La Iglesia hace memoria hoy de San Felipe Neri (1515-1595), presbítero italiano conocido como el "Apóstol de Roma", debido a que dedicó gran parte de su vida a la evangelización y educación de los más desfavorecidos de la ciudad eterna. Fundó la Congregación del Oratorio (Los oratorianos) en los que niños, jóvenes y adultos jugaban, aprendían y rezaban. Confesaba a cientos de personas cada día. A pesar de su buena labor encontró la oposición de algunos cardenales que lo tacharon de hereje, por lo que se le prohibió durante un tiempo confesar. Finalmente el Papa Gregorio XII bendijo su labor. En este Blog ya se ha comentado la película "Prefiero el Paraíso" sobre su vida. Copio para la meditación los últimos instantes de su vida:
El día de Corpus Christi, 25 de mayo de 1595, el santo estaba desbordante de alegría, de suerte que su médico le dijo que nunca le había visto tan bien durante los últimos diez años. Pero San Felipe sabía perfectamente que había llegado su última hora. Confesó durante todo el día y recibió, como de costumbre, a los visitantes. Pero antes de retirarse, dijo: "A fin de cuentas, hay que morir". Hacia medianoche sufrió un ataque tan agudo, que se convocó a la comunidad. Baronio, después de leer las oraciones de los agonizantes, le pidió que se despidiese de sus hijos y los bendijese. El santo, que ya no podía hablar, levantó la mano para dar la bendición y murió un instante después. Tenía entonces ochenta años y dejaba tras de sí una obra imperecedera.
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