Cerca de la Ciudad presenta un argumento con un comienzo similar a la excelente novela "Diario de un cura rural", escrita por George Bernanos en 1936 y llevada a la gran pantalla en el país galo en 1951. Un joven sacerdote que es destinado a los suburbios de una gran ciudad (en este caso Madrid) en los que no encuentra una feligresía muy dispuesta a acogerlo con hospitalidad. Ahí acaban los paralelismos, pues en la novela-película francesa la situación se torna en dramática mientras que en la producción española, aún rozando el drama, el humor y el optimismo existencial terminan apoderándose de la trama lentamente. Su final navideño me ha hecho reverla por enésima vez en estas fechas, para poder hacer así este comentario que tenía pendiente desde hacía años.
El experto en producciones folclóricas y religiosas Luis Lucia dirige con maestría a un joven Adolfo Marsillach secundado a las mil maravillas por José Isbert y Margarita Robles. Me parece my original y destacable el comienzo del film, en el que un jovencísimo Antonio Ozores forma parte de un equipo que se dispone aparentemente a rodar un documental sobre Madrid, pero finalmente cambian de planes y "persiguen" a un joven cura recién llegado a la capital. Las letras de inicio aparecen a los 6 minutos, en lo que insito me parece una idea original para la época.
Adolfo Marsillach da vida al Padre José, coadjutor de sotana, alzacuellos, misa en latín y tonsura propias de la época. Pepe Isbert es Ramón, el fiel sacristán que nada más recién llegado el Padre José le anuncia la muerte del párroco y que debe hacerse cargo de la parroquia, a la que poco a poco descubre que solo asiste con asiduidad doña Casilda, la ricachona del barrio; aparte de algún que otro niño pilluelo que intenta robar algo con lo que poder comer. Los suburbios de Madrid reflejan una carencia total de trabajo, dinero e higiene, por lo que la labor espiritual debe ir precedida de un acompañamiento material y económico. Llevar a las "ovejas descarriadas" a Dios será la labor del Padre José, una tarea no exenta de dificultades, renuncias personales e incluso peligros.
A la hora de hacer un comentario lo primero que me llamó la atención es la autocrítica del régimen de Franco, pues presenta un panorama desolador, en unas afueras de Madrid que sufre el hambre, la enfermedad y la marginación. Cierto que es necesario para la trama, pero no es menos cierto que no es la imagen que uno quiere proyectar de la capital de su país, por lo que en ese sentido me parece incluso atrevida.
Vamos con la parte espiritual, que es la más importante y la que justifica el contexto anterior. El Padre José se presenta como alguien con un optimismo vital, especialmente en la educación de los niños y jóvenes, al más puro estilo San Juan Bosco. "Los niños son buena tierra para sembrar", le dice de inmediato a su sacristán. "Tierra de infieles", responde este, “Harían falta los 12 apóstoles para llevar a esta gente por el buen camino".
El exponente máximo de la pobreza de la parroquia más pobre de Madrid es una familia de cinco hermanos, uno de ellos "Paco el mudo", cuyo padre está en la cárcel. Poco a poco va trabando amistad con ellos, y con la ayuda económica de Doña Casilda y de un amigo médico consigue que se acerquen a la parroquia y allí les da techo, comida y catequesis. A los vecinos del pueblo también se los va ganando en su terreno -la taberna-, bebiendo -sin pasarse-, con chistes de curas y con Pepito, un títere que su dotes de ventrilocuo. Precisamente empeñarlo tras 25 años a su lado para conseguir algo de dinero es una de las escenas que más toca la fibra sensible, aunque gracias a sus amigos podrá recuperarlo posteriormente.
El personaje que experimenta una conversión más profunda, sin embargo, es doña Casilda, que pasa de una religiosidad de apariencia a una caridad activa, tras las palabras del Padre: "Dejarlo todo en manos de la providencia, ¿no le parece demasiado cómodo?". "Que tranquila se queda una después de haber practicado la caridad", afirma ella posteriormente, cuando entre ambos consiguen que los salones parroquiales se conviertan en clínica, taller, comedor y guardería todo a la vez.
La buena labor del sacerdote consigue la conversión de los padres, pasando de una Iglesia vacía a verla llena por completo en la Misa del Gallo a medianoche, de espaldas, en latín y eso sí, con el reclinatorio privado de Doña Casilda como mandaba la tradición.
De esa misa merece un subrayado la homilía, que reproduzco íntegra:
"Hoy fue precisamente cuando en la más humilde de las chabolas -os estoy hablando del portal de Belén- nació un niño que no venía al mundo con ricos pañales y seda sino cubierto de harapos. Quería ser como vosotros y por eso se hizo hombre, para vivir vuestra misma vida, para compartir vuestro sufrimiento y vuestra escasez. ¿Y por qué, diréis? Porque quiso enseñaros con su mismo ejemplo cuan ciertas son sus palabras ‘Bienaventurados los que sufren´', bienaventurados vosotros que sufrís, el sufrimiento es un pasaporte para el Reino del Señor…".
En fin, una historia humana y humanizante, transmisora de valores en un contexto en el que como nuestra sociedad secular se carece de ellos. Verla también me ha recordado una frase que escuché hace tiempo y de la que desconozco su autoría, pero que me parece genial: "Las palabras conmueven, los ejemplos arrastran..."
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