sábado, 13 de junio de 2020

Homilía Corpus Christi Ciclo A

Desierto y hambre. Son las dos palabras que marcan la temática de la primera lectura: El pueblo de Israel al que Dios ha librado de la esclavitud en Egipto, camina 40 años... (se dice pronto), por el desierto en busca de la Tierra Prometida.

En ese largo periodo de tiempo el hambre, la sed, el cansancio, el miedo y las dudas, hacen que los israelitas dejen de confiar en Dios y murmuren y se rebelen contra Él... ¿Quién no lo hubiese hecho?...

Dura misión la de Moisés que durante esos 40 años consigue que Dios haga llover ese maná que servirá de alimento para un pueblo que peregrina casi sin rumbo, y que es presa de un hambre que los enloquece.

Pero lo curioso es que 3.500 años después... nuestra vida no difiere mucho de ese escenario que se nos relata en esa lectura del Deuteronomio. Quizás convendría que leyeras esa primera lectura de hoy, como si fuese la historia de tu vida. Te sorprenderá verte reflejado.

Nuestra vida es, en muchas ocasiones, un desierto donde, como el pueblo de Israel, hemos perdido el horizonte. Ni siquiera sabemos si ese horizonte, si esa Tierra Prometida, es una realidad o una quimera provocada por un espejismo que emana del deseo de nuestra mente. A veces incluso cuando más cerca nos parece estar de esa Tierra Prometida, aparece la enfermedad, la contrariedad, la muerte.... y es mayor el desconcierto, el vacío y la desilusión.

Y el hambre. El hambre de sentido. El hambre que nos hace seres infelices y que nos hace "picotear" de aquí y de allá, de lo primero que encontramos, ... buscando saciar nuestro corazón y nuestra alma... Pero el hambre no sólo no se va, sino que nos atrapa para hacernos vivir de una manera primaria y envilecida.

En medio de ese desierto y esa hambre, Cristo, como nuevo Moisés viene a traernos el auténtico maná: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resu­citaré en el último día. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El que me come vivirá por mí".

Sinceramente... ¿Alguien da más en medio del desierto para combatir el hambre?: Alabado sea Jesús sacramentado. Sea por siempre Bendito y alabado.

Luis Salado de la Riva

1 comentario :

  1. CARMEN PÉREZ OMIL14 jun 2020, 19:07:00

    No hay mejor forma de comer la carne de Jesús y beber de su sangre que, al igual que hicieron sus primeros discípulos, dejándolo todo y siguiendo sus pasos hacia el encuentro fraterno con los más empobrecidos y lastimados de la historia. O sea, haciéndonos Pan y Vino, nosotros/as también, para los demás.

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