sábado, 20 de junio de 2020

Domingo 12 Tiempo Ordinario. Ciclo A

Leí una vez una frase de Eduard Punset que me llamó mucho la atención: "la felicidad no es la ausencia de problemas, sino la ausencia de miedos". El miedo es, por tanto, el gran enemigo para que el ser humano pueda llegar a sentirse feliz. Y esto es cierto, porque paradójicamente, es curioso como ante una misma circunstancia, una persona puede sentirse infeliz y otra distinta, totalmente afortunada y feliz.

Mi recorrido vital en estos cuarenta y siete años que Dios me ha regalado de vida, me ha llevado a poder afirmar las tres siguientes evidencias:

- La primera, que nos pongamos como nos pongamos, tarde o temprano, vamos a tener que enfrentarnos a situaciones que nunca habríamos deseado vivir: la enfermedad, la muerte de un ser querido, un desengaño amoroso, la incomprensión o rechazo de los demás, quedarse sin trabajo o sin recursos económicos, el fracaso, la soledad....

- La segunda, que esos momentos desgraciados, son, afortunadamente, muchísimos menos que los que nuestra peligrosa mente nos anticipa: ¿Cuántos hipocondríacos han temido el diagnóstico de un cáncer o la llegada de un infarto fulminante?, ¿Cuántos pesimistas han pensado que cuando perdieron aquel trabajo ya no iban a levantar cabeza jamás?, ¿Cuántos románticos pensaron que sin "el amor de su vida" no iban ya nunca a encontrar el amor?... Y es que, casi siempre, el peor enemigo del ser humano es nuestra propia mente. Como dijo Shakespeare: "el cobarde muere mil veces, el valiente solo una".

- Y tres: la vida me ha enseñado, e imagino que a todos los que me leéis también, que cuando "el toro se pone por delante", Dios da valentía y fuerza para sacar la muleta y aunque no se pueda"cortar oreja y rabo", hacer por lo menos "una faena aliñadita". A pesar de las fatigas que se pasan en el momento de la cruz, cuando ya todo ha pasado... no es extraña la experiencia de sentir que era mucho más fiero el león o el toro que me pinté, que con el que realmente me tuve que enfrentar.

Con esas tres evidencias que la vida me ha ido enseñando, cuando tropecé con esa afirmación de Punset, y casi "por defecto de fábrica", me llevé esta frase a mi terreno: Al terreno de la fe. La utilizaba y la repetía mucho en mi meditación y oración, ... y un buen día leyendo este texto del Evangelio de San Mateo (Mt 10,26-33) que nos acompaña en este Domingo, descubrí, que antes que Punset, ya Cristo había dicho lo mismo.

Si analizamos el Evangelio de este domingo, nos daremos cuenta, que por tres veces el Señor repite en esos escasos versículos "No tengáis miedo". Y ¡ojo! llamo deliberadamente a Cristo, Señor, porque el que nos dice "no tengáis miedo" no es cualquiera, sino el que tiene el señorío (dominio) sobre Cielos y tierra. Si el Señor nos dice que no tengamos miedo....¿Quiénes somos nosotros para pretender tener más razón con nuestros miedos, que Cristo con su señorío?

El Evangelio de este domingo es precioso, porque el Señor nos invita a desterrar por siempre de nuestra vivida las tres fuentes de donde emanan todos nuestros miedos:

1.- "No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse".

El primer miedo es el terror a no ser aceptado por los demás. El miedo a ser rechazados o a no tener valor ante los demás. A ser ignorado o ridiculizado por los demás por nuestra condición, nuestras miserias o a veces incluso nuestros complejos. Esto hace que para muchas personas la vida sea una especie de representación teatral, en la que se malvive de una manera esquizofrénica, tapando y camuflando miserias, pasados y pecados.

Ante Dios no cabe esa actitud. Dios nos dice que no tengamos miedo a su rechazo, porque Él nos ama tal y como somos. Nada hay oculto que Él no sepa.

2.- "No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma"

El segundo miedo es quizás el miedo más asfixiante en nuestras vidas: el miedo a morir. El miedo a la enfermedad, entendida ésta como la antesala de la muerte. El Señor nos invita, sin embargo, a confiar en la certeza de la Resurrección. "No se puede matar al alma unida a Dios".

Como dice San Pablo en la Carta a los Romanos: "¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada? Nada podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor." (Rm 8, 35. 39)

3.- "No tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones".

El tercer miedo es el miedo al futuro como amenaza de nuestro bienestar. El ser humano pone su confianza en el tener y poseer y tiene miedo a que pueda perder todo lo conseguido, y quedar "desnudo", a la intemperie y hambriento. El Señor nos invita, sin embargo, a confiar en la divina providencia ¿No valemos más que los gorriones que comen y beben todos los días?. Nuestra vida no ha de vivirse desde una actitud temerosa de pre- ocupación, sino desde una actitud confiada de ocupación.

Permitidme que termine esta homilía con un cuento que por más que lo leo y lo narro, no deja de sorprenderme y de entusiasmarme:

"Un hombre tenia pánico a volar, pero por un compromiso de trabajo no tuvo más remedio que tomar un avión para Bruselas. Un niño muy educado y formal subió también al avión, buscó su asiento y se sentó justo al lado de aquel hombre. El niño abrió su cuaderno de pintar y empezó a colorearlo. No presentaba rasgos de ansiedad ni nerviosismo al despegar el avión. Sin embargo nuestro hombre se había tenido que desabrochar la chaqueta, tenía las manos llenas de un sudor frío y pidió a la azafata una infusión para calmar su ansiedad. Durante un buen rato, hubo tormentas y muchas turbulencias. En un determinado momento hubo una sacudida tan fuerte que el hombre se puso atacado de los nervios y comenzó a gritar y a llorar desconsoladamente. La azafata fue en su ayuda y le dio una pastilla tranquilizante... el niño, sin embargo, mantenía la calma y la serenidad en todo momento y continuaba coloreando como si nada.

¿Cómo lo hacía?, ¿Por qué estaba tan calmado? Una vez que por fin aterrizaron, el hombre no pudo contenerse más y le preguntó: Niño de mi vida: ¿Tú no tienes miedo?

No señor , -contestó el niño, y mirando su cuaderno de pintar le dijo: "Mi papá es el piloto".

Luis Salado de la Riva

1 comentario :

  1. Dios bendiga a todos,muy buen contenido me gustaría colaborar con una pagina que al igual que esta tiene mucha informacion valiosa es cristianismopuro.net

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