Celebramos hoy a San Juan Nepomuceno (1340-1393), presbítero y mártir de la región de Bohemia, en la actual República Checa. Se opuso al rey Wenceslao por querer expropiar unas tierras para regalárselas a sus familiares. Además de ello, el rey era muy celoso y quería que San Juan le contara los pecados que la reina le había confesado, rompiendo para ello el secreto de confesión. Al negarse San Juan, el rey decidió quitarle la vida como recoge el acta de su martirio, motivo por el cual fue declarado patrono de los confesores:
El rey mandó matar al padre Juan; lo ataron doblado, con la cabeza pegada sobre los pies, y luego, fue lanzado al río Moldava. Esto ocurrió en el año 1393. Los vecinos recogieron el cadáver para darle santa sepultura. En 1725, más de 300 años después del suceso, una comisión de sacerdotes, médicos y especialistas encontraron que la lengua del mártir se encontraba incorrupta, aparentemente seca y gris. De repente, en presencia de todos empezó a tomar apariencia de ser la de una persona viva. Todos se pusieron de rodillas ante este milagro.
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