa como Juana de Arco (1954), Da Gerusalemme a Damasco (1970), Agustín de Hipona (1972) o El Mesías (1975).

Se trata de un film bastante corto (83 minutos) interpretado en su mayoría por religiosos franciscanos de un monasterio italiano (San Francisco, por ejemplo, es fray Nazario Gerardi). Uno de los pocos actores profesionales es Aldo Fabrizi, quien interpreta a Nicolaio, el tirano de Viterbo. El actor romano ya había colaborado con Rosellini en Roma, ciudad abierta, dando vida en aquella ocasión a un personaje religioso, don Pietro Pellegrini, un sacerdote que valientemente desafiaba al régimen fascista. 

El argumento se compone de once episodios de la vida de San Francisco (1182-1226) sin excesiva conexión entre ellos, tomados de dos obras literarias, “Las Florecillas” (de hecho el título del film en la versión inglesa es "The Flowers of St. Francis") y la “Vida de fray Junípero”. En ellos San Francisco explica al hermano León en qué consiste la felicidad perfecta a través de la humildad, el servicio, la pobreza -como desapego de los bienes materiales- y la alegría del contacto con la creación divina. Recuerda por ello a las antiguas vidas de santos, idílicas, bucólicas y que inspiran a la devoción y la piedad. El movimiento franciscano es en origen una vuelta a esa inocencia primera, al idealismo de seguir unos principios siendo fieles a ellos y sin cuestionarse nada más. En cierta forma se defiende una ingenuidad que recuerda el "hacerse niños" que Jesucristo reclamaba para sus seguidores como norma de vida en el Evangelio de San Mateo 18,3. En este contexto hay que entender la siguiente frase de San Francisco:

"Os mando, por santa obediencia, que deis vueltas donde estáis como hacen los niños cuando juegan, y no dejéis de dar vueltas hasta marearos". Por cierto, que la fórmula “Te ordeno por santa obediencia que…” se repite en muchas ocasiones, siendo una coletilla que resalta la autoridad de San Francisco dentro de la Comunidad. No se trata de una autoridad hipócrita, sino de quien es el primero que da ejemplo en todo y así lo solicita a sus hermanos. La frase: "Es mejor predicar con el ejemplo que con las palabras" hay que entenderla también en este sentido, en el que la personalidad y el carácter del Santo de Asís marcan el estilo evangelizador de sus seguidores, siendo Francisco un hombre más de obras que de palabras.

La última historia termina con la dispersión de los hermanos para predicar el Evangelio de Cristo y el nuevo estilo de vida de la Orden Franciscana.

Espiritualmente el film nos deja muchas enseñanzas válidas e importantes de recordar.

La primera de ellas -y quizás la más importante- es que la búsqueda de lo divino no era para el Santo de Asís una introspección intelectual, sino una manera de poner a Dios en las acciones cotidianas de cada día. En el trabajo, en el juego, en la amistad y -sobre todo- en la caridad con el prójimo. Dios está presente en su Creación y sobre todo en el ser humano, creado a su imagen y semejanza. Si se le busca bien está en todas partes, no hay que encerrarse en un monasterio aislado para conocerlo a través de los libros o el silencio. Por supuesto que San Francisco era hombre de oración, pero desde la contemplación de la naturaleza y los misterios de la Pasión de Cristo. Hay que recordar que el monacato medieval ya existía desde el siglo III y buscaba en cierta manera la "fugas mundi", mientras que la espiritualidad de San Francisco tenía una perspectiva distinta: para encontrarse con Dios no es necesario aislarse del mundo sino que precisamente hay que evangelizarlo desde dentro. En el eterno dilema entre divinizar lo humano o humanizar lo divino, el poverello apuesta decididamente por lo primero.

El film es una invitación clara a la oración, en la que el director casi solicita al espectador que se adhiera a las alabanzas de San Francisco a Dios. Por ello, en la película se presentan dos de las oraciones más importantes de Francesco, si bien una de ellas está algo alterada en su contenido. Desconozco si ello es intencionado, se debe a agilizar la trama u obedece a la improvisación de los actores a la que antes aludí en este mismo comentario. 

La primera de ellas es el Cántico de las Criaturas, que se recita de manera completa en el film:

Alabado seas, mi Señor,
en todas tus criaturas,
especialmente en el Señor hermano sol,
por quien nos das el día y nos iluminas.

Y es bello y radiante con gran esplendor,
de ti, Altísimo, lleva significación.

Alabado seas, mi Señor,
por la hermana luna y las estrellas,
en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.

Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento
y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo,
por todos ellos a tus criaturas das sustento.

Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego,
por el cual iluminas la noche,
y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.

Alabado seas, mi Señor,
por la hermana nuestra madre tierra,
la cual nos sostiene y gobierna
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.

Alabado seas, mi Señor,
por aquellos que perdonan por tu amor,
y sufren enfermedad y tribulación;
bienaventurados los que las sufran en paz,

porque de ti, Altísimo, coronados serán.
Alabado seas, mi Señor,
por nuestra hermana muerte corporal,
de la cual ningún hombre viviente puede escapar.

Ay de aquellos que mueran
en pecado mortal.

Bienaventurados a los que encontrará
en tu santísima voluntad
porque la muerte segunda no les hará mal.

Alaben y bendigan a mi Señor
y denle gracias y sírvanle con gran humildad.

La segunda oración que aparece en el film es la conocida como Oración de la Paz, que en este caso sí ha sido recortada y modificada sustancialmente, os dejo las dos versiones para que las podáis comparar vosotros mismos:

Oración original

Oración en el film


Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.

 Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.

Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.

Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.

Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.

Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.

Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.

Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.

Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.

 Maestro, que yo no busque tanto ser consolado, cuanto consolar,

ser comprendido, cuanto comprender,

ser amado, cuanto amar.

Porque es dándose como se recibe,

es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,

es perdonando, como se es perdonado,

es muriendo como se resucita a la vida eterna.

 

Amén.


Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.

 Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.

Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.





Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.

                                                                                                                                                                                                                      Que allá donde hay dolor, yo ponga la alegría.

Maestro, que yo no busque tanto                                                                                                                                                                                                                                                                                                         ser amado, cuanto amar,

 

 

 

 

Y mi todo en la tierra aprenda el secreto de tu paz, que es fruto de la justicia y del amor fraterno.

La última frase que me gustaría destacar es el tratamiento que San Francisco hace de la Virgen María, hacia quien dirige esta hermosa fórmula:

"Salve, hija y sierva de nuestro Padre Celestial, madre de nuestro amado Señor Jesucristo, y esposa del Espíritu Santo".

En definitiva, una película para disfrutar, para conocer mejor a este Santo -y porqué no- también para rezar. 

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