Comentamos hoy una película perteneciente a lo que podríamos llamar cine épico bíblico. Está dirigido por su máximo exponente, Cecil Blount de Mille, hijo de un episcopaliano y una judía. Con este background no es de extrañar que sintiera predilección por las películas de corte bíblico, especialmente del Antiguo Testamento. De hecho, unos años más tarde -en 1956- se consagraría definitivamente en este campo con Los Díez Mandamientos, la séptima película más taquillera de todos los tiempos. Como ya comenté en aquella entrada es famosa su frase: "Dadme dos páginas cualesquiera de la Biblia y haré una película". De la película que hoy nos ocupa se ha realizado un reciente remake en 2018, que tengo que reconocer que aún no he visto, por lo que no puedo realizar ninguna comparación.
Para el papel masculino principal de este clásico se desechó a Burt Lancaster por una inoportuna lesión en la espalda y se escogió finalmente al fornido Victor Mature, quién al igual que De Mille se consagraría en el cine bíblico en 1953 con La túnica Sagrada y con su secuela de 1954 Demetrius y los Gladiadores. Para dar vida a la bella Dalila la elección recayó sobre Hedy Lamarr, quien tenía la difícil tarea de interpretar a "La mujer más hermosa y traidora de la historia", como el eslogan publicitario del film anunciaba. La actriz no corrió la misma suerte que su compañero y fue interpretando cada vez papeles más secundarios y menos vistosos, hasta caer finalmente en el olvido. Es llamativo este declive porque su interpretación de Dalila es portentosa, merecedora incluso del Oscar que nunca tuvo. Transmitir una mezcla de enamoramiento, sensualidad, celos, maldad, traición y posterior arrepentimiento no era tarea fácil y a fe que su actuación pasó a los anales de la historia. Es destacable también el papel de Ángela Langsbury como Semadar, la hermana de Dalila, en el apogeo de la belleza de la actriz, mucho antes de que fuera el personaje que la inmortalizó, la señorita Fletcher en "Se ha escrito un crimen". Centrándonos en el film, sorprende asimismo que la película en su conjunto solo fuera nominada a 5 Oscars -todos ellos técnicos- de los que finalmente obtuvo dos, los de Mejor dirección artística y Mejor vestuario en color. A pesar de no encontrar excesiva benevolencia en la crítica especializada, sí fue un rotundo éxito de taquilla, convirtiéndose en el film más visto de su año, consiguiendo recaudar finalmente más de 28 millones de dólares con un presupuesto estimado de apenas 3 millones. Negocio redondo para la Paramount, que vio alentada así la inversión en más productos de corte bíblico.
El argumento está tomado del libro bíblico de los Jueces, concretamente de los capítulos 13 al 16, si bien se omite por completo el capítulo 13 relativo a su concepción y nacimiento. Aunque con algunas licencias para adornar la historia, la obra de De Mille es bastante fiel al relato veterotestamentario. En él se nos cuenta la historia de Sansón, quien ejerció el cargo político-militar de Juez en el pueblo de Israel durante veinte años. Tras un nacimiento prodigioso que recuerda el de Isaac o Juan el Bautista, es consagrado a Dios, comprometiéndose sus padres a que a cambio de que la fuerza de Dios esté con él se abstendrá durante su vida de beber vino y cortarse el pelo.
Tras los 4 minutos de obertura de la exquisita música de Victor Young, comienza el film. Para introducir la historia escuchamos una voz en off que presenta el contexto de la historia, un recurso muy utilizado en las películas de corte histórico. Entiendo que forma parte de una época del Cine en el que los elementos teóricos se daban muy masticaditos a un gran público ya que muchas personas no sabían leer ni escribir, pero con el paso de los años tiene más encanto aún si cabe. Seré un romántico, pero pocos comienzos de películas me parecen tan poéticos como éste:
Antes de los albores de la historia, desde que el primer hombre descubrió su alma, este ha luchado contra las fuerzas que pretendían esclavizarlo. Vio el terrible poder de la naturaleza enfurecerse contra él. El mal de ojo del relámpago... La aterradora voz del trueno... Los chillidos, la oscuridad llena de viento esclavizando su mente con grilletes de miedo. El miedo engendró la superstición, cegando su razón. Se encontraba así montado por una hueste de dioses del diablo. La dignidad humana pereció en el altar de la idolatría. Y surgió la tiranía, aplastando el espíritu humano bajo el talón del conquistador. Pero en lo profundo del corazón del hombre aún ardía la inextinguible voluntad de libertad. Cuando esta chispa divina arde en el alma de algún mortal, ya sea sacerdote o soldado, artista o patriota, amante o estadista, sus hazañas cambiaron el curso de los acontecimientos humanos y su nombre sobrevivió a los siglos. En la aldea de Zora, en la tierra de Dan, mil años antes del nacimiento de Cristo, vivía un hombre así. En él, los elementos habían fusionado grandeza y debilidad, fuerza y locura. Pero junto a estos, tenía un sueño audaz... la libertad para su nación. El nombre de este hombre era Sansón. Durante cuarenta años los filisteos habían mantenido a su pueblo en cautiverio...
Como curiosidad se puede destacar que la censura en España cortó el pimer beso entre Sansón y Dalila cuando aquel era aún novio de su hermana. En las ediciones actuales se ha rescatado, conservando el diálogo previo en Versión Original Subtitulada.
A nivel espiritual muchas son las claves que nos aporta el film.
