Celebramos hoy a San Luis María Grignion de Montfort, presbítero y santo francés fundador de los Padres Montfortianos (Compañía de María) y las Hermanas de la Sabiduría. Es conocido por su devoción mariana y a la Eucaristía. Copio para la meditación una parte de su "Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen" en la que une estos dos temas:
Después de la sagrada comunión, estando recogido
interiormente y cerrados los ojos, introducirás a Jesucristo
en el corazón de María. Se lo entregarás a su Madre, quien
lo recibirá con amor, lo tratará como Él lo merece, lo adorará
con todo su ser, lo amará perfectamente, lo abrazará
estrechamente y le rendirá en espíritu y verdad muchos obsequios que desconocemos a causa de nuestras espesas
tinieblas. O te mantendrás profundamente humillado dentro
de ti mismo, en presencia de Jesús que mora en María. O
permanecerás como el esclavo a la puerta del palacio del
Rey, quien dialoga con la Reina. Y mientras ellos hablan
entre sí, dado que no te necesitan, subirás en espíritu al
cielo e irás por toda la tierra a rogar a las creaturas que den
gracias, adoren y amen a Jesús y a María en nombre tuyo:
Vengan, adoremos, etc. O pedirás tú mismo a Jesús, en unión con María, la
llegada de su reino a la tierra por medio de su santísima
Madre, o la divina Sabiduría, o el amor divino, o el perdón
de tus pecados, o alguna otra gracia, pero siempre por María
y en María, diciendo mientras fijas los ojos en tu miseria:
No mires, Señor, mis pecados, sino las
virtudes y méritos de María. Y, acordándote de tus pecados,
añadirás: Es obra de un enemigo. Yo soy mi mayor
enemigo, yo cometí esos pecados. O también: Sálvame del
hombre traidor y malvado, que soy yo mismo.
O bien: “Jesús mío, conviene que tú crezcas en mi alma y
que yo disminuya”. María, es necesario que tú
crezcas en mi alma y que yo sea menos que nunca. Crezcan
y multiplíquense. ¡Oh Jesús! ¡Oh María! ¡Crezcan
en mí! ¡Multiplíquense fuera, en los demás! Hay mil pensamientos más que el Espíritu Santo
sugiere, y te sugerirá también a ti, si eres de verdad hombre
interior, mortificado y fiel a la excelente y sublime devoción
que acabo de enseñarte. Pero acuérdate de que cuanto más
permitas a María obrar en tu comunión, tanto más
glorificado será Jesucristo. Y de que tanto más dejas obrar
a María para Jesús, y a Jesús en María, cuanto más
profundamente te humilles y los escuches en paz y silencio,
sin inquietarte por ver, gustar o sentir. Porque el justo vive
en todo de la fe, y particularmente en la sagrada comunión,
que es acto de fe: Mi justo vive de su fidelidad.
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