lunes, 3 de julio de 2023

Francesco (Francesco, Italia, 1989)

Es verano y vuelvo a intentar ver y comentar todo el cine religioso que pueda. La vida de San Francisco de Asís es apasionante, sin duda una de las biografías más interesantes de la historia de la humanidad que ha sido llevada al Cine en múltiples ocasiones. En este Blog ya he comentado Francisco, juglar de Dios (1950), de Roberto Rosellini y Hermano sol, hermana luna (1972) de Franco Zeffirelli. Hoy toca el turno de Francesco, una coproducción ítalo-germana dirigida por Liliana Cavani. Lo primero que llama la atención de esta directora es su fijación por este personaje, de quien ya había rodado un film de menor presupuesto en 1966 llamado Francisco de Asís y del que realizó una película para televisión sobre el mismo tema en 2014. Su mayor éxito, El portero de noche (1974) es el mejor exponente de lo que ha intentado durante toda su carrera cinematográfica, una continua búsqueda sincera e intensa del significado del sentido de la vida. Desde una perspectiva neorrealista y casi tenebrista, Liliana Cavani exponía en esa película sobre el nazismo y sus secuelas varios temas que la acompañaron siempre: la espiritualidad, la reconciliación y también -porqué no decirlo- su fascinación por la desnudez masculina así como por el erotismo y la sensualidad. Todo ello se refleja de alguna manera también en la cinta que hoy analizamos. Es muy interesante subrayar que Cavani aporta la visión femenina de un santo en cuya vida otra mujer, la futura Santa Clara, jugó un papel muy relevante en una época donde el rol femenino estaba relegado a poco menos que la nada.  

Para el reparto se contó para el papel de Francesco con Mickey Rourke, quien en esta película mostró todo su potencial interpretativo. Desgraciadamente, la vida le llevó por otros derroteros y hubo que esperar hasta 2009 para que en El luchador encontrara otro papel a su altura, consiguiendo, esta vez sí, el Oscar al Mejor actor principal. Algo parecido ocurrió con Chiara, interpretada por Helena Bonham Carter, quien tras películas sin excesivos reconocimientos obtuvo en 2011 el Oscar a la Mejor actriz de reparto por El discurso del Rey. En Francesco ambos están soberbios y sinceramente creo que si no obtuvieron mayor reconocimiento a nivel de galrdones fue por no tratarse de una película americana. 

Los vestuarios, la ambientación y los decorados son bastante convincentes, con una gran variedad de tomas rodadas en la naturaleza toscana (en una película sobre San Francisco son inevitables) a los que únicamente se les puede achacar una excesiva oscuridad, si bien, como hemos dicho antes, ello confiere el ambiente intimista y casi tenebrista que Cavani impone en todas sus películas. La música es bastante escasa, casi únicamente la encontramos al comienzo y al final del film, compuesta por el también oscarizado (en este caso unos año antes, en 1982, por Carros de fuego) Vangelis.

El argumento es -ni más, ni menos- la corta pero intensa vida de San Francisco de Asís (1181-1226) contada por sus primeros discípulos (Pietro Cattani, Bernardo di Quintavalle, Angelo Egidio...) reunidos para que uno de ellos -Leone- ponga por escrito sus testimonios compartidos. De entre todos ellos destaca, sin embargo, una mujer, Chiara Offreduccio (1194-1253), quien vivió un proceso de santidad paralelo a il poverello de Asís.

Vamos sin dilación con el análisis espiritual, extenso pero interesantísimo. Lo haré al hilo de las conversaciones más relevantes del film:

Las primeras escenas narran la vida de San Francisco previa a su conversión. Con un padre noble, un trabajo con mucho futuro y todas las comodidades anejas a su status (banquetes, mujeres, riquezas..) Francesco decide ir a la guerra para ganar aún más fama y dinero. Se nos transmite una visión en la que todo santo tiene un pasado pecaminoso, y el de Francesco no fue una excepción:

Leone: "¿Debo escribir estas cosas?"
Clara: "Sí, escríbelas".

Tras la derrota en el campo de batalla de Perugia llega la prisión y casi accidentalmente, el comienzo de su conversión, al guardar un evangelio de otro prisionero que ha sido torturado:

Soldado de Perugia: (mostrando un cuerpo despellejado) "¡Mirad! ¡Sabemos cómo tratar con ellos!".
Bernardo de Claraval: "¿Qué es?" (Francesco recoge un librito del suelo al pasar por delante)
S.d.P.: "Así son nuestros castigos a los impíos" (señalando al reo ensangrentado colgado bocaabajo).
Francesco: "Es un Evangelio... no está en latín".
B.d.C.: "¿En que idioma está?"
F: "Nuestro dialecto. El pobre hereje probablemente lo tradujo".
B.d.C.: "Tíralo. Es peligroso".
F: "Más tarde".

