Esta frase se atribuye a Enrique III de Navarra, quien a pesar de ser bautizado como católico fue educado en la fe reformada-calvinista, concretamente en la rama de los hugonotes. En una época donde el límite entre política y religión era casi inexistente, para poder acceder al trono de Francia -tras la muerte de su homónimo Enrique III de Francia- se le exigió abjurar de su fe hugonota (practicada por apenas el 10% de la población) y volver al catolicismo, la religión mayoritaria del país. No se lo pensó dos veces. El 27 de febrero de 1594 era coronado como Enrique IV de Francia en la Catedral de Chartres. Desde ese mismo día se le atribuye la frase "París bien vale una Misa", reinando en el trono de Francia hasta que fue asesinado el 14 de mayo de 1610.
Valga esta introducción histórica para decir que por primera vez en mi vida he estado en París, la segunda ciudad europea con más turistas, solo superada por Londres y por delante de Roma. Yo a nivel personal me quedo -con mucha diferencia- con esta última, pero reconozco que no soy nada imparcial al haber vivido dos años en la Ciudad Eterna. Para mí la capital gala debería ocpar el último lugar en ese podium, pero insisto que son opiniones personales bastante condicionadas por mi historia personal.
Vamos al recorrido. Más allá de hacerme las típicas fotos con la Torre Eiffel, la Mona Lisa o los Campos Elíseos (que quedan para mi intimidad) me he tomado este viaje como una búsqueda de las raíces cristianas de una de las capitales más importantes de Europa, que es lo que quiero compartir con vosotros. Sé que no he podido ver todos los lugares emblemáticos de París, y que muchas iglesias y obras religiosas se me habrán escapado por desconocimiento del terreno, pero al menos he sacado una buena colección que quiero inmortalizar en esta entrada. Me voy con la pena de no poder ver la Catedral de Notre Dame más allá de la fachada, pero aún hay que esperar unos meses a que vuelva a reabrir su interior tras el incendio que sufrió en 2019. Un motivo importante para inentar volver en otra ocasión.
Así es que sin posibilidad de visitar Notre Dame, la Iglesia más destacable es la Basílica del Sagrado Corazón en la la loma de Montmartre (Monte de los mártires). Está ubicada en el lugar donde supuestamente fue decapitado San Dionisio, el primer obispo de París (s. III). Hay que subir muchas escaleras y hacer algo de ejercicio físico, eso sí, antes de quedar maravillado por unas vistas maravillosas de la ciudad. El templo en sí es bastante reciente (1885), construido en piedra blanca que la hace resaltar sobre el paisaje.
El interior es muy bonito, con una imagen-mosaico de Cristo en su advocación del Sagrado Corazón que acoge al visitante con sus brazos abiertos. Desde hace 125 años, esta iglesia es un lugar de adoración perpetua a la Eucaristía las 24 horas del día los 365 días del año, aunque el templo está abierto al público solo de 06:00 a 22:30. Para permanecer el resto de horas en adoración es necesario inscribirse previamente.
En las capillas laterales encontramos imágenes de cuatro de los pilares fundamentales de la fe en Francia:
Saint Denis (San Dionisio de París). Llegó a Francia hacia el 250 o 270 desde Italia con seis compañeros con el fin de evangelizarla. Fue el primer obispo de París y es llamado el "apóstol de las Galias". Fue martirizado en el año 272, junto a sus compañeros Rústico y Eleuterio, durante la persecución de Aureliano. Cuenta la leyenda que tras ser decapitado, Dionisio caminó seis kilómetros con su cabeza bajo el brazo hasta llegar a un lugar en el que entregó su cabeza a una piadosa mujer descendiente de la nobleza romana, llamada Casulla, y después se desplomó. En ese punto se encuentra en la actualidad la Iglesia de Saint Denis.
Santa Teresa del niño Jesús (o Teresa de Lisieux): fue una santa religiosa, declarada doctora por la Iglesia. Pertenció al monasterio de las Carmelitas Descalzas y murió muy joven, con solo 25 años. Destacó por su sencillez y a pesar de su corta vida es patrona de las misiones, ya que su deseo siempre fue el de ser misionera, aunque no pudo cumplirlo debido a su delicada salud. En este Blog comenté en su día la película Therese, que narra al completo su biografía. La
Virgen María. Me sorprendió que en esta iglesia su figura principal sea con el
niño Jesús en brazos, y no como la
Virgen de Lourdes. Entiendo que en otras iglesias estará presente la advocación más internacional francesa, pero en esta no encontré ninguna representación escultórica ni pictórica suya.
El
Arcángel San Miguel (patrón de la
Orden Militar de Francia). En la
Biblia aparece en el
Libro de Daniel, en la
Carta de Judas y en el
Apocalipsis como el defensor de los intereses divinos ante la rebelión de los ángeles caídos y como el que traerá la victoria de
Dios al final de los tiempos. San Miguel es una constante que se repite en todas las iglesias de Francia, un país que -como todos los europeos- desarrolló una pontente angeología en escultura y pintura a lo largo de todo el medioevo.
