lunes, 25 de octubre de 2021

El nombre de la Rosa (Der Name der Rose, Alemania, 1986)

Hace unos meses escribí un post algo nostálgico sobre La Misión, ya que se trataba de la primera película que me proyectaran en mi colegio de los Marianistas en la época de BUP que cursé entre los años 1987 y 1990. Es curioso que hoy voy a comentar otra película estrenada el mismo año que aquella (1986) y que también visualicé por primera vez en mi etapa adolescente y escolar. Aparte de estas dos no recuerdo ninguna otra, quizás porque la calidad de las mismas no tienen parangón con estas dos obras de arte -cada una en su estilo- del celuloide. 

El nombre de la Rosa es una coproducción germano-franco-italiana que consagró internacionalmente al hasta entonces desconocido director Jean Jacques Annaud. Con un buen reparto para la época (Sean Connery, Christian Slater y F. Murray Abraham, entre otros) el film reproduce fielmente (con algunas licencias) el libro homónimo de Umberto Eco. Creo que este es uno de esos casos en los que el film ayudó a la venta y lectura del libro, que sin la película no hubiera tenido la repercusión mediática que obtuvo. Es un claro ejemplo de simbiosis en los que ambos (libro y película) forman ya un todo inseparable. Respecto al film, la ambientación, fotografía, decorados, vestuario y la agilidad del guion son dignos de destacar, así como la calidad de las interpretaciones, sobresaliendo de manera clara la actuación de Sean Connery. Annaud consigue atrapar al espectador en un ambiente siniestro y casi terrorífico, apoyándose para ello en un monasterio lóbrego con constantes juegos de sombras en los que la oscuridad juega un papel importante.

Tanto el libro como la película tiran de bastantes tópicos medievales, pero el conjunto es muy atrayente. La vida del monasterio como centro neurálgico de la sociedad, el celibato, las disputas teológicas o el miedo a la inquisición crean un ambiente que nos retrotrae a otra época tan lejana como sugerente. Todo ello tratado desde el thriller detectivesco, lo que hace aún más apasionante el desarrollo de la historia.

La trama se sitúa en la baja Edad Media, durante el siglo XIV. A un monasterio benedictino del norte de Italia llegan el franciscano Fray Guillermo de Baskerville (Sean Connery) acompañado del novicio Adso de Melk (Christian Slater) para investigar las muertes de algunos monjes en extrañas circunstancias. Nada mejor para introducir la historia que este soliloquio inicial del novicio: 

“Habiendo llegado al final de mi vida de pecado, con mi cabeza cana, me preparo para dejar en este pergamino, mi testimonio de los maravillosos y terribles hechos que vi en mi juventud, hacia finales del año de Nuestro Señor. Que Dios me dé la sabiduría y la gracia de ser fiel cronista de los hechos ocurridos en una remota abadía en el sombrío norte de Italia.”

A nivel religioso y espiritual todo tiene que ser contextualizado en una de las épocas más oscuras pero a la vez más apasionantes de la historia. La Iglesia, junto a la nobleza, acapara el poder terrenal e intelectual del momento. Los monasterios son los centros culturales y económicos de las comarcas, y el poder espiritual es monopolio de obispos y abades a quienes no se discute su autoridad. Cuestiones como la supremacía del hombre sobre la mujer, la condenación eterna como elemento de coacción o las luchas internas entre las distintas órdenes religiosas de la época juegan un papel decisivo en la mentalidad medieval.

Dentro del monasterio, la película presenta la biblioteca como el lugar más importante del lugar. Extraña que no sea la capilla, pero claro, en este caso el guion influye en esa selección. En la película ello se refleja en las disputas entre los monjes más místicos y los más racionalistas, que parecen ser superiores. El lugar donde trabajan los amanuenses y estudian los monjes más intelectuales es visto como fuente de sabiduría y conocimiento, como lugar de conexión con la tradición de los antiguos y legado para las generaciones posteriores. Todo ello es cierto pero apenas se deja ver esa otra cara "oculta" del monasterio, el de las oraciones litúrgicas a lo largo de todo el día. "Ora et labora" reza la regla de San Benito y el film se limita casi exclusivamente al "labora", especialmente en la biblioteca. No obstante, incluso a pesar de ensalzar la biblioteca como lugar de estudio y conocimiento, se deja entrever un poso pesimista y negativo -por no decir oscurantista- con el que se suele catalogar a la Edad Media. Estas dos frases de los monjes Venancio Jorge de Burgos expresan a la perfección esta mentalidad:

 “En la sabiduría hay penas y aquel que aumenta su conocimiento aumenta también su aflicción”.

“Un monje no debe reír. Solo los tontos se ríen.”

Otro tema interesante que sale a relucir en el film es el celibato de la vida religiosa y el despertar sexual del joven Adso de Melk. Ello le provoca unos sentimientos de culpa y un desconcierto entre la experiencia de enamoramiento ten bella que está viviendo y la culpabilidad que le produce la trasgresión de una norma eclesiástica. A ello se une la visión tan negativa de la mujer que abundó en la Edad Media, incluso en algunos teólogos. Este diálogo es muy clarificador, si bien es cierto que las citas están sacadas de contexto y se pueden buscar muchas otras citas de alabanza en la Escritura. No obstante, es cierto que citas parecidas a esta fueron utilizadas con frecuencia para recalcar la preeminencia del hombre sobre la mujer.:

“- Estás enamorado 
- ¿Eso es malo?
- Para un monje, presenta ciertos problemas 
- ¿No predicó Santo Tomás de Aquino el amor sobre todas las virtudes?
- Sí. El amor a Dios, Adso. El amor a Dios.
- ¿Y el amor a la mujer?
- Sobre la mujer, Santo Tomás de Aquino sabía muy poco. Las escrituras son claras: Los proverbios advierten: La mujer se apodera del alma preciosa del hombre. Y el Eclesiastés nos dice: La mujer es más amarga que la muerte.
- Desde luego, no cuento con tu experiencia. Pero encuentro difícil convencerme a mí mismo de que Dios introdujera a un ser tan malo a la creación sin dotarlo con algunas virtudes."

El tema de la Inquisición merecería un post aparte, ya que junto a las Cruzadas medievales forman parte de la leyenda negra de la Iglesia. Baste apuntar de momento que la mayor parte de las críticas que se vierten en este sentido no cuentan con un mínimo de rigor histórico y suelen estar descontextualizadas, omitiendo una visión de conjunto de lo que las cifras de ejecuciones realmente supusieron, con un porcentaje casi insignificante respecto a otras prácticas semejantes en la época. 

Muchos más temas se podrían comentar, ya que el argumento es denso y con muchas cuestiones teológicas interesantes. Respecto a ello el libro es mucho más profundo que el film, que recortó la profundidad de la trama intelectual en pro de una mayor agilidad en la acción detectivesca. Por ello, insisto, este es un caso en que libro y película se complementan a la perfección y merecen un visionado y una lectura conjunta para mayor enriquecimiento del espectador-lector. 

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