A los que nos gusta el cine, no nos importa el año en el que se rodó una determinada película, ni el número de veces que la hayas podido ver. El cine está considerado como el séptimo arte. Y por lo tanto, si una película es grande, no es como un producto de consumo que pierde valor porque se filmó en el siglo pasado, o porque tú ya la has visto y te sabes el final: Valoro como auténticas obras de arte cintas con más de 80 años "sobre sus espaldas", que no me canso de ver, y abomino de producciones incalificables, rodadas "la tarde antes de empezar este confinamiento".
Dicen que es de necio confundir calidad y precio, yo me atrevo a decir que lo que sí es de necios es que alguien piense o incluso diga: "Yo esa película no la veo porque es en Blanco y Negro"...
En el cine de la época dorada de Hollywood, los papeles estaban muy bien delimitados. En las películas donde el galán de turno era John Wayne, Gary Cooper, Humphrey Bogart, James Stewart, Charlton Heston o Tony Curtis, se sabía perfectamente desde el principio quién era el bueno y quién era el malo. Y esos roles se mantenían inalterables hasta el desenlace, que solía consistir en la victoria "del muchachito bueno", sobre su oponente, que era el malo de la película. Este malvado personaje solía ser interpretado y encarnado frecuentemente por actores poco agraciados físicamente como Edward G. Robinson, James Caigne, Richard Widmark, Lee Marvin, o el insuperable Jack Lemmon.
La belleza se equiparaba con la bondad. Y la maldad con la fealdad. Por cierto... siguiendo este patrón estético... no hay fealdad buscada más lograda, que la de los dos judíos que aparecen preparando la cruz de Cristo en el paso del Señor de las Penas. Tan geniales son en su fealdad, que dan nombre a toda una cofradía, a la cofradía mas populosa de Jerez: Los judíos de San Mateo.
Este patrón se corresponde con una idea maniquea de la realidad. El maniqueísmo es una corriente de pensamiento, (anterior al cristianismo), que consideraba o considera (aún hay mucho maniqueo suelto por ahí, como vamos a ver hoy) que en el mundo hay dos fuerzas que luchan para ver quien tiene la prevalencia: El bien y el mal.
Pues bien, conforme fue pasando el tiempo, este patrón maniqueo imperante en el cine, se fue difuminando: En el cine mas reciente, a partir del gran Alfred Hitchcock, pionero en el planteamiento de tremendos conflictos psicológicos en los personajes, los roles no están tan delimitados. A destacar, quizás como pistoletazo de salida de este nueva visión, la soberbia interpretación de Joseph Cotten en "La Sombra de una Duda" (el guapo y encantador tio Charly que resulta ser un asesino), o el educado y atento Norman Bates (Anthony Perkins en la extraordinaria "Psicosis").
Los largometrajes de Hitchcock resultan escalofriantes, no porque muestren cómo el mal asola el mundo, sino porque el mal es, con frecuencia, banal y cotidiano y deambula por el sitio que menos te lo esperes, o a través de la persona más insospechada... El genio de Hitchcock hizo que muchas personas tuviesen durante mucho tiempo pánico de los inofensivos pájaros del cielo...
A partir de ahí, y hasta nuestros días, se han prodigado películas en los que no impera ya ese patrón maniqueo, y en las que, a lo mejor ni el malo es tan malo, ni a lo peor, el bueno es tan bueno... Es decir... como la vida misma.
Esta superación del maniqueísmo en el cine me sirve para entender la frase que hoy Jesús pronuncia en el Evangelio:
"Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos".
Puerta. Entrar y salir. Y encontrar pastos abundantes. Esta es la clave de todo.
Jesucristo, el Buen Pastor se identifica con la puerta del aprisco. El aprisco es el refugio donde las ovejas tienen garantizado el sustento y la protección frente a los peligros. Es curioso que el Señor no dice yo soy el aprisco...sino "Yo soy la Puerta del aprisco". Es decir, Jesús dice que a través de Él, se podrá entrar y salir del aprisco y encontrar pastos dentro y fuera de él. Él es, por tanto, el filtro o el cauce que hace que el aprisco, o lo que hay fuera, tenga sentido y valor.
El exceso de prudencia de pensar que estando dentro del aprisco sin salir, se va a estar protegido de todo, puede ser engañoso. El ladrón pueda saltar por la valla, y entrar y coger a la oveja dentro y hacer estragos con ella, tan segura que se sentía.
Por lo tanto, para aquellos que tienen la tentación maniquea de pensar que el mundo es malo y solo nos salvará replegarnos dentro de las puertas de la Iglesia, este Evangelio es una seria advertencia: Una fe "de puertas para adentro" es una fe, no solo castrada, sino también muy peligrosa.
El maligno entra saltando por las ventanas, y llega hasta las entrañas mismas del aprisco (de la Iglesia) y puede destrozar a la oveja que no esté atenta y haya bajado la guardia, porque se sentía muy "protegida" dentro.
A veces en personas muy "recogidas" y piadosas, existen determinadas espiritualidades infantiloides que no han pasado por la Puerta que es Cristo. Esas espiritualidades pseudo-cristianas las resumiría en dos:
- Una fe sin caridad. Es verdad que la fe es confiar en Dios, y cargar con la Cruz de cada día, pero ... no toda cruz es cristiana. La "prueba del algodón" que valida la Cruz que viene de Dios, (y por tanto salva), ante la que nos hemos inventado nosotros, (y por lo tanto, no salva), es muy sencilla de aplicar. La expresa San Pedro en la segunda lectura: "Si obrando el bien, soportáis el sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios".