En primer lugar el conocimiento bíblico de la historia de uno de los doce jueces de Israel, un cargo previo a la monarquía consistente en una mezcla de gobernador, líder militar y administrador de justicia en tiempos de crisis.
De entre todos ellos quizás Sansón es el que tenga una vida más interesante, por ser un escogido de Dios que cae en una tentación tan antigua como eficaz. La fortaleza de Sansón no es detenida por ningún ejército sino por las malas artes de la despechada Dalila. No por conocer el peligro Sansón deja de caer en él, como en unas líneas de este diálogo entre los protagonistas dejan entrever:
Sansón: "El truco más antiguo del mundo. Trampa de seda, con el cebo de una mujer".
Dalila: "¿Conoces un cebo mejor, Sansón? Los hombres siempre responden".
Como se suele decir, en el pecado va la penitencia. El pecado de Sansón trajo consigo su ceguera y el de Dalila ver a su amado como un despojo humano. Este diálogo es de los que más me gustan de la película, y al final del mismo ya se deja entrever el arrepentimiento de Dalila, quien comenzará a urdir un nuevo plan para obtener el perdón de Sansón y abrir las puertas a la justicia divina:
Dalila [mirando a Sansón en el molino, sin saber que ha sido cegado]: "No se ha atrevido a mirarme".
Saran de Gaza: "No puede verte".
D: "Haré que me vea [se para frente a Sansón, notando lentamente sus ojos cegados, que la llenan de profundo remordimiento] Está ciego. Nunca podrá volver a verme".
SdG: "¿Eso te molesta?"
D: "Tenía tu promesa".
SdG: "Ninguna espada ha tocado su piel. No se derramó ni una gota de su sangre".
D: [sollozando] "Tú... tú jugaste con las palabras para robarle los ojos".
SdG: "Fuiste tú quien lo traicionó, no yo".
D: "Estaba cautivo, encadenado, pero... ¿el señor de las Cinco Ciudades no pudo mostrarle misericordia?"
SdG: "¿Le mostraste tú misericordia, Dalila? Querías venganza. Ya la tienes".
Junto a esta moraleja son también muy interesantes las oraciones a Dios que presenta la película. Oraciones venidas de la desesperación, que recuerdan mucho las del libro de los Salmos. Destaco dos de Sansón y una de Dalila, ninguna de ellas aparecen en el relato bíblico aunque hubieran tenido perfecta cabida en él:
Dalila: "¡Yo puedo! ¡Yo puedo! Vueltas y vueltas, día tras día, mes tras mes. ¡Él nunca se detiene! Está siendo aplastado como el grano debajo de la piedra. Esta noche debe terminar en algún momento. Oh Dios de Sansón, ayúdame. Dijo que estás en todas partes. que eres todopoderoso. Escúchame. Devuélvele la luz a sus ojos. Toma mi vista por la suya. Oh dios de Sansón... Ayúdame".
Sansón: "¿Hasta cuándo me olvidarás, oh Señor? ¿Hasta cuándo estará tu mano contra mí? Llamo a través de las largas noches, pero no me escuchas. Oh Señor, Dios de mis padres, a ti llamaron y fueron librados. No me desampares, oh Señor".
Sansón: "Oh Señor, Dios de mis padres... Oh Señor, soy despreciado por todos los hombres. Se burlan de mí, diciendo: ''Él confía en su Dios para librarlo''. Tú eres mi Dios. No estés lejos de mí. Porque no hay otra ayuda. Mi fuerza se ha derretido como la cera. Mi corazón está seco de esperanza. Estoy cegado y entre enemigos. Oh Señor, oh fuerza mía. Envíame tu señal".
El clímax del film se alcanza con la ayuda final de Dalila, la autoinmolación de Sansón y la muerte de miles de filisteos. Con este final también se nos da a entender una clave espiritual muy interesante. Los planes de Dios (la liberación del pueblo de Israel) siempre se cumplen, a pesar de que en este caso sea de una manera costosa y dolorosa. Es imposible no hacer referencia aquí a la cruz de Jesucristo como otra muestra de esta dinámica salvífica. Parece en este sentido que la pedagogía bíblica nos quiere enseñar que no hay rescate sin cruz, ni salvación sin padecimiento. Bien haríamos en recordarlo más a menudo, en una sociedad en la que solo el éxito y la gloria parecen tener cabida.
Recojo el diálogo final de la última escena:
Sansón: "Te lo ruego, dame fuerzas, Señor. Dámelas por esta vez".
Ahtur: "Ese hombre tiene las fuerzas del demonio".
El Saran de Gaza: "No. Las fuerzas de Dios".
S.: "Mis ojos vieron ya tu gloria, Señor. muera yo aquí con todos mis enemigos".
Un último apunte. Cronológicamente puede tener sentido el final de la historia, pues Sansón fue juez de Israel entre los años 1069-1049 a.C. y Saúl, quien aparece en la cinta como un niño y a quien Sansón le dice que en un futuro será el rey de Israel, comenzó a reinar en dicho pueblo el año 1020 a.C. Un poco forzado, pero las fechas cuadran, si bien no es probable que ambos se conocieran en vida ni intercambiaran esa conversación.
Esta escena da paso a otros dos minutos de la excelente B.S.O. de Victor Young a modo de salida, quien a mi juicio mereció el Oscar, que sin embargo fue a parar finalmente a manos de Franz Waxman por "El crepúsculo de los dioses". Doctores tiene la "Santa" Academia de Holywood...
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