sábado, 25 de julio de 2020

Homilía Domingo 17 Tiempo Ordinario Ciclo A

¿Quién no ha soñado alguna vez con que le pase lo que nos relata la lectura del Libro de los Reyes que le pasó a Salomón?: Todo un Dios diciéndote: "Pídeme lo que quieras"

Te invito hoy a que antes de pensar o decir nada, dediques cinco minutos a meditar qué le habrías contestado a Dios. 

Piénsalo a fondo, porque no es una respuesta baladí, de la manera que respondas a esa cuestión te estarás radiografiando. 

En un porcentaje muy elevado, estoy seguro que muchos de nosotros, a bote pronto, pensaríamos en nosotros mismos y en nuestros seres queridos para que no nos/les faltase/n ninguna de las necesidades básicas que este mundo nos ofrece: salud, sustento económico, descanso, placer, poder...

La primera lectura nos relata lo que contestó Salomón a esa propuesta. 

Quizás, sin haber tenido la suerte de haber conocido el Evangelio, captó de una manera prodigiosa que Dios es un tesoro escondido, y que por encima de las "necesidades" de este mundo, hay algo o Alguien que sí que es verdaderamente imprescindible para nuestras vidas.

O dicho en palabras de San Pablo: "A nada le concedo valor, si lo comparo con el bien supremo de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por causa de Cristo lo he perdido todo, y todo lo considero basura a cambio de ganarlo a Él". (Flp 3, 8).

Si estamos convencidos de que, aunque sea un tesoro escondido, no hay valor mayor que poseer a Cristo... si estás en Misa este Domingo... e incluso a punto de recibirlo en Sagrada Comunión... a lo mejor va a resultar que esa propuesta que recibió Salomón, y que tanto él como San Pablo hicieron vida, no está tan lejana a la que hoy Dios te propone:

"Pídeme lo que quieras... si me eliges, te resuelvo la vida"

Luis Salado de la Riva

domingo, 19 de julio de 2020

Homilía Domingo XVI Tiempo Ordinario (Ciclo A )

"Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?".

¡Cuántas veces en nuestra oración hemos podido repetir a Dios esa pregunta, incluso en forma de reproche, porque no nos parece razonable que si Dios es Bueno y Omnipotente, el bien tenga que coexistir junto al mal!

En el fondo, la liturgia de la Palabra de este Domingo nos presenta la eterna pregunta sobre el misterio del mal, y sus consecuencias: el dolor, la enfermedad, la muerte... ¿Por qué Dios no acaba de un plumazo con toda esa cizaña?. 

Una pregunta tan antigua como el ser humano. Ya Epicureo, en la Grecia clásica, formulaba el problema así:

"¿Es que Dios quiere prevenir el mal, pero no es capaz?: Entonces no es omnipotente.
¿Es capaz, pero no desea hacerlo? Entonces es malévolo.
¿Es capaz y desea hacerlo?... ¿De dónde surge entonces el mal?
¿Es que no es capaz ni desea hacerlo?... ¿Entonces por qué llamarlo Dios?"

Lo primero que nos tiene que quedar claro es que el mal no proviene de Dios. La cizaña ha sido sembrada en medio del trigo por medio de un enemigo. No es Dios quien la ha sembrado. Lo dice Cristo en el Evangelio de hoy: "Un enemigo lo ha hecho".

Por tanto, ante esas personas que siguen pensando que Dios es un ogro justiciero que envía el mal como castigo por la desobediencia a su voluntad, convendría repetirles con fuerza y convicción el Salmo responsorial que se recita hoy, el salmo 85:
"Tú, Señor, eres bueno y clemente, lento a la cólera y rico en piedad".

Pero ... ¿Y la Omnipotencia?... Puede que sea verdad que Dios es bueno...dirán algunos... pero si quiere quitar el mal porque es bueno, pero no puede... ¿por qué seguir llamándolo Dios Omnipotente?.

