Se trata de la opera prima de Eduardo Rossoff, quien al presente ha dirigido únicamente dos filmes más. Con un presupuesto bajo, se trata de una coproducción hispano-mexicana publicitada con el slogan "La inteligencia fue su crimen, la intolerancia su enemiga", obteniendo bastante reconocimiento de la crítica especializada que incluyen los premios a Mejor Director y Mejor Primera Película de un Director en el Festival de Cine de la Habana, así como cuatro nominaciones en los premios Ariel de México. Un apunte importante sobre el reparto. Como se puede comprobar en la carátula, en España fue promocionada con los actores patrios Ana Torrent y Juan Diego Botto, si bien es cierto que no dejan de ser dos secundarios de lujo, recayendo el protagonismo sobre los mexicanos Tere López Tarín y Damian Alcázar, soberbios ambos en sus interpretaciones. Como curiosidad, destaca que el guion fue escrito por Camille Thomasson, quien también escribió el de Lutero, por lo que a juzgar por esos dos trabajos es de entender que no le tiene demasiada simpatía a la Iglesia Católica. A destacar también la música de Carles Cases, quien realiza una mezcla brillante de música cristiana y música popular indígena. Hermosos Ave María, Pange Lingua, Salve Regina y otras piezas sacras se suceden embelleciendo la trama.
El argumento se sitúa en la misión de Nueva España (actual México) en 1659. María Inés es hermosa e inteligente, hija de un duque español y una indígena, pero que sufre la incomprensión del resto de los miembros de la Misión que su padre sostiene económicamente. A la muerte del benefactor, sufre la humillación y el desprecio por parte de sus superiores y la indiferencia de sus compañeras, lo que le llevará a abandonar el lugar y dar un giro radical a su vida.
Vamos con la miga. El film sugiere algunas ideas que pueden tener parte de realidad, pero que no dejan de ser tópicos llevados al extremo, con escasa veracidad histórica. El machismo, el racismo, la Inquisición, el extermino de los indígenas, la corrupción y las pugnas intraeclesiales... están todas ellas exacerbadas, lo que, insisto, no quiere decir que no hayan existido. Pero presentarlas como cuestiones generalizadas es un triple salto mortal sin red.
Vamos a comenzar la disección histórico espiritual.
Es cierto que la mujer ocupaba un papel secundario en aquella época, pero la presentación de María Inés como la más guapa, la más lista y la más espiritual choca con que sus adversarios sean feos, bobos y mundanos. Ella es feliz con su ciencia, sus libros, sus estrellas y sus rosas. No se mete con nadie y es odiada y envidiada por todos y todas. Para acrecentar la oposición después vemos en el desarrollo de la trama que es valerosa, ascética, desprendida, caritativa y santa. Un poco de equilibrio no hubiera venido mal. Ni todos los indígenas eran santos ni los españoles tan odiosos. En ese sentido anticlerical recuerda a los mismos fallos que cometiera unos años después Amenábar en Ágora, tratando el mismo tema de la misma injusta manera. Por lo demás, resulta difícil no simpatizar y no enamorarse de la protagonista dadas sus interminables virtudes. Espiritualmente sus palabras son muy provechosas, lo mejor de la película. Destaco algunas de ellas:
Destaco asimismo las dos confesiones que realiza, claves para entender su cambio y su conversión de vida:
Su antagonista, el Padre Cuña, es tan odioso como maquiavélico. En un principio todos los curas y monjas son presentados con sus mismos anti-valores, pero finalmente termina solo, aislado y condensando lo peor de ser cristiano y español. Encarna la intolerancia y el fanatismo religioso. En él se concentran todas las maldades y fealdades (físicas, psíquicas y espirituales) que uno pueda imaginar: El orgullo, la avaricia, la gula, la envidia, la venganza, la violencia, el rencor y la crueldad son algunas de ellas. Sus frases, al contrario que con María Inés, es un manual de aspectos a evitar. Destaco también algunas de sus perlas más detestables:
En la confrontación entre ambos se produce un diálogo en el que -como no podía ser de otra manera- contrastan la santidad de una y la maldad del otro. Es el mejor resumen de las dos posturas encontradas:
Vamos con otro tema. El propio término mestizo es una prueba de que los españoles no eran racistas. Se mezclaban con la población autóctona, cosa que no podemos decir de ingleses o franceses. Sin embargo, de ellos no existe leyenda negra. Una pena. Además, hay una escena en la que se blanquean los sacrificios humanos de los aztecas de manera bastante alegre, haciendo una similitud entre la corrupción de la religión azteca y la de la Iglesia Católica. El director definitivamente nos descubre ahí que no da puntada sin hilo:
Vamos con la última escena, que presenta un final polémico para una película toda ella polémica. Un obispo llega a la misión y al conocer la historia propone que hay que inmortalizarla en un cuadro, en el que una mestiza sea la protagonista. ¿Por qué un cuadro?, ¿Por qué a María Inés de repente solo se la conoce como María?. No quiero ser malpensado -o sí- pero se dan todos los condicionantes para que pensemos que la escena que estamos contemplando es el origen de la veneración a la Virgen de Guadalupe. No veo que otro sentido tendría sino que los indios llamaran a María Inés "rayo de luz". Demasiadas casualidades...
Clara: "No padre. el amor. Simplemente el amor"
Prelado: "Que se represente este milagro en un cuadro y que se envíe en seguida a España. Que se represente a María con una imagen de nuestra princesa Margarita"
Clara: "María es mestiza, padre"
Miguel: "Sí, mestiza es un símbolo de la unión pacífica entre España y el Nuevo Mundo"
En definitiva, una película interesante, pero de la que hay que conocer su intención para poder equilibrar su efecto pernicioso. Como toda crítica hay que saber encajarla, pero también relativizarla en su justa medida. Ni los españoles fuimos tan malos, ni la Iglesia Católica tampoco. Como ficción, entretiene, como documento histórico, no presenta visos de demasiada realidad.