No es cristiano llevar una cruz arremetiendo contra el otro. Esa cruz, mal llevada así, no es aceptada por Dios: Por muy sacrificada que sea esa cruz, y por muy abnegada que sea la actitud con que se la cargue, la cruz si no nos lleva a ser caritativos con el prójimo, ni salva, ni por supuesto, es querida por Dios.
Y frecuentemente, olvidamos que la Caridad comienza por uno mismo. Luego cruces que no son caritativas con nosotros mismos, tampoco vienen de Dios. Así, la culpabilidad escrupulosa y enfermiza de algo que ya se confesó, y de lo que se obtuvo el perdón de Dios, no la ha puesto Él sobre los hombros de nadie. Esa cruz la ha metido el ladrón dentro del aprisco, es la voz del enemigo la que intenta confundir,... así que si estás cargando una cruz de ese tipo... te invito a que te liberes inmediatamente de ella.
- Una fe sin esperanza. El maligno puede hacer que personas con una alta "espiritualidad" vivan como dice el papa Francisco en su exhortación "Evangelii Gaudium" con un semblante de "pepinillos en vinagre". Viviendo una "eterna Cuaresma sin Pascua". Con miedo a todo lo que les rodea, con angustia por lo que pueda venir... Son personas que creen, que rezan, que van a Misa y comulgan,... pero que no tienen esperanza.
Como dice San Pedro también en la segunda lectura: "Muertos al pecado, vivamos para la justicia". Confiar en Dios es tener Esperanza. No somos masoquistas, ni Dios es un ogro que nos envía cruces para saciar su sadismo: somos personas de esperanza en Dios que saben que la Cruz no tiene valor en sí misma. Su sentido es ser camino de Salvación. Camino hacia la Gloria.
Al otro lado de la cara de la moneda maniquea, frente a los que se parapetan dentro de la Iglesia, a veces sin Caridad o sin Esperanza, y se muestran temerosos con todo lo que viene de fuera, están, los temerarios que se envalentonan y salen a pecho descubierto a buscar esos pastos abundantes con los que poder saciar sus ansías de felicidad. Pero como el dicho popular expresa: "no todo el monte es orégano". Si se sale al monte por una puerta que no es Cristo, esa aventura te va a conducir irremisiblemente a un inmenso abismo de peligros e inseguridades, de las que no vas a ser capaz de salir con tus propios conocimientos y tus limitadas fuerzas. Es decir, ni quedarse en el aprisco es tan seguro, ni salir de él, puede que sea tan beneficioso.
La seguridad psicológica que nos da tener una visión maniquea del mundo, de las cosas y las personas, la dejamos para el Hollywood dorado,... en la vida real, y como Cristo, el Buen Pastor, nos previene hoy, ese dualismo, queda puesto en entredicho: Él es la Puerta, Él es el único Valor Absoluto, Él filtra lo que es bueno o conveniente... el resto de personas, cosas o situaciones, a veces las menos insospechadas,... serán o serón.
Esta Liturgia de la Palabra de este Domingo nos invita a salir de conductas cristianas infantiles, a veces alentadas por determinadas espiritualidades, que señalan, en exceso, qué se puede y qué no se puede hacer, a dónde se puede y a dónde no se puede ir, qué libro se puede o no se puede leer,...
El cristiano adulto es aquel que ha madurado y reconoce entre muchas otras voces, la propia voz de Jesús: "Cuando el Buen Pastor ha sacado todas las suyas del aprisco, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz".
El Evangelio de hoy por lo tanto, nos invita a centrar nuestra vida en Cristo. Solo Él es digno de ser escuchado y seguido incondicionalmente. Como ovejas suyas que somos, tenemos que familiarizarnos con su voz, para evitar que nuestra propia voz, o la voz del enemigo, a veces con tintes angelicales, nos confundan. Por ello, la prioridad en nuestra vida, no puede ser otra que la de hacer todo lo posible para identificar y escuchar la voz del Buen Pastor. Familiarizarnos con ella y reconocerla en cualquier medio y circunstancia. Esto, evidentemente requiere muchas horas de oración, de Biblia y de Sagrario... Con la salvaguarda del Sagrario... que desgraciadamente no es, en estos momentos, todo lo accesible que quisiéramos...¿Has empleado, o al menos, piensas emplear a partir de hoy, este confinamiento para ese aprendizaje?
Si tu respuesta es afirmativa, esa será la clave de tu discipulado. Esa será la clave que te hará experimentar en medio de múltiples dificultades y tribulaciones, lo que dice el Salmo Responsorial de hoy, el Salmo 22:
"El Señor es mi pastor, nada me falta. Aunque camine por cañadas oscuras nada temo porque tu vas conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan".
Que ese Cristo, Buen Pastor, puerta del aprisco nos colme de bendiciones y nos ayude a vencer todos y cada unos esos obstáculos que el tentador, nos pone en nuestro camino con intención de engañarnos.
Luis Salado de la Riva
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