Tras ser liberado con un rescate pagado por su padre, se embarca en una segunda batalla. Sin embargo, al poco de partir cambia de parecer y se da media vuelta en busca del "librito" (el Evangelio) en el que quiere encontrar respuesta a todas las preguntas que se amontonan en su cabeza:

F: "¿Todava tienes ese libro? Ya sabes, el de ese personaje que ellos..."
B.d.C.: "¿Lo necesitas?"
F: "No lo sé".

Gran parte de la "culpa" de esa confusión/conversión es de Chiara, quien a pesar de su extraordinaria belleza se dedicaba a mezclarse con lo pobres y menesterosos de la ciudad, para sorpresa e incredulidad de Francesco, quien en un principio, le cuestiona incluso la veracidad de esa vida caritativa:
 
Francesco: "¡Chiara! ¿Por qué estás haciendo esto?"
Clara: "Ellos están necesitados".
F.:" Lo haces por tu propio bien".
C.: "¿Y tú?, ¿Qué haces?"
F.: "Yo no hago nada".
C.: "Esa vez me hizo daño. ¿Estaba siendo caritativa solamente porque me lo habían enseñado?, ¿Eran mis acciones hábitos y no espontáneas?".

A partir de la lectura de los Santos Evangelios la radicalidad llega a la vida de Francesco. Vende una parte de los bienes familiares, por lo que es denunciado por su propio padre ante el obispo Guido, en un famoso litigio en el que Francesco termina desnudándose para renunciar a todos sus bienes, con la defensa como abogado de Pietro Catani. Destaco algunas frases de esta conmovedora escena:

Pietro Catani: "¡No! Un "penitente" hacia Dios (...) ¡No! ¡Un momento! el penitente declara públicamente que a partir de este momento, no reclamará más las riquezas de su padre".
Pietro de Bernardone: "¡Francesco! ¿Que te he hecho? ¿Qué hice mal?"
P.C.: "Mi cliente ha abrazado una vida diferente. No puede volver a casa."
P.d.B.: "¿Que vida? ¿La vida de un mendigo? ¡Él no puede hacer esto, mi señor obispo! No puede permitir que un hijo pisotee los derechos de un padre!"
Francesco: (Desnudándose ante las risas de todos  depositando sus ropas a los pies de su padre) "Esto es suyo... Tengo otro padre".

Tras ello Francesco se traslada a la ruinosa Capilla de San Damián, con la única compañía de un  abandonado crucifijo. Comienza su vida de mendicidad, de penitencia y de oración en contacto con la naturaleza y los pobres, llamando puerta por puerta en busca del sustento diario con esta frase:

Francesco: "Señor, te deseo paz y bienestar para ti y los tuyos".

Su vida eremítica comienza a llamar la atención de todos, pero especialmente de Chiara, quien siente auténtica compasión hacia él. Francesco se rodea de pobres y leprosos, abandonando su propia salud y bienestar:

Chiara: "Estás enfermo, debes cubrirte y descansar. ¿Te das cuenta de ello? No iré a casa hasta que hayas comenzado a cuidar de ti mismo".

En medio de las dificultades, comienza a aflorar la santidad de Francesco. De su boca y tras perder los pobres lo poco que tenían en una tormenta, escuchamos de su boca su primera oración a Dios:

Francesco: "Señor, la lluvia es hermosa. Lava y alivia nuestra sed... Señor, nuestras casas son endebles, y hechas de paja y barro. Señor, ayuda a nuestras casas, y habla con la lluvia. Bendito sea el Señor, Quien habla con la lluvia".

Su padre, preocupado aún por él, manda al notario y al abogado del pueblo de nuevo en su rescate, pero lo que obtiene a cambio son más interrogantes de ambos testigos, al ver el estilo de vida sobrio y austero de Francesco:

Bernardo de Claraval: "En medio de esa suciedad... un mundo maravilloso!"
Pietro de Bernardone: "Mi querido notario, lo has pensado, pero no te aclaras... ¿Y qué tiene que decir, abogado?"
Pietro Catani: "No se que decir. El notario ha contado lo que vimos... Puedo distinguir el orden del desorden. Vi allí una especie de orden. No puedo explicarlo, ¡pero lo vi!"

