No es común visualizar una película finlandesa. Supongo que en toda mi vida habré visto menos de los dedos de mi mano. Pero casualmente es la segunda de temática religiosa que comento en el
Blog, tras
Cartas al Padre Jacob. Casualmente, como este año estoy publicando los lunes, ha coincidido que la vi el otro día y que la publique hoy 6 de enero, el día de sus "rivales" en la entrega de regalos a los niños, los
Reyes Magos.
Dejando para el final el aspecto religioso del film, vamos a comentar los aspectos más relevantes de una película para -casi- todos los públicos, entretenida y que explora una faceta poco conocida de un personaje -como el título deja entrever- mezcla de leyenda e historia. "Incluso las mejores historias tienen un comienzo" y "La historia jamás contada de un niño llamado Nicolás" fueron los eslóganes promocionales que ya dejan entrever de qué va la historia.
A falta de datos históricos fiables para bucear en tiempos pretéritos, el guion se basa en el libro de 1932 "La vida y aventuras de Santa Claus", escrito por Julie Lane bajo el seudónimo de Amelia C. Houghton. Lejos de ser un dulce cuento para niños, en mi opinión es una cruda lección de vida para adultos. Viendo el argumento se entenderá mejor esta afirmación, pero se puede adelantar que al más puro "estilo Disney", la acción comienza con un drama en toda regla, lo que desaconseja su visionado para niños demasiado pequeños.
La acción se desarrolla en un tiempo indeterminado del pasado en Laponia, una región finlandesa. Nikolas es un niño huérfano que ha perdido a sus padres y a su única hermana en un accidente en un lago helado. La solución que el pueblo encuentra para hacerse cargo del niño es que cada familia lo adopta por un año, comenzando el día de Navidad. Al terminar cada año, Nikolas, hábil con el cuchillo y la madera, deja regalos para los hijos de sus familias adoptivas. Con el pasar de los años, cada vez son más los niños y regalos que hacer. Su habilidad como carpintero llama la atención de Iisakki, un gruñón y huraño carpintero que poco a poco irá cambiando su personalidad al ver la bondad interna de Nikolas.
¿Por qué Santa Claus viste de rojo?, ¿Por qué tiene un trineo?, ¿Por qué el trineo va tirado por renos que le obedecen?... Estas y otras preguntas ven encontrando respuestas en una trama algo plana pero que no deja indiferente. La aridez del paisaje, el frío, la nieve, los bellísimos planos panorámicos mitigan unos vestuarios y decorados decentes pero poco más. La Banda Sonora acompaña bastante bien los momentos más emotivos del film, y las interpretaciones son bastante dignas, sobre todo teniendo en cuenta que una buena parte del mismo es interpretado por niños, lo cual no es tarea sencilla.
¿Quién fue realmente Nikolas? Esa pregunta sí encuentra una hipotética respuesta en el largometraje. Un niño a la vez traumatizado por la pérdida de su familia pero agradecido por la acogida de muchas otras familias. Un joven que tuvo que hacerse a sí mismo sin perder el altruismo y la generosidad que lo caracterizaban. Y un anciano incansable que intentó hacer más agradable la vida de los demás hasta su último aliento. Realidad o ficción, así es presentado en su faceta menos conocida.
A nivel religioso, no hay frases memorables ni profundas que reseñar, pues su objetivo no es espiritual sino biográfico. No obstante, la última escena es la más destacable, pues -no podía ser de otra forma- Nikolas se transforma en un Santa Claus celestial que vive para siempre. Evidentemente, esta versión finlandesa no menciona la posible relación entre Santa Claus y San Nicolás de Bari, otro posible origen de la leyenda pero con una historia personal bien distinta. Finlandia barre en este caso para casa y nos presenta su versión de los hechos.
Sea como fuere, la película merece la pena ser visionada. Impregna de espíritu navideño y de bonhomía, pero sin ocultar lo dramático y a veces desconcertante de cada existencia humana.