La Iglesia celebra hoy a Santa Cristina de Bólsena, santa italiana martirizada durante el siglo III. Hasta el siglo IX no se puso por escrito su vida y martirio, por lo que hay varias versiones de su martirio que tiene tintes legendarios. Fue hija de Urbano, un noble pagano que montó en cólera que descubrir que su hija se había hecho cristiana y había regalado a los pobres la valiosa colección de estatuillas de ídolos que tenía en su casa. Copio una parte de su largo martirio para la meditación:
Para castigarla comienza usando con ella azotes y garfios admirándose de que Cristina persista en su actitud. Manda el desnaturalizado padre preparar un brasero ardiente para quemarla poco a poco; mas el brasero se hizo una hoguera que abrasó a los verdugos y a los curiosos cercanos. Puesta en la cárcel para que cambie por la lobreguez de la mazmorra, la oscuridad y el hambre; pero allí es consolada con luminosas apariciones de ángeles que le curan sus heridas y le prometen protección. El padre, a los pocos días, manda atarle al cuello una pesada piedra y arrojarla al lago; sin embargo un ángel la transporta a la orilla. Esa noche muere de un sofoco Urbano en su cama. Mandan las autoridades un nuevo gobernador, que se llama Dion y ya piensa en nuevas crueldades: estanque de aceite hirviendo mezclado con pez del que la niña Cristina es liberada. Luego la manda llevar al templo de Apolo para obligarle a ofrecer sacrificio, pero, ante el asombro de todos, el ídolo se derrumba y se hace polvo ante el mismísimo gobernador que muere en el acto. El tercero de los gobernadores poderosos se llama Juliano quien, preocupado por el caso pendiente, lo ha estudiado con detenimiento llegando a la conclusión de que se trata de artificios, encantamientos y magia que todos los cristianos profesan. Por ello maquina nuevos procedimientos para hacer desistir a la niña Cristina. Mandó preparar un horno encendido donde mete a la niña para que el fuego la consuma; siete días la tiene allí sin conseguir que le suceda daño alguno. Luego será una habitación oscura plagada de serpientes, víboras y escorpiones venenosos de la que sale indemne y sin ningún picotazo, cantando alabanzas a Dios; la desesperación del mandatario llegó entonces al extremo de decretar cortarle la lengua, pero ¡oh prodigio! ahora canta más fuerte y mejor. Y acude, arremolinándose, toda la comarca ante la contemplación evidente del triunfo que se comenta por todas partes de la debilidad cristiana ante la fortaleza y brutalidad romana. Basta un tronco caído en donde atan a la delicada niña para que las saetas atraviesen su cuerpo y ella decida, suplicándole al buen Dios, rendirle su espíritu con el martirio.
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