lunes, 25 de septiembre de 2023

El hijo pródigo (The Prodigal, EE.UU., 1955)

Comentamos hoy una pelicula cuyo título puede llevar a engaño, ya que su argumento no está basado en el cristianismo sino en el judaísmo antecesor de Cristo. Dicho esto, es cierto que para su desarrollo toma varios elementos de la que es posiblemente la parábola más conocida de Jesucristo, la historia del hijo pródigo que san Lucas pone en boca de Cristo en su capítulo 15, 11-32. Por su argumento y ambientación recuerda -y mucho- a Sansón y Dalila (1949), con una mezcla parecida de religión, erotismo y lucha fe-paganismo. 

El film está dirigido por Richard Thorpe, el prolífico director de Cine (189 largometrajes en total) pero que nunca ganó ningún premio destacable. La interpretación corrió a cargo de la tentadora Lana Turner y del tentado Edmund Purdom. En efecto, "La historia de la belleza de la mujer y de la tentación del hombre", rezaba el slogan publicitario de una película que intentaba aunar la sensualidad de Lana Turner, el género histórico-bíblico y que pretendía aprovechar el tirón de la primera película en color y Cinemascope, La Túnica Sagrada (1953). No le fue del todo bien a la Metro Goldwing Mayer, a la que se calcula que el film le supuso unas pérdidas de 700.000 dólares de la época, en parte debido a la majestuosidad de los decorados y del vestuario, sin lugar a dudas lo mejor de la película. 

El argumento se basa en la historia de Micah, el hijo de Elí, un judío que a pesar de estar prometido con Ruth le pide a su padre que le dé la parte de su herencia para viajar a Damasco, puesto que se ha enamorado perdidamente de Samara, la suma sacerdotisa de la diosa Astarté. "No tendrás otro dios fuera de mí (primer mandamiento)" leemos en la pantalla mientras que una voz en off nos hace la introducción propia de la época. Los paralelismos con la parábola cristiana comienzan y terminan con la exigencia de la herencia, pues a diferencia del padre comprensivo del cristianismo vemos a alguien que en principio se niega a dar el dinero: "¿Padre? Tu ya no eres mi hijo (le da una bofetada)", y que al entregar la segunda parte del dinero añade: "A partir de este día has muerto en mi corazón".

Los elementos religiosos se van sucediendo uno detrás del otro, pero a excepción de los últimos cinco minutos, no hay referencias a la parábola cristiana sino a la vida hebrea. "Quien ama a su semejante procede de la semilla de Abraham" es la primera frase que escuchamos en este contexto. Posteriormente, el espectador es aleccionado en distintas costumbres y fiestas judías, como la explicación de la Fiesta de los Tabernáculos, las cuestiones legales de las nupcias hebreas, las oraciones familiares o la importancia de la barba.

Frente a los cultos de Baal y Astarté, los dioses paganos, el protagonista tendrá que defender la fe de Jehová (en la traducción española) o Yahvé. El clímax religioso de la película se produce cuando Micah pronuncia el שְׁמַע יִשְׂרָאֵל (Shemá Israel): "Escucha Israel: El señor es nuestro Dios. El Señor es uno. Bendito sea su nombre cuyo glorioso Reino existirá por siempre. Amarás al Señor tu Dios sobre todas las cosas, con todas las fuerzas de tu ser y con tu alma. Estas palabras que te dicto en este día quedarán grabadas en tu corazón, las enseñarás con diligencia a cada uno de tus hijos, hablarás de ellas cuando estés sentado en casa o caminando por los caminos. No olvides estas palabras ni cuando estés tumbado ni cuando te levantes". Tras haber tocado fondo y sucumbir a la tentación y el pecado, a partir de ahí comienza su redención y la vuelta posterior a casa de su padre. "Mi Dios está siempre donde hay un hálito de vida" afirma triunfante Micah.

El final del film sí es una reproducción casi exacta de la parábola de Jesucristo. Tras avistar a lo lejos su hogar, Micah exclama: "Prefiero ser siervo en casa de mi padre que rey en Damasco" y comienza la reconciliación. Encontramos a un padre que no sale al encuentro de su hijo pero sí lo abraza y lo perdona: "Hijo mío", así como un arrepentimiento calcado al bíblico: "Padre he pecado. He pecado a tus ojos y contra el cielo. No soy digno de ser llamado hijo" y una respuesta semejante de su padre: "Caleb: corre ve a avisar a nuestra familia y a nuestros vecinos y envía a buscar músicos para alegrar nuestra fiesta, porque el hijo que estaba perdido ha sido hallado. Y una ternera, la mayor que encuentres, por qué está noche comeremos y lo celebraremos".

Por cierto, el hermano mayor, Caleb, reacciona con el mismo rencor e incomprensión que en la parábola bíblica, si bien en el film termina finalmente estrechando los brazos de su hermano y participando de la fiesta, a diferencia del texto de San Lucas que presenta un final abierto e inconcluso. Para rematar el happy end se produce también la reconciliación con Ruth: "Lo que no se puede olvidar a veces se puede perdonar".

¿Fallos históricos y bíblicos? la película está plagado de ellos. A mí el que más me ha llamado la atención es que en el siglo I antes de Cristo, Micah escriba "Samarra, 1 piece of silver, Micah" un texto en un perfecto inglés que solo sería hablado quince siglos después...  También me parece muy prescindible la escena de la pelea con el buitre, en la que se percibe que el tiempo ha pasado inexorablemente por encima de la cinta. 

No obstante, el film entretiene y a excepción de esa escena ha sobrevivido bien al paso del tiempo. Su visionado no se hace pesado y entretiene. Y Lana Turner tiene gran responsabilidad en todo ello. Su segundo slogan publicitario lo advertía: "Jamás la tentación resultó tan irresistible como al encarnarse en Lana Turner".

No hay comentarios :

Publicar un comentario