Hoy recordamos a San Germán (+576), abad de San Sinforiano de Autún y posteriormente Obispo de París, quien conservó un estilo de vida monástico de austeridad y de atención a los más necesitados. Copio de su hagiografía algunos milagros que narró su biógrafo Fortunato:
Se había propuesto el santo abad que ningún pobre que se acercara al convento a pedir se fuera sin comida; un día repartió el pan reservado para los monjes porque ya no había más; cuando brotó la murmuración y la queja entre los frailes que veían peligrar sus reservas, llegaron al convento dos cargas de pan y, al día siguiente, dos carros llenos de comida para las necesidades del monasterio. Otro día apagó con un poco de agua bendita el fuego del pajar lleno de heno que amenazaba con arruinar el monasterio. Otro más fue cuando el obispo, celoso por las cosas buenas que se hablan de Germán, lo mandó poner en la cárcel; pero un día las puertas se le abrieron al estilo de lo que pasó al principio de la cristiandad con el apóstol, pero Germán no se marchó antes de que el mismo obispo fuera a darle la libertad; cambiando el obispo sus celos por admiración.
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