La Iglesia hace memoria hoy de San Agustín (+605), obispo de Canterbury y evangelizador de Inglaterra, quien siendo prior del convento benedictino de San Andrés (Roma) fue enviado por el Papa Gregorio Magno a evangelizar el reinado de Etelberto de Kent, quien se había casado con Berta, una cristiana. Al llegar los 40 monjes a Inglaterra, su éxito fue rápido e inesperado, ya que el mismo rey pidió el bautismo y con él gran parte de su corte. Copio para la meditación los consejos que Gregorio Magno le escribió al recibir tan buenas noticias:
Dios le ha concedido el don de hacer milagros, y le ha dejado el inmenso honor de convertir a muchísimos paganos al cristianismo, y de que las gentes lo quieran y lo estimen mucho. Pero cuidado, mi amigo, que esto no le vaya a producir orgullo. Alégrese de haber recibido estos regalos del buen Dios, pero tenga temor de no aprovecharlos debidamente. Consuélese al ver que con los milagros y la predicación logra que tantos paganos se vuelvan cristianos católicos, pero no vaya a creerse mejor que los demás, porque entonces le estaría robando a Dios el honor y la gloria que sólo Él se merece. Hay muchos que son muy santos y no hacen milagros ni hablan hermosamente. Así que no hay que llenarse de orgullo por haber recibido estas cualidades, sino alegrarse mucho al ver que Dios es más amado y más glorificado por las gentes
No hay comentarios :
Publicar un comentario