Recordamos hoy a San Carlos Sezze (1620-1670), quien escribió una autobiografía para narrar todos los prodigios que Dios había obrado en su vida, comenzando por la promesa que Carlos le hizo de hacerse religioso si una manada de bueyes que venía a atacarlo lo dejaba con vida, lo cual sucedió al punto. Siendo religioso, tuvo una especial devoción por le Eucaristía, pero debido a su espiritualidad tuvo que soportar la envidia y el mal trato de algunos de sus superiores, lo que siempre hizo con humildad y abnegación. Copio para la meditación una parte de su biografía donde se narra su relación con los milagros:
Este fidelísimo hijo del «Pobrecillo de Asís» fue decorado con el don de milagros: numerosísimos enfermos recobraron la salud mediante las oraciones que por ellos elevaba al Señor, a la Virgen Santísima y al entonces Beato Salvador de Horta, taumaturgo español. El mismo Carlos de Sezze refiere difusamente unos veinte milagros obrados por él mediante una reliquia del prodigioso franciscano de Horta, que llevaba siempre consigo. Estos milagros, lo mismo que sus excelsas virtudes y maravillosas profecías, hicieron popular en el Lacio el nombre de fray Carlos, de modo que hasta algunos cardenales y papas lo colmaron de obsequios.
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