La primera lectura nos afirma que Dios es todopoderoso y por eso mismo nos gobierna con indulgencia. El poder de Dios, su Omnipotencia, se manifiesta en su capacidad para perdonar y dar la vida. O, como dice la segunda lectura, "el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad e intercede por nosotros con gemidos inefables"

Es decir, el poder de Dios está de nuestro lado, está de lado de la vida y del bien y no dejará que la cizaña se salga con la suya. El poder de Dios nos sostiene, y aunque permite que la cizaña crezca junto con el trigo, eso no le quita a Él ni un ápice de Omnipotencia. Ese es el Dios que la Iglesia proclama, y no el temible ogro artífice de castigos, condenas y venganzas.

Pero... Aunque tengamos claro que Dios es misericordioso y en que su Omnipotencia está con nosotros en medio de nuestras luchas y circunstancias adversas, ... ¿No sería mejor que en vez de darnos apoyo y fortaleza quitase de un plumazo la causa de nuestros suplicios?

Para poder entender este misterio, permitirme que haga uso de uno de los cuentos que a mi me encantan, y es que a veces un cuento ilustra más que un manual enciclopédico:

"Un día, en una pequeña abertura de un capullo apareció la cabeza de una oruga; un hombre se sentó a observar a aquella oruga y sus infructuosos esfuerzos por salir de aquel capullo. Tanta pena le dió aquella angustiosa escena, que nuestro hombre, que tenía muy buen corazón, decidió ayudar a la oruga y agrandó el agujero con unas tijeritas. La mariposa entonces salió sin dificultad.
Pero su cuerpo estaba débil, las alas no estaban desarrolladas y las patitas no la sostenían.
El hombre continuó observándola esperando que en cualquier momento se lanzara a caminar y emprendería el vuelo a través de las flores.
Pero nada de eso sucedió.
La mariposa pasó toda la vida arrastrándose por el suelo. Fue incapaz de elevar el vuelo".

Lo que aquel buen hombre no entendió, es que, la mariposa al hacer un gran esfuerzo para atravesar el pequeño agujero, extendía unos jugos vitales por todo su cuerpo que se iban distribuyendo y extendiendo, hasta llegar a sus alas, que fortalecidas, le capacitaban para volar. Al salir del agujero sin ese esfuerzo, las alas no recibieron la sustancia necesaria y fueron incapaces de batir con fuerza para remontar el vuelo. Un "bien" (agrandar el agujero), se torno en un mal... porque un mal (el suplicio de salir de un estrecho agujero), se habría convertido en un bien.

Y es que algunas veces, muchas veces, necesitamos el esfuerzo y la dificultad en nuestra vida.. necesitamos que la cizaña crezca junto al trigo, y que esa cizaña nos espolee, madure y fortalezca.
Si Dios nos permitiera pasar por nuestras vidas sin obstáculos, quedaríamos débiles. No llegaríamos a ser lo que verdaderamente estamos llamados a ser, ni adquirir la plenitud que estamos llamados a alcanzar.

Por lo que me atrevo a terminar con esta oración que en momentos delicados de mi vida me dio luz para entender el por qué del sufrimiento y del aparente silencio de Dios:

"Pedí a Dios fuerza para grandes logros... me hizo débil para que aprendiera humildemente a obedecer

Pedí a Dios riquezas para poder ser feliz... me dió pobreza para poder ser sabio

Pedí a Dios poder para obtener alabanzas de los hombres... me dió debilidad para sentir la necesidad de Dios.

Pedí a Dios de todo para disfrutar de la vida... me concedió la vida para poder disfrutar de todo lo que Él me ha dado.

No recibí nada de lo que pedí, pero me fué otorgado todo lo que necesité, y me fueron concedidas todas las peticiones que no hice.

Y soy entre todos, una persona afortunada...

¡Bendita cizaña que me hizo experimentar la grandeza de Dios!

