Hoy la Iglesia celebra a dos santos de otra época, santos que lo fueron por la defensa de la fe con la espada y los ejércitos. Seguramente hoy vemos la santidad desde otro punto de vista, pero sin duda fueron dos personas imprescindibles para la expansión del cristianismo en España y en Francia respectivamente.
San Fernando III (1198-1252) fue rey de Castilla y León a los que consiguió unificar en su lucha contra la expansión del Islam en España. Comenzó a construir la Catedral de Burgos e instauró la Universidad de Salamanca. Fue declarado patrón de España. En sus cartas firmaba como "Caballero de Jesucristo, Siervo de la Virgen Santísima, y Alférez del Apóstol Santiago". Para la meditación copio una parte de su biografía referida a su espiritualidad:
Propagaba por todas partes la devoción a la Santísima Virgen y en las batallas llevaba siempre junto a él una imagen de Nuestra Señora. Y le hacía construir capillas en acción de gracias, después de sus inmensas victorias. Este gran guerrero logró libertar de la esclavitud de los moros a Ubeda, Córdoba, Murcia, Jaén, Cádiz y Sevilla. Para agradecer a Dios tan grandes victorias levantó la hermosa catedral de Burgos y convirtió en templo católico la mezquita de los moros en Sevilla.
Santa Juana de Arco (1412-1431) fue una virgen doncella de Orleans que hoy es la patrona de Francia. De niña tuvo unas experiencias místicas que la animaron a luchar contra la liberación de su país del poder de los Ingleses. Tuvo visiones reveladoras que atestiguaban la veracidad de su mensaje. Fue capturada y ejecutada como hereje, pero siglos más tarde se declaró su santidad. Para la meditación copio una síntesis de su hagiografía:
De todas las histories de los santos, la de Santa Juana de Arco es sin duda la más extraordinaria e increíble: una joven, campesina y sin estudios, a la cabeza de un ejército derrota a un aguerrido ejército, derriba fortalezas, corona a un rey y termina en la hoguera. Y todo en cuestión de dos años.
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