Tras
Montmartre visité el
Panteón ubicado en el barrio latino, lugar de enterramiento de diversas personalidades francesas como
Rousseau,
Voltaire,
Víctor Hugo,
Zola,
Braille,
Monnet,
Dumas o el matrimonio
Curie. Siendo en un principio un lugar religioso (lugar de enterramiento de
Santa Genoveva, patrona de
Francia) posteriormente fue transformado en lugar de homenaje
"Aux grands hommes la patrie reconnaissante" (
«A los grandes hombres, la patria agradecida») como se puede leer en su fachada. Con el transcurso de los años se ha eliminado la cruz que remataba la cúpula y se ha sustituido un altar cristiano por otro altar republicano.
A pesar de la supresión de muchos elementos decorativos religiosos, aún se conservan algunos, como este que se repite en las galerias de enterramientos: El Crismón. Como se puede ver, la parte central está compuesta por la intersección de las dos primeras letras del nombre de Cristo en griego: Χριστός (el ungido). A ambos extremos están el Alfa y la Omega, la primera y última letra del alfabeto griego. "το Αλφα και το Ωμέγα" quería decir "El primero y el último" en referencia a Jesucristo, nombrado así en el libro del Apocalipsis.
El edificio está presidido por el fresco de Hébert "Cristo enseñando al ángel de la guardia de Francia los destinos de la patria". En ella están representados, de izquierda a derecha: Santa Juana de Arco, Santa Genoveva, Jesucristo, El arcángel San Miguel y París. Esta última, arrodillada en actitud de recibir la bendición, representa a la ciudad que es puesta bajo la protección de los otros cuatro personajes.
Fuente de San Miguel. Sin salir del
Barrio latino -es más, en su corazón- se puede ver esta obra escultórica de 26 metros de altura dedicada al
Arcángel San Miguel, como deciamos antes omnipresente en la iconografía religiosa francesa. El conjunto representa a
San Miguel, espada en mano, quien aparece sometiendo al
Demonio. Se simboliza con ello la lucha del Bien y del Mal. Encima de cada columna aparece una estatua de bronce que representa a cada una de las cuatro virtudes cardinales: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. El objetivo de la fuente era el de ocultar una fachada antiestética sobre la que quedaba apoyada.
De allí encaminé mis pasos hacia el Museo del Louvre. Reconozco que es difícil resaltar únicamente unas cuantas imágenes religiosas de todo lo que pude contemplar, pero yo voy a quedarme con estas tres:
1. Comienzo por mi herido orgullo patrio. La Inmaculada Concepción de Murillo. Robada por los franceses (como el 80% del Louvre) en este caso a la iglesia de Santa María la Blanca de Sevilla durante la Guerra de la Independencia contra los franceses (1810-12). Afortunadamente no tiene la calidad de la Inmaculada del Museo del Prado, pero lo cierto es que esta bella obra del pintor sevillano se haya en una galeria junto a otros 5 murillos, todos ellos saqueados de la capital hispalense.
2. San Francico recibiendo los estigmas, de Giotto di Bondone. Retablo del siglo XIII expoliado a una iglesia franciscana de Pisa. Debajo y en pequeño se pueden apreciar otros tres momentos de la vida del santo: El sueño de Inocencio III, La aprobación de la regla y San Francisco predicando a los pájaros. La escena principal representa el momento en que San Francisco vio a un serafín volando con seis alas, con sus brazos extendidos y los pies juntos, atado a una cruz. En ese mismo momento San Francisco sufre los estigmas de Cristo en pies y manos, símbolo de la presencia divina, lo que confiere al santo una alegría enorme pues se hallaba en ese momento en una profunda crisis espiritual al tiempo que un evidente deterioro físico.
3. San Miguel derrota a Satanás, de Rafael Sancio. La obra, un encargo de Lorenzo de Médici representa el momento en el que San Miguel lucha y derrota a Satanás, el diablo. En este caso la obra fue regalada por el papa León X al rey francés Francisco I a cambio de la defensa de los derechos de la Iglesia en territorio galo. La escena representa el momento en que San Miguel aparece pisoteando a Satanás, al tiempo que clava su lanza en la espalda del diablo.
Tras la obligada visita al Louvre tocó el turno al no menos típico paseo desde el Museo hasta los Campos Elíseos. En ese trayecto, en el Jardín de las Tullerías hay de nuevo un buen puñado de esculturas religiosas de las que destaco estas dos que me impactaron sobremanera:
1. Henri Vidal: "Caín acaba de matar a su hermano Abel". Escultura que recoge el remordimiento producido en el personaje bíblico tras el primer homicio en la tierra según recoge el libro del Génesis. Representa a un Caín completamente desnudo y abatido, del que no podemos ver su rostro pues lo oculta tras su brazo derecho. Parece en movimiento, acercándose al espectador, lo que le confiere a la obra una sensación de realismo que impresiona. Psicológicamente expone el dolor por el pecado y la incapacidad de volver el tiempo atrás. Una vez realizado el acto homicida no hay vuelta atrás, el remordimiento y la angustia se han apoderado de Caín.
2. François-Léon Sicard: "El buen samaritano". Este impresionante conjunto escultórico formado por dos personas recoge el momento en el que el buen samaritano atiende al viandante asaltado por el camino como nos cuenta Jesucristo según su parábola del Evangelio de San Lucas 10, 25-37: "Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él". La imagen capta el justo momento en el que el samaritano coge en peso el cuerpo dolorido del herido, mostrando el esfuerzo del primero y el sufrimiento del segundo de una manera dramática.
Sé que me faltaron muchas iglesias e imágenes que ver. Si Dios quiere, y cuando Notre Dame vuelva a estar abierto al público, este post tendrá una segunda parte para completarlo....
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