Luis Salado de la Riva

miércoles, 15 de julio de 2020

Carta de un socialista ateo a su hijo


Esta semana he leído esta carta escrita por Jean Jaurès a su hijo a comienzos del siglo XX, pero que no ha perdido actualidad. Jean Jaurès fue un destacado político socialista francés que se mostró contrario a la entrada de Francia en la Primera Guerra Mundial, siendo asesinado por los partidarios de la posición contraria en 1914. Definido a sí mismo como internacionalista, pacifista y ateo, me ha llamado la atención la lectura de esta carta que ha saltado a la palestra en la controversia acerca de las clases de Religión en un estado laico. La verdad es que su lectura pausada no tiene desperdicio. Sería altamente recomendable que más de uno la leyera antes de hablar de un tema tan serio, ya que frecuentemente los ataques a la Religión se hacen desde la ignorancia de la defensa de posturas populistas y demagogas que únicamente buscan la confrontación con las tesis religiosas. Si uno compara la lectura de esta carta y la talla política de la misma con la opinión de ciertos políticos actuales, entiende bien que estos últimos puedan ser llamados cualquier cosa excepto pacifistas, ya que parece que para ellos la nueva política es más bien el arte de la piromanía dialéctica. 


«Querido hijo: Me pides un justificante que te exima de cursar Religión, un poco por tener la gloria de proceder de distinta manera que la mayor parte de los condiscípulos y temo que también un poco para parecer digno hijo de un hombre que no tiene convicciones religiosas. Este justificante, querido hijo, no te lo envío ni te lo enviaré jamás.

No es porque desee que seas clerical, a pesar de que no hay en esto ningún peligro, ni lo hay tampoco en que profeses las creencias que te expondrá el profesor. Cuando tengas la edad suficiente para juzgar, serás completamente libre pero, tengo empeño decidido en que tu instrucción y tu educación sean completas, y no lo serían sin un estudio serio de la Religión.

Te parecerá extraño este lenguaje después de haber oído tan bellas declaraciones sobre esta cuestión; son, hijo mío, declaraciones buenas para arrastrar a algunos pero que están en pugna con el más elemental buen sentido. ¿Cómo sería completa tu instrucción sin un conocimiento suficiente de las cuestiones religiosas sobre las cuales todo el mundo discute? ¿Quisieras tú, por tu ignorancia voluntaria, no poder decir una palabra sobre estos asuntos sin exponerte a soltar un disparate?

Dejemos a un lado la política y las discusiones y veamos lo que se refiere a los conocimientos indispensables que debe tener un hombre de cierta posición. Estudias mitología para comprender historia y la civilización de los griegos y de los romanos y ¿qué comprenderías de la historia de Europa y del mundo entero después de Jesucristo, sin conocer la religión, que cambió la faz del mundo y produjo una nueva civilización? En el arte ¿qué serán para ti las obras maestras de la Edad Media y de los tiempos modernos, si no conoces el motivo que las ha inspirado y las ideas religiosas que ellas contienen?

En las letras ¿puedes dejar de conocer no sólo a Bossuet, Fenelón, Lacordaire, De Maistre, Veuillot y tantos otros que se ocuparon exclusivamente de cuestiones religiosas, sino también a Corneille, Racine, Hugo, en una palabra a todos estos grandes maestros que debieron al cristianismo sus más bellas inspiraciones?

Si se trata de derecho, de filosofía o de moral, ¿puedes ignorar la expresión más clara del Derecho Natural, la filosofía más extendida, la moral más sabia y más universal? –éste es el pensamiento de Juan Jacobo Rousseau-.

Hasta en las ciencias naturales y matemáticas encontrarás la religión: Pascal y Newton eran cristianos fervientes; Ampere era piadoso; Pasteur probaba la existencia de Dios y decía haber recobrado por la ciencia la fe de un bretón; Flammarion se entregó a fantasías teológicas.

¿Querrás tú condenarte a saltar páginas en todas tus lecturas y en todos tus estudios? Hay que confesarlo: la religión está íntimamente unida a todas las manifestaciones de la inteligencia humana; es la base de la civilización y es ponerse fuera del mundo intelectual y condenarse a una manifiesta inferioridad el no querer conocer una ciencia que han estudiado y que poseen en nuestros días tantas inteligencias preclaras.

Ya que hablo de educación: ¿para ser un joven bien educado es preciso conocer y practicar las leyes de la Iglesia? Sólo te diré lo siguiente: nada hay que reprochar a los que las practican fielmente, y con mucha frecuencia hay que llorar por los que no las toman en cuenta.

No fijándome sino en la cortesía en el simple “savoir vivre”, hay que convenir en la necesidad de conocer las convicciones y los sentimientos de las personas religiosas. Si no estamos obligados a imitarlas, debemos por lo menos comprenderlas para poder guardarles el respeto, las consideraciones y la tolerancia que les son debidas. Nadie será jamás delicado, fino, ni siquiera presentable sin nociones religiosas.

Querido hijo: convéncete de lo que digo: muchos tienen interés en que los demás desconozcan la religión, pero todo el mundo desea conocerla. En cuanto a la libertad de conciencia y otras cosas análogas, eso es vana palabrería que rechazan de ordinario los hechos y el sentido común.

Muchos anti-católicos conocen por lo menos medianamente la Religión; otros han recibido educación religiosa; su conducta prueba que han conservado toda su libertad.

Además, no es preciso ser un genio para comprender que sólo son verdaderamente libres de no ser cristianos los que tienen la facultad de serlo, pues, en caso contrario, la ignorancia les obliga a la irreligión.

La cosa es muy clara: la libertad exige la facultad de poder obrar en sentido contrario. Te sorprenderá esta carta, pero precisa hijo mío, que un padre diga siempre la verdad a su hijo. Ningún compromiso podría excusarme de esa obligación

Recibe, querido hijo, el abrazo de tu padre»

sábado, 11 de julio de 2020

Domingo XV Tiempo Ordinario Ciclo A

"La Palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que espada de dos filos; penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón". (Hb 4, 12)

La Palabra de Dios es viva y eficaz, tiene poder para transformar la vida de una persona,... sin embargo, es relativamente frecuente escuchar en la confesión o en el acompañamiento espiritual, (ambas prácticas cada vez más abandonadas) que alguien se queje amargamente de vivir una fe anodina y estancada. Hay fe, incluso fervor,... pero no hay progresión. Siempre los mismos pecados, los mismos miedos, y por tanto, las mismas caídas y las mismas parálisis. 

En juego está, no el poder transformante de Dios y su Palabra, sino la recepción que se hace de ella.

El Evangelio de este Domingo nos propone revisar tres actitudes para con la Palabra de Dios, que llevan a esta esterilización de su fuerza y al consiguiente desencanto de quién la escucha.

1. - "Si uno escucha la palabra del Reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino". 

De nada sirve escuchar la Palabra de Dios, si no se entiende. Entender la Palabra de Dios requiere, además de atención y concentración, estudio. Y estudio a fondo: Familiarizarse con ella. Ser un experto en Sagradas Escrituras que aunque nunca estudió en una Universidad, tiene los Evangelios o la Biblia de casa muy manoseados... 

Así mismo, la Palabra de Dios requiere capacidad de asombro y sorpresa: Hay que leerla desde la certeza de que esa Palabra, aunque quizás haya sido leída muchas veces, es siempre nueva, y ha sido escrita para mí, aquí y ahora. 

2.- "Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta en seguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y en cuanto viene una dificultad o persecución por la Palabra, sucumbe".

De nada sirve escuchar la Palabra de Dios si no se interioriza. Si no se medita. Si no se reza. Si no se hace propia delante de Dios.

La Palabra de Dios requiere silencio, pausa, oración... Aparcar las prisas internas y saborear lo que Dios dice. Meditarlo. Rezarlo.

Si no profundizamos en la Palabra, convertimos nuestra vida cristiana en fuegos artificiales ... después de la traca no hay nada... sólo humo. Hay tantos cristianos en los que en su vida hay sólo humo... quizás comenzaron leyendo con fe, pero con prisas, la Palabra de Dios.

3.- "Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la Palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril"

De nada sirve la escucha de la Palabra de Dios, si no se le da la máxima importancia. Si se escucha la Palabra de Dios como una palabra más entre muchas otras. La Palabra de Dios ha de ser central y desde ella hay que darle sentido a todo. La Palabra de Dios tiene que tener la máxima influencia en nosotros. Y ha de ser respetada y obedecida. 

La Palabra de Dios no puede coincidir siempre con mis criterios. Seria una mala señal: Si la Palabra de Dios no me desinstala, puede que más que escuchar la Palabra de Dios me esté escuchando a mi mismo.

En resumen: estudia, medita y obedece... La Palabra de Dios se encargará del resto: Transformar tu vida.

Luis Salado de la Riva


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Anexo: La Lectio divina

Lectio Divina (en latín: lectura divina, ‘lectura orante’) es una metodología de reflexión y oración de un texto bíblico utilizado por los católicos desde los primeros años del Cristianismo. El primero en utilizar la expresión fue Orígenes (aprox. 185 - 254), teólogo, quien afirmaba que para leer la Biblia con provecho es necesario hacerlo con atención, constancia y oración. En el centro de la práctica de la lectio divina se encuentra una actitud receptiva y reflexiva de lo que Dios dice por medio de la Palabra.


Contempla cuatro partes: lectio, meditatio, oratio y contemplatio (lectura, meditación, oración y contemplación). Estas deben realizarse en silencio y contemplativamente. Durante el medioevo, esta metodología era utilizada principalmente entre el clero monástico. Con el tiempo se extendió a los fieles. Actualmente es una práctica común entre los católicos practicantes.

En cada parte hacemos las siguientes preguntas :

LEER.- ¿Qué dice el texto? ¿Que sucede en este pasaje del evangelio?

MEDITAR.- ¿Qué me dice Dios en este texto?

ORACIÓN.- ¿Qué le quiero decir yo a Dios sobre este texto ?

CONTEMPLACIÓN.- ¿Qué hacer como resultado de la oración?

miércoles, 8 de julio de 2020

Sonetos a Cristo crucificado

Termino esta serie de tres entradas sobre sonetos a Cristo crucificado con dos más. Tras Lope de Vega y Quevedo, hoy os dejo uno anónimo (para mi gusto el más bonito de todos, aunque es una opinión personal) y otro de Luis de Góngora (1561-1627), el máximo exponente de la corriente literaria conocida más tarde como culteranismo o gongorismo.

Anónimo: 

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.


Góngora:

Pender de un leño, traspasado el pecho
y de espinas clavadas ambas sienes;
dar tus mortales penas en rehenes
de nuestra gloria, bien fue heroico hecho.

Pero más fue nacer en tanto estrecho
donde, para mostrar en nuestros bienes
a dónde bajas y de dónde vienes,
no quiere un portadillo tener techo.

No fue esta más hazaña, ¡oh gran Dios mío!,
del tiempo, por haber la helada ofensa
vencido en flaca edad, con pecho fuerte

—que más fue sudar sangre que haber frío—,
sino porque hay distancia más inmensa
de Dios a hombre que de hombre a muerte.

sábado, 4 de julio de 2020

Domingo 14 Tiempo Ordinario (Ciclo A)

Presume nuestro mundo de ser la sociedad del bienestar. Desde mi posición privilegiada que me permite conocer a muchas personas en la intimidad, creo que sería más acertado decir que nuestra sociedad es la sociedad del malestar en el "bienestar". Detrás de la apariencia de felicidad que aparecen en nuestros perfiles de las redes sociales, muchísimas personas, más de las que te imaginas, viven situaciones de hastío, desesperanza, frustración, vacío y aburrimiento.

No sé si te encontrarás entre ese numeroso grupo de personas. Si es así, escucha -o lee- con atención, lo que te dice hoy el Maestro:

"Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré". 

El Señor promete alivio de todos nuestros cansancios y agobios. Pero no vale pretender ese descanso y continuar viviendo de la misma manera. En Él, que es la medicina, está el antídoto para nuestros males: vivir con mansedumbre y humildad:

"Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso".

Luego, para experimentar ese alivio que Cristo nos promete, habría que ir a las raíces de esa experiencia de frustración: Tendríamos que preguntarnos hasta qué punto nuestra vida está asentada en la mansedumbre y en la humildad, y si no es así, si no será esa la causa de nuestro malestar.

¿Pero qué significa ser manso y humilde y por qué esa forma de vivir puede hacernos vivir mejor?

El ser humano está sometido a dos tipos de cansancio y agobios:

- Los agobios derivados de su propia finitud: el miedo al futuro, la tristeza, la soledad e incomprension, las enfermedades, (propias y ajenas) y en último caso la muerte (también propia y ajena).

- Y los agobios derivados de su yo. El tratar de reafirmarse continuamente frente al otro, cosa que le lleva a chocar con el prójimo y ver constantemente en él un enemigo... son cansinos los roces con el marido, con la esposa, con los hijos, con el vecino o el compañero de trabajo... este luchar contra los otros genera cansancio, tristeza y frustración.

Estos cansancios y agobios solo serán contrarrestados eficazmente desde la propuesta vital que nos hace el Señor:

- La mansedumbre, que no es el pasotismo, sino la confianza en el Señor que hace vivir serenamente, aún en medio de la adversidad: "Todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Flp 4, 13)

- Y la humildad de corazón: Nuestros problemas con los demás suelen estar provocados por la soberbia de creernos más y mejores que los demás: La humildad de corazón no es la aceptación de que no se vale nada y no se poseen virtudes, sino que es la aceptación de las virtudes propias como don y regalo de Dios y no como vanagloria y arma arrojadiza contra el otro.

Ya sabes el camino... Confia y apóyate en el Señor con mansedumbre y no pretendas siempre llevarte el gato al agua y vive con humildad, considerando superiores a los demás: No sufras sin necesidad.

Luis Salado de la Riva

miércoles, 1 de julio de 2020

Sonetos de Francisco de Quevedo a Cristo crucificado

Seguimos con la poesía cristiana, y más en concreto con los sonetos. En esta ocasión -y para empatar con Lope de Vega- os dejo hoy 4 sonetos más de Francisco de Quevedo (1580-1645), quien se trata sin duda de uno de los autores más destacados del siglo de Oro y de la literatura española, conocido especialmente por su obra poética, aunque también escribió narrativa, teatro y obras filosóficas.

Como anécdota de este autor se puede contar que se denunció a sí mismo a la Inquisición, por unos versos sin firmar escritos en su juventud que no eran muy ortodoxos y de los que estaban sacando rédito económico otros autores. 

Pues hoy derrama noche el sentimiento
por todo el cerco de la lumbre pura,
y amortecido el sol en sombra oscura,
da lágrimas al fuego, y voz al viento;

pues de la muerte el negro encerramiento
descubre con temblor la sepultura,
y el monte, que embaraza la llanura
del mar cercano, se divide atento,

de piedra es hombre duro, de diamante
tu corazón, pues muerte tan severa
no anega con tus ojos tu semblante.

Mas no es de piedra, no; que si lo fuera,
de lástima de ver a Dios amante,
entre las otras piedras se rompiera.



Mujer llama a su Madre cuando expira,
porque el nombre de madre regalado
no la añada un puñal, viendo clavado
a su Hijo, y de Dios, por quien suspira.

Crucificado en sus tormentos, mira
su Primo, a quien llamó siempre «el Amado»,
y el nombre de su Madre, que ha guardado,
se le dice con voz que el Cielo admira.

Eva, siendo mujer que no había sido
madre, su muerte ocasionó en pecado,
y en el árbol el leño a que está asido.

Y porque la mujer ha restaurado
lo que sólo mujer había perdido,
mujer la llama, y Madre la ha prestado.



¡Oh vista de ladrón bien desvelado,
pues estando en castigo tan severo
vio reino en el suplicio y el madero,
y rey en cuerpo herido y justiciado!

Pide que dél se acuerde el coronado
de espinas, luego que Pastor Cordero
entre en su reino, y deja el compañero
por seguir al que robo no ha pensado.

A su memoria se llegó, que infiere
con Dios su valimiento, porque vía
que por ella perdona a quien le hiere.

Sólo que dél se acuerde le pedía
cuando en su reino celestial se viere,
y ofreciósele Cristo el mismo día.



Adán en Paraíso, Vos en huerto;
él puesto en honra, Vos en agonía;
él duerme, y vela mal su compañía;
la vuestra duerme, Vos oráis despierto.

Él cometió el primero desconcierto,
Vos concertastes nuestro primer día;
cáliz bebéis, que vuestro Padre envía;
él come inobediencia, y vive muerto.

El sudor de su rostro le sustenta;
el del vuestro mantiene nuestra gloria:
suya la culpa fue, vuestra la afrenta.

Él dejó horror, y Vos dejáis memoria;
aquél fue engaño ciego, y ésta venta.
¡Cuán diferente nos dejáis la historia!