Ambos van de nuevo a San Damián y son sorprendidos por las palabras del Evangelio con que Francesco los convierte definitivamente a su causa:

Francesco: “Si quieres ser perfecto, ve a vender lo que posees y dáseo todo a los pobres. No lleves nada contigo, ni bolso, ni dinero, ni sandalias (se descalza mientras sigue leyendo). El que quiera venir conmigo, debe renunciar a sí mismo, y tomar su cruz, y seguirme. Esto es todo lo que puedo decir. No hay nada que temer".

Tras estas dos conversiones, se producen otras dos. Las de Leone y Angelo contadas esta vez en primera persona:

Francesco: "León, cordero de Dios, ¿adónde vas?, ¿Puedo ayudarte?"
León: (contándolo en la actualidad) "Estaba estupefacto...¡León, cordero de Dios! ¿Por qué me llamó así? mi madre me solía llamar así cuando era pequeño, pero él no podía saberlo... Así cambié los ojos tristes de mis padres y de mi caballo Omar a los ojos de Francisco, quien se convirtió en mi padre y mi tierna madre".

Francesco: "Lo van a matar".
Angelo:  "¡Ese hombre es un ladrón!"
F.: "Es nuestro hermano".
A: "¿Nuestro hermano? Entonces estás loco..." (A partir de aquí como narrador) "Fraternitas... seguí repitiéndome a mi mismo. Fraternidad...  hasta que tenía esa palabra metida en mi cabeza. Eso era lo que queria, para mi enorme asombro".

Dos episodios se suceden entonces, uno de ellos, muy enigmático, en el que en la nieve Francesco se desnuda y reconoce haber sido tentado de abandonarlo todo y formar una familia, simbolizada en unos muñecos de nieve. La segunda, su predicación en la catedral de Asís de la que sale junto a sus amigos entre empujones, insultos, risas y lanzamientos de piedras.

"(Mostrando dos figuras de nieve realizadas con sus manos) Esta grande es mi mujer, y el pequeño es mi hijo. He sido tentado, perdonadme".

(Abrazando un crucifijo en el interior de la Catedral) "La paz lo es todo. Es fácil adorar imágenes de madera. Nunca sufren hambre ni frío. ¿Ahuyentariais a un hombre? ¿Quién quiere ser santo? ¿lo hariais? Alejar a un hombre ¿Quién quiere ser santo? ¿lo hariais? Se necesita coraje. Y otros tienen este coraje. Estoy hablando de esos que viven fuera de la ciudad, los pobres. Que viven fuera del muro de la ciudad, ellos tienen este coraje. ¿Nos ayudariais? ¿orariais con nosotros?

No todos reaccionan igual. muchos en el pueblo deciden seguirle en ese momento. También Chiara, quien decide unirse a ellos y ser un hermano más, pese a las reticencias iniciales del santo:

Francesco: "No podría soportarlo si tú fueses humillada o herida. Mater Carísima, el amor tiene un precio. Me temo que el único miedo que me queda es por ti."
Chiara: "¿Tienes miedo de que tenga hambre y frío? ¿De que me violen o me maten? Déjame ofrecerte la seguridad de la que he disfrutado".
Bernardo: "Mi prima no puede vivir aqui con la vida a la que está acostumbrada. Ella no puede quedarse aquí o ir por los caminos a merced de criminales violentos. Nos insultarán más que nunca. Se imaginarán quién sabe qué. Sabes muy bien lo que la gente imagina cuando ven a una chica con unos hombres".

Pero la decisión ya estaba tomada. Chiara misma se lo deja claro a su tío cuando va a la iglesia de San Damian a rescatarla y llevársela de vuelta a su casa:

"He hecho un voto a Dios y tú estás en su palacio".

Ante la magnitud de los acontecimientos y el escándalo que ha comenzado a producirse, el Obispo Guido llama a Francesco y mantiene una conversación con él en el que ambos encuentran una solución:

Obispo Guido: "Han venido a decirme que eres un perturbador de la paz, provocando escándalos. ¡Y ahora, mujeres!. ¡La gente ha venido a mí a protestar! Ellos... espero que montes un convento, una casa, una institución de caridad. Hay ofertas, edificación, terrenos...".
Francesco: "No puedo aceptar".
O.G.: "Que estás haciendohijo mío... No podéis andar como animales callejeros, sin techo sobre vuestras cabezas, medio desnudos, tan vulnerables... ¡Debes darte cuenta de eso Francisco! No puedo defenderte. Solo el Papa tiene el poder de hacer eso. Escucha, es necesario que lo veas. Con su permiso,
te dejarán en paz. Debes tomar esa decisión. solo él es capaz de resolver tus problemas".

