miércoles, 15 de abril de 2020

Pablo, el Apóstol de Cristo (Paul, Apostle of Christ, EEUU, 2018)

Durante mi confinamiento de Semana Santa -debido al coronavirus- he visto esta película sobre la vida de San Pablo dirigida por Andrew Hyatt (Llena de gracia) y protagonizada por Jim Caviezel (San Lucas), James Faulkner (San Pablo) y Olivier Martínez (El prefecto Mauricio), un trío de actores que dan a la película un empaque a la altura de uno de los mayores santos de la historia. 

El film se encuadra dentro de los últimos remakes de temas religiosos que Hollywood está realizando de temas bíblicos, mezclando los propios textos evangélicos, algunos trozos de los relatos apócrifos y añadiendo algo de imaginación histórica, incidiendo especialmente en los aspectos psicológicos de los protagonistas. Todo ello aderezado -no podía se de otra forma- con efectos especiales y ambientaciones que hacen que las películas sean vistosas y agradables de visualizar, pero algo carentes de un mensaje religioso profundo como eran las de antaño. En la actualidad prima el entretenimiento sobre la evangelización, lo cual es comprensible en una industria cuyo objetivo a fin de cuentas es ganar dinero utilizando para ello si es preciso el mensaje religioso. Dicho esto, el film es una buena oportunidad para tener un mayor acercamiento y conocimiento de la figura de San Pablo (llamado el apóstol de los paganos), especialmente de cómo pudieron ser sus últimos días en la cárcel mamertina de Roma.

El argumento utiliza la técnica de flashback para presentar la vida de San Pablo desde que era Saulo de Tarso -el perseguidor de los cristianos- hasta el momento en el que muere mártir decapitado en la capital del Imperio Romano. En sus últimos días de vida encarga a San Lucas la redacción del libro de los Hechos de los Apóstoles y varias de sus Cartas, dejando un legado impresionante para las primeras comunidades cristianas. En la película no faltan alusiones a la fe, al Himno a la Caridad o frases literales sacadas de sus Cartas y muy bien hilvanadas dentro de la trama. Para añadir más tensión al tema, se añaden dos historias paralelas que consiguen enganchar más aún al espectador. Por un lado, la enfermedad mortal de la hija del prefecto Mauricio (con el milagro que se recoge en el N.T.) y por el otro la gestión de la primera comunidad cristiana realizada por Aquila y Priscila en medio de persecuciones y tormentos. Precisamente -bajo mi punto de vista- es uno de los elementos espirituales que más dan para la reflexión posterior, ya que la película refleja perfectamente el ambiente de angustia, miedo, fe y valentía de los primeros cristianos, muchos de los cuales se debatían entre el martirio o la venganza ante tanta atrocidad que ejercían los romanos. Las torturas y crueldades de los primeros siglos quedan bien reflejadas en la historia. Pero la postura de Pablo es la que termina imponiéndose: solo el amor es el camino. Este era el mensaje de Cristo, será el de Pablo y el que finalmente triunfará en las primeras comunidades cristianas, no sin dolor y drama por en medio. 

A nivel de licencias teológicas se sitúa la supuesta estrecha relación entre Pablo y Lucas, así como el oficio de éste como médico, datos todos ellos confusos y sin excesiva fiabilidad histórica. No obstante, la película puede tener también como objetivo ulterior el que el espectador se preocupe en profundizar en la vida de este coloso de la antigua cristiandad, especialmente a través de la lectura de sus Cartas y del propio libro de los Hechos. Por todo ello creo que es muy recomendable su visionado así como una profundización posterior acudiendo a las fuentes bíblicas. 

Dejo para la meditación algunas frases interesantes de la película, casi todas ellas con una base bíblica evidente:

Aquila: “Confiemos en Dios”
Aquila: “Que la paz vaya contigo, hermano”
Lucas: “Yo nunca me hubiera apartado de tu lado”
Lucas: “Ahora todo el mundo debe conocer tu historia”
Octavia: “Como dijo Pablo, todos tenemos que tomar nuestras propias decisiones.”
Lucas: “Ninguno de nosotros hemos caminado con Cristo”
Pablo: “El mal solo se puede vencer con el bien.”
Pablo: “Soy un hombre miserable, merezco la muerte”
Pablo: “Todos los hombres son esclavos de algo”
Pablo: “Donde el pecado abunda, sobreabunda la gracia”
Pablo: “Porque vivamos o muramos, pertenecemos al Señor”

Para terminar me gustaría destacar este diálogo, para mí muy lúcido, ya que es uno de los pilares de la predicación de Pablo y al mismo tiempo una gran verdad que a mí personalmente siempre me ha llamado la atención: Para arriesgar una vida, hay que estar muy seguro de lo que uno cree y por qué -o por quién- la arriesga. Verdaderamente no tiene desperdicio:

Mauricio: "Si fuera la única verdad, todos la creerían".
Lucas: "No es así. Cristo, que es la verdad, resucitó de entre los muertos, y muchos no creen".
M.: "Mentiras, fabricaciones..."
Pablo: "Si Cristo no hubiera resucitado de entre los muertos, entonces nuestra predicación sería vana, y también lo sería nuestra fe".
M.: "Oh, ¿no tienes ninguna duda?"
P.: "Los hombres no mueren por cosas de las que dudan".

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