lunes, 20 de junio de 2022

El crimen del Padre Amaro (México, 2002)

En este Blog tienen cabidas todas las películas de temática religiosa. Casi siempre -porque aunque no lo parezca, abundan más- me centro en filmes que transmiten una buena imagen de la Iglesia Católica o de la fe, pero nunca he dudado a la hora de analizar títulos favorables a otras confesiones cristianas como en el caso de Lutero, o bien películas en las que la jerarquía eclesiástica sale mal parada, como AménThe Body o Stigmata; satíricas como La vida de Brian, o incluso ridiculizantes de la fe como Camino o Lourdes; controvertidas teológicamente como La Última Tentación de Cristo o con un mensaje moral diverso al cristiano como Priest. Creo que en esta última categoría es en la que hay que encuadrar la que hoy nos ocupa, El crimen del Padre Amaro. Como bien sabéis intento ser equilibrado y comedido en mis críticas, alabando lo bueno pero también denunciando lo que me parece injusto o mal realizado de una película, tanto a nivel artístico como a nivel del pensamiento que subyace en cada propuesta. No se puede perder la perspectiva de que en el fondo hablamos de algo secundario, el Cine, que no deja de ser un entretenimiento a la par que un suculento negocio, un submundo en el que entiendo que partidarios y detractores de la religión deben encontrar productos que quieren consumir y por el que están dispuestos a pagar el dinero de una entrada de Cine, de un DVD o de una cuota mensual en cualquier tele de pago. 

Hay que reconocer que la película que hoy comentamos fue un éxito de taquilla (con un presupuesto de apenas 2 millones de dólares consiguió recaudar casi 27) siendo en ese sentido hasta hace poco la película mexicana más taquillera de la historia. También fue bien recibida por la crítica, estando nominada al Oscar y a los Globos de Oro como mejor película extranjera, si bien finalmente las ganadoras fueron respectivamente la alemana En algún lugar de África y la francesa Balzac y la joven costurera china. Pero me parece que por la amplia repercusión en estos prestigiosos certámenes de EE.UU. -además de muchos más premios en México y en Europa- no debe ser tomada a la ligera y requiere por ello un comentario reposado.

Vamos pues con la película que tenemos entre manos, que recuerdo que fue todo un fenómeno mediático en 2002, el año de su estreno. Hasta entonces pocas personas se atrevían a realizar películas en los que la institución religiosa fuera puesta en entredicho, y mucho menos en un país como México, en el que la mayoría de las personas se declaraban creyentes, teniendo además un especial auge en aquellos años las tendencias ultra-conservadoras nacidas en ese país como los Legionarios de Cristo o la importada de Italia Comunión y Liberación, amén del clásico Opus Dei. Es cierto que en España estábamos más acostumbrados a los ataques -más o menos directos- a la Iglesia Católica desde la industria cinematográfica subvencionada por los partidos de izquierda, pero ciertamente una película con una crítica tan directa creo que aún no se había producido en nuestro país y habría que esperar hasta 2008 con la ya referida Camino para poder establecer una cierta comparación en la agresividad hacia la fe. Por mi parte recuerdo haberla visto por primera vez en Canal +, cadena que la promocionó a bombo y platillo fiel a los ideales liberales y anticlericales del grupo PRISA

La película -sin embargo- no tenía nada de novedosa, pues se basaba en una novela escrita en 1875 por el portugués José Maria de Eça de Queirós. Mirando la ficha técnica, vemos que a la postre el film se convertiría en el trabajo más conocido de Carlos Carrera, director mexicano que a pesar del éxito de este film no consiguió proyectarse internacionalmente y ha reducido su carrera a largometrajes y series de Tv mexicanos. En el reparto encontramos a un jovencísimo Gael García Bernal (uno de sus primeros largometrajes como actor principal), Ana Claudia Talancón (tras este trabajo únicamente ha destacado en el Cine mexicano), y el español Sancho Gracia (Aquí siempre será Curro Jiménez...).

El argumento se basa en la vida de Amaro, un joven sacerdote recién ordenado que recibe como primer destino el ser vicario parroquial del padre Benito en el pueblo de Los Reyes. Allí conoce y se enamora de Amelia, menor de edad, al tiempo que va descubriendo toda un mundo de corrupción al que era ajeno en su vida de seminario. La madre de Amelia, Agustina Sanjuanera, tiene una relación encubierta con el padre Benito, mientras que el padre Natalio, del pueblo vecino, está a favor de la Teología de la Liberación y enrolado clandestinamente en las guerrillas que combaten en el país. A ello se le suma una trama de narcotráfico de la que las autoridades eclesiales parecen ser cómplices a través del blanqueo de dinero. Amaro descubre que la jerarquía recibe cuantiosas donaciones empleadas en buenas obras, pero procedentes de dinero manchado de sangre. Poco a poco el padre Amaro se verá puesto entre la espada y la pared en todos estos temas, viéndose su celibato y su moralidad llevados al límite.

Viendo el argumento, se puede deducir que como plato fuerte la película busca intencionadamente alimentar el morbo de una relación sexual entre un sacerdote que ha realizado la promesa de celibato y una menor de edad. La inmoralidad y la falta de coherencia subyace por todas partes y se convierte así en el núcleo central de una historia de corrupción y de carencia de valores en las que ningún protagonista se salva. La mejor a nivel de dirección es la oscuridad general y la ausencia de colores vivos a lo largo de toda la historia y especialmente al final de la misma, que transmiten un clima de pesimismo vital, de amargura y desilusión en el que los protagonistas se hayan sumergidos. A nivel interpretativo me sorprende que la actriz elegida como adolescente tuviera 22 años y no 16, lo que visualmente resta algo de credibilidad a la película. Tampoco convence la inexpresividad de Gael García Bernal, que no responde a estar metido en el papel de un aturdido sacerdote sino a una carencia interpretativa en toda su filmografía. 

Dentro de la atracción mutua de la pareja, se nos presenta (supongo que será una visión machista para algunos, pero hay que recordad que la novela es de 1875) a Amelia como la que busca deliberadamente tentar al sacerdote. En una confesión le realiza estas tres declaraciones:

"Me acuso de ser muy sensual, padre".
"Me gusta besar a mi novio y tocarme".
"Mientras me estoy bañando me gusta sentir cómo cae el agua sobre mi cuerpo y me acaricio".

Todas estas afirmaciones podrían pasar desapercibidas si no se hubiera captado desde el principio una tensión sexual entre ambos que hace presagiar que el joven sacerdote terminará cediendo a la tentación manteniendo relaciones sexuales con la joven, de las que el film no deja lugar a la imaginación. El film tampoco está exento de ironía y sarcasmo. Este otro diálogo entre ambos protagonistas en una nueva confesión sacramental es un perfecto ejemplo de ello:

Padre Amaro: "Dime tus pecados, hija".
Amelia: "Ya los conoces. ¿Y los tuyos?"

Otra cosa que me llama la atención es que el director afirmara que no quería generalizar la situación del pecado sexual como algo estructural dentro la institución eclesial. Según él, su intención era más bien la de visibilizar el drama moral de una persona inicialmente buena pero que se a viendo involucrado en un comportamiento manifiestamente pecaminoso:

"No es una denuncia de la Iglesia Católica en conjunto, sino una mirada provocadora a lo que puede pasar cuando individuos decentes son seducidos por el poder de su posición".

En este caso no puedo estar de acuerdo con el director. Aunque la intención anterior sea cierta (solo él lo sabe), se echa en falta algún referente moral a lo largo del film. Todos los personajes que aparecen -y especialmente los religiosos- están corrompidos hasta el tuétano. Con ello se nos da la impresión de que el problema que refleja la película es estructural y no personal, a pesar de que el director manifestara lo contrario. No creo que la realidad de la Iglesia mexicana -ni de la de ningún país- no pueda aparecer ningún sacerdote íntegro frente a otros que dejen tanto que desear. 

Analizar el dilema moral del Padre Amaro es quizás lo más interesante del film. Aunque finalmente queda caricaturizado, el proceso de drama interno que sufre es bastante sugerente. Un seminarista recién ordenado que en un escaso periodo de tiempo queda defraudado con el sacerdote que lo acoge, con la comunidad religiosa a la que acompaña y consigo mismo. Un hombre que es infiel a su promesa de celibato, que para más inri lo hace con una menor de edad, que no afronta sus responsabilidades tras las relaciones sexuales y que finalmente aboca a su amante a un aborto -y posterior muerte- no puede ser ejemplo para nadie. Por si fuera poco todo ello, finalmente oculta su participación en los hechos y culpa a otra persona de la muerte de Amelia. Pero es cierto que el contexto en el que todo ello va sucediendo es creíble y convincente, hasta tal punto que el padre Amaro parece en algunos momentos más una víctima que el verdadero culpable de la situación. El film nos hace ver que su verdadero pecado no es de tipo sexual, sino que su verdadera culpa radica en mantener una doble moral y anteponer sus intereses personales de poder y prestigio a las vidas de las personas que se relacionan con él. Sin embargo, me parece una oportunidad perdida no ahondar en el calvario interior que debe ser producido por los remordimientos de haber cometido actos de este tipo, a poco que a uno le quede algo de conciencia. En ese sentido su historia podría haber sido más rica en matices y haber tenido muchas lecturas, y no solo la de alguien rastrero, trepa, mezquino e hipócrita que es la que el film transmite de manera evidente.

Lejos de escandalizarnos, el filme debe hacernos reflexionar sobre una dura crítica de Jesucristo a los  dirigentes religiosos de su época. La encontramos en el Evangelio de San Mateo, capítulo 23 "En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar". En el fondo, han pasado los siglos pero la situación no ha cambiado tanto. El ministro de Dios es bienintencionado -no me cabe duda-, pero no deja de ser una persona con sus defectos y tentaciones, con sus debilidades y momentos de pecado. Cualquier persona puede actuar de manera equivocada -incluso siendo incoherente con sus principios- bajo determinadas circunstancias que si bien no sirven de eximentes sí al menos de atenuantes. 

No encontramos en el padre Amaro (personaje de ficción, por cierto) un ejemplo de conducta, todo lo contrario. Pero sí podemos ver en él (en su máximo exponente) la debilidad humana, que sin la gracia divina puede llevar a la persona a la perdición total. En palabras de San Pablo "Llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que tan sublime gracia viene de Dios y no de nosotros" (2ª Corintios 4,7).

¿Recomiendo ver esta película? Claro. No soy ningún fundamentalista, y me parece oportuno ver historias religiosas de todo tipo. Está claro que no aprenderemos de esta ningún ejemplo de conducta, pero sí puede prevenirnos para ser conscientes de que la tentación a veces es muy sutil y queda condicionada por muchos factores externos al individuo. Y tampoco está mal recordar otra frase de Jesucristo para cerrar este comentario: "Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante, pues con la medida con que midiereis se os medirá a vosotros" (Lucas, 6, 37-38). En una historia de 2.000 años habrán habido muchos "padres Amaros", no cabe duda. Dejemos que solo Dios los juzgue.

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