Francesco emprende entonces camino a pie a Roma junto a doce de sus seguidores  para ver a Inocencio III, amparados por Juan de San Pablo, un cardenal amigo del obispo Guido.

Papa Inocencio III: "¿De qué nos acusan? Todos acusan a Roma de algo".
Cardenal Juan de San Pablo: "No están acusando a nadie. No hablan palabras de odio. Aman a todos, incluidos nosotros. Quieren vivir siguiendo el Evangelio y pedir que se confirmen sus reglas. Esta es la vida del Evangelio de Jesucristo, que los penitentes de Asís deben vivir en pobreza, amor y castidad, siguiendo la enseñanza de Jesucristo, quien dijo: Anda, vende lo que tienes, y dalo todo a los pobres... Renuncia a ti mismo".
Otro Cardenal: "Estos grupos siempre comienzan siguiendo el evangelio en humildad y pobreza, entonces la vanidad se apodera! Y en poco tiempo se proclaman ellos mismos los verdaderos cristianos, los únicos apóstoles, y cubren el trono de Pedro con insultos".
C.J.d.S.P.: "¿Deberíamos declarar que es imposible vivir la vida del Evangelio?"
P.I.: "¡Ciertamente no podemos declarar eso!"
...
P.I.: ¿Cómo puedes amarnos?
Francesco: "Sin limitación, sin juicio. Nunca intentaremos contener cualquier gracia posible".
P.I.: "Veremos si sois verdaderamente "hombres nuevos" entonces volverás. In nomine patris, et filii, et espiritus sancti".

Esta bendición papal provocó en toda la cristiandad una explosión en el seguimiento de Francesco, como explica Leone:

"Novae gratiae verbum" La palabra de la nueva gracia difundida tan ampliamente, que los jóvenes de todos los países querían convertirse en nuestros hermanos. Nos volvimos tan numerosos que se decidió que haríamos que todos se reunieran al menos una vez al año por Pentecostés, aquí en Asís".

En 1212 las instituciones regalan a Francesco la capilla de la Porciúncula con la condición de que la conservase siempre como la iglesia principal de la nueva orden. Su negativa a vivir en ella es presenciada por el legado papal, quien queda gratamente sorprendido:

Bernardo: "¡Francesco! ¿Qué estás haciendo? ¡Esta es nuestra casa!" (Francisco está tirando las tejas del edificio)
Francesco: "¡Mis hermanos no tienen casa!. ¡Nuestras cosas están ahí! (señalando la naturaleza) Y algunas provisiones.
Autoridad de Asís: Es Francesco, está destruyendo la casa.
Legado Pontificio: ¡Un hombre santo con sus propias ideas!

Pero el incremento en número trajo consigo un detrimento en la calidad del seguimiento, al que se suceden problemas, discrepancias, divisiones, enfrentamientos... y una exigencia:

"Nos gustaría un programa, una regla. Creo que estoy expresando el sentir general de los que protestan".

La respuesta inicial de Francesco es clara. No hay más regla que el Evangelio:

"Eruditos hermanos, sabéis hablar y yo soy tan bajo que me mezclo con la suciedad. No sé nada. Sólo he sido capaz de escuchar. Escuchar, escuchar. Y por fin lo he conseguido al escuchar estas palabras. Bienaventurados los pobres, y bienaventurados los que lloran. Porque se reirán. Y bienaventurados los que tienen ¡algo para reírse!. A veces me río en lugar de llorar. También he oído esto: ¡Ay de ti cuando todos hablen bien de ti! Bendice a los que te insultan, y ama a tus enemigos. Ámalos de verdad, abrázalos. No hay gran mérito en amar a los que ya te aman. No juzgues. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar a nadie? Además de la misericordia de nuestro Padre está más allá del saber. Perdona, diez veces, incluso mil veces. Y mas que todo: dar, dar, siempre dar!"

No obstante, las exigencias continúan y las dudas de Francesco comienzan a aflorar, desbordado por tantos seguidores con ideas tan diferentes. A ello se suma sus problemas de salud, estomacales y el comienzo de su ceguera, que concluyen con su renuncia a ser el líder de la nueva Orden:

"Padre, estoy ciego. ¿Puede un ciego guiar a otros ciegos?"
...
"Olvidadme, Estoy como muerto. De aquí en adelante, nuestro nuevo líder será Pietro Cattani. Le obedeceremos".

La narración de las historias y anécdotas sobre Francesco se siguen sucediendo mientras Leone toma nota de todo. Se relata la agonía de su padre, por quien sabemos en sus últimas palabras del viaje de su hijo a Jerusalén y su entrevista con Saladino para intentar detener las cruzadas:

¡Mi hijo en la Cruzada! ¿De verdad fuiste? ¿Es verdad que hablaste con el Saladino? ¿Que dijo que hablaría solo contigo? Dicen que eres famoso. ¡Has ganado! Eres un caballero, ¿no?

La muerte de su padre, sus enfermedades y las disputas internas en la Orden sumen a Francesco en una tristeza de la que le costará salir. En ese momento vuelve a emerger la figura de Chiara para infundirle ánimos en su batalla espiritual: 

"En el Evangelio hay un hombre fuerte, manso, vigoroso y tierno, un hombre que sabe llorar y sabe reir, un hombre que puede estar emocionado o desesperado. Un hombre que afronta la cruz con el corazón, un hombre como tú, en otras palabras. Un hombre que no retrocede".

Junto a Leone, en 1224 se retiró al Monte Alvernia donde en contacto con la naturaleza, los animales, el frío y la lluvia redacta varias reglas que son rotas y quemadas por sus seguidores, que lo tachan de intransigente y excesivamente estricto. Solo, ciego, enfermo y deprimido, Francesco comienza a pensar que su vida ha sido un fracaso. En el film se entremezclan sus oraciones desesperadas con la narración de esta época en boca de Leone:

Francesco: "Señor... Señor, respóndeme. Señor... Señor... Señor... Señor, respóndeme, respóndeme".
Leone: "Yo, León, cordero de Dios, hubiera sido muy estricto antes de aceptar a tantos hermanos. Especialmente aquellos, que eran los charlatanes más simplistas. Tuvo la impresión de que todo lo había hecho mal, y que estaba realmente loco, simplemente era "el loco de Dios".
Chiara: "Sí, Leone, escríbelo. Fue su momento más oscuro".
....
Francesco: "No he estudiado Grammaticam, divinitatem, et legem. Son todos iguales, "Deux mihi dixit"... "Deux mihi dixit". Dios me habló. ¿Lo entiendes?"
Leone: "Sí, es verdad".
F.: "Leone, ¿y si solo soy un tonto?"
L: "¡No! Respondiste sin reservas, sí, sin reservas".

Y cuando todo parecía perdido... el milagro de los estigmas, entendidos como la respuesta de Dios a las plegarias del santo. Un sí rotundo a toda su vida y su manera de entender el seguimiento de Cristo, explicado con bellas palabras por Chiara, por cierto, las últimas del film

Leone: "¡Francesco! ¿Qué te ha pasado? Déjeme ver. Déjeme ver. Te has lastimado".
Franesco: "¡Él respondió! "Deux mihi dixit..." ¡Dios me habló de nuevo! "Deux mihi dixit..." ¡Dios me habló de nuevo!"
Leone: (narrando) "Eso es exactamente lo que pasó. Después de tantos días por fin sonrió y me abrazó". 
Bernardo: "¿No viste nada?"
L.: "¿Ver? El silencio. Por algunos momentos hubo un silencio total".
Angelo: "¿Y no te habló de "eso"?"
L.: "No, permaneció en secreto. Excepto para Chiara".
Pietro: "¿Qué te dijo él? Qué pensaste?"
Chiara: "Él no dijo nada. Curé las heridas, sin hacer ninguna pregunta. Pensé que el amor había hecho su cuerpo idéntico al del Amado. Y me pregunté si alguna vez yo sería capaz de amar tanto".

Es el broche de oro a un film estéticamente interesante y espiritualmente enjundioso. Cierto que faltan algunos episodios de la vida del santo, como el sueño en el que Cristo crucificado le pide "Francisco, repara mi Iglesia" o algunas oraciones como el "Cantico de las criaturas" o el "Himno de la paz", pero quizás así fluye mejor la historia y se consigue un resultado excelente. Tan es así que el Vaticano la seleccionó en su lista de 14 "Grandes películas por su valor religioso" de 2017, en una recomendación de filmes desde 1927 hasta 1993. Sin duda, me parece que no hay mejor carta de presentación